“LOS QUE NO TIENEN VALOR”
El mundo de la
inmediatez, de lo novedoso, de la producción en serie, de la fama, de lo
actual, de la moda, es lo que nos desborda y nos absorbe en nuestro día a día,
provocando un fenómeno de los “desmemoriados”, así como decía el Papa Francisco
en el encuentro de jóvenes en Colombia, nos olvidamos de las raíces, de las culturas,
de los valores y lo peor de todo dejamos al olvido a los familiares y demás
personas que no cumplen con las exigencias de la sociedad actual.
Al olvidarlos, al no
reconocer y aceptar sus limitaciones tanto físicas como mentales les estamos
quitando el valor más importante: su dignidad y su condición de hijo de Dios.
Cuando no aceptamos
a una persona con alguna discapacidad es ponerla al margen de la sociedad y
ponerle la etiqueta del “sin valor o el
que no vale nada”.
¿Y quiénes son los que llevan esta
etiqueta del sin valor? Inicialmente están los ancianos, los que padecen
enfermedades terminales, los niños, los pobres, los de procedencia indígena,
los mendigos, los enfermos mentales y toda aquella persona que no produce, y que
como personas creyentes nos olvidamos que en ellos encontramos el rostro de
Cristo, un rostro que nos invita constantemente a mirarlo y a responder a las
necesidades de sus hijos más desamparados; en el libro de Filipenses 2,15 encontramos una de estas invitaciones:
“Para que seáis
irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación
torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el
mundo.”
Señor, te veo clavado en la Cruz y
nadie mejor que Tú sabes del sufrimiento. Nadie ha pasado por tanta
incomprensión y traición. Todo para salvarnos. Ahora nosotros seguimos dándote la espalda, olvidando que
sin ti, nos perdemos. Perdónanos una vez más. No sabemos lo que hacemos.
Cruz M. Ajpacajá
Novicia MAR
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