EL VALOR DE UNA MADRE
En
este mes de mayo, decimos que es el mes de las flores, el mes especial dedicado
a la Virgen María y el mes de las madres.
Es por ello que les invito a que nos preguntemos si realmente sabemos cuál es
el verdadero valor de una madre o lo que realmente significa ser madre.
Generalmente
cuando decimos madre lo primero que se nos viene a la mente es la persona que
nos dio la vida, y en realidad no estamos equivocados, pero, cuando nos ponemos
a reflexionar con más calma y con más conciencia, el primer concepto queda
corto porque empezamos a darnos cuenta que madre es aquella mujer que no solo
nos llevó nueve meses en su vientre, sino aquella que veló nuestros sueños de
niños, la que nos enseñó los modales y cómo comportarnos ante los otros, la que
nos dio cariño incondicional, la que se entregó en cuerpo y alma para que no
nos faltara lo necesario, la que se preocupó para que tuviéramos una educación
académica para afrontar la vida en la sociedad, y así podríamos seguir
enumerando todos aquellos detalles y muestras de cariño que una madre demuestra
a sus hijos. A
pesar de que como hijos nos alejamos de casa, cometemos errores e incluso nos
olvidamos de cuidar a nuestra madre, el amor de ellas madre nunca cambia ni se
termina, incluso cuando ya no están físicamente sentimos su presencia que nos
cuida y protege desde el cielo.
Solo
entonces comprendemos que ser madre o una madre es aquella que se olvida de sí
misma para que a sus hijos no les falte nada y empieza a vivir de acuerdo a las
necedades de los mismos. Cada madre es un reflejo palpable de la maternidad de
María que ella a su vez es un canal del amor de Dios en nuestras vidas por eso
el amor de madre es único.
EL AMOR DE MADRE es distinto a los otros amores: No conoce la
traición y jamás lastima intencionalmente.
El amor de madre es universal e inalterable. Puede que haya alguna
diferencia en la forma, pero la esencia se mantiene.
El amor de madre posee la facultad de multiplicarse sin perder
fuerza. No baja con el número de hijos, sube, crece, se desparrama y se riega
en cada uno de los vástagos.
El amor de madre no se agota. Puede que se canse de lidiar con la
prepotencia infantil, pero el efecto no decae. El sentimiento parece
interminable.
El amor de madre no mide consecuencias. Es incondicional por
definición y no espera retribuciones. Darían la vida sin pestañear, y prefieren
el dolor propio al de los hijos.
El verdadero amor de madre nunca deserta; por el contrario, el hijo
problema, el necesitado, el preocupado, el enfermo, es al que más se atiende.
El amor de madre está diseñado para que la vida perdure. Somos la
especie que más cuidados necesita para sobrevivir y que más demora en volverse
autosuficiente.
Sin duda es la réplica más grande del Amor de Dios que vivimos
segundo a segundo de nuestra vida. Y muchas veces no lo reconocemos.
Cruz
Ajpacajá
Novicia
MAR
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