REDEMPTORIS MISSIO, DEL SUMO PONTÍFICE SAN JUAN PABLO II, SÍNTESIS DE LOS NÚMEROS 87 AL 92

 CAPÍTULO VIII
ESPIRITUALIDAD MISIONERA


87. La actividad misionera exige una espiritualidad específica, que concierne particularmente a quienes Dios ha llamado a ser misioneros.

Dejarse guiar por el Espíritu

La espiritualidad se expresa cuando vivimos dóciles al Espíritu, dejarnos en Él nos hace más semejantes a Cristo. No podemos dar testimonio de Cristo sin reflejar su imagen. Cuando somos dóciles al Espíritu también se nos dan los dones de la fortaleza y el discernimiento que caracterizan la espiritualidad misionera.
Es de resaltar que los Apóstoles, amando al Maestro y respondiendo a su llamada, no pudieron entender el camino del sufrimiento y de la humillación, durante la vida pública de Jesús. Es el Espíritu el que los transforma en testigos valientes de Cristo y los conducirá a los caminos de la misión.
Ahora la misión sigue siendo difícil como lo era en el pasado y nos exige ser valientes  y fuertes a la luz del Espíritu.
Debemos orar para que Dios nos conceda la libertad de anunciar el Evangelio.

Vivir el misterio de Cristo “enviado”

88. Lo esencial de la espiritualidad del misionero es su comunión con Cristo. Por eso Pablo nos dice: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como un hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2, 5-8).
Podemos ver el anonadamiento de Cristo lleno totalmente de amor;  la misión por tanto es hacer este recorrido que lleva hasta los pies de la cruz.
Un misionero debe renunciar a sí mismo y a todo, para poder ser para los demás.
El misionero como enviado de Jesús experimenta su consuelo y su compañía.

Amar a la Iglesia y a los hombres como Jesús los ha amado

89. También se caracteriza la espiritualidad misionera por la caridad apostólica, así como Jesús es el buen Pastor que da la vida por sus ovejas, el misionero debe de vivir este mismo ímpetu  de amor que vivió Jesús por los demás.
El misionero debe ser el hombre de la caridad, que anuncia a cada hombre el amor que Dios le tiene. El misionero como el “hermano universal” supera las fronteras y las divisiones de razas, es signo total del amor de Dios en el mundo, un amor que no conoce la exclusión.
Finalmente así como Cristo amó a la Iglesia  el misionero también debe amarla; “la fidelidad a Cristo no puede separarse de la fidelidad a la Iglesia”. El misionero, si es necesario, debe ser capaz de dar la vida por la Iglesia.

El verdadero misionero es el santo

 90. El llamado a la misión deriva  de la llamada a la santidad. Un misionero es auténtico cuando se esfuerza en el camino de la santidad. Podemos ver la unión íntima que tienen la vocación a la santidad y a la misión. La espiritualidad misionera de la Iglesia es un camino hacia la santidad.
La misión ad gentes exige misioneros santos. No es suficiente la formación es necesario suscitar el anhelo de santidad, a la comunidad cristiana y a todos los colaboradores.
Recordemos que en los inicios de las primeras comunidades cristianas, no existían los medios que ahora tenemos, como lo es el transporte, los medios de difusión y sin embargo el mensaje del Reino de divulgó en poco tiempo a los confines del mundo. Anunciaban a un Jesús crucificado y este era el dinamismo misionero de santidad de los primeros cristianos.

91. Dirigiéndose  a los bautizados de las comunidades jóvenes e Iglesias jóvenes. Les expresa que ellos son la esperanza de la Iglesia, siendo jóvenes deben ser como los primeros cristianos, es decir, tomar el camino de la santidad.
Invita a los misioneros sobre su deber de ser santos, el misionero debe de ser un “contemplativo en acción”.
El misionero hallará las respuestas a la luz de la Palabra de Dios, con la oración personal y comunitaria.
El misionero que no es contemplativo no es un misionero verdadero.
El misionero debe vivir las Bienaventuranzas, se debe caracterizar por la alegría interior que proviene de la fe. El mundo está lleno de problemas y el misionero debe anunciar la esperanza verdadera que solo viene de Cristo.

Conclusión

 92. Nunca como hoy la Iglesia ha tenido la oportunidad de hacer llegar el Evangelio, con el testimonio y la Palabra, a todos los hombres y a todos los pueblos. Nos dice San Juan Pablo II, que tiene plena confianza en que algún día llegará a ser radiante y rica en frutos, si todos los jóvenes responden con generosidad y santidad al llamado de la misión.
Nos invita a implorar el auxilio del Espíritu Santo al igual que los Apóstoles y María cuando estaban reunidos en el Cenáculo.
La Iglesia  llamada a anunciar el Reino, va junto con María, ella es ejemplo de amor y misionera. La Iglesia  es peregrina en la presencia de Cristo y va hacia el encuentro del Señor.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 7 de diciembre, XXV aniversario del Decreto conciliar Ad gentes, del año 1990, decimotercero de mi Pontificado.

Síntesis realizada por Miriam Viviana Horta Colín, 
Novicia MAR


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