LECTIO DIVINA PARA EL 01 DE SEPTIEMBRE DE 2019 DOMINGO 24°. TIEMPO ORDINARIO CICLO C.
INICIAMOS INVOCANDO
AL ESPÍRITU SANTO.
Para iniciar nuestro
momento de oración, de encuentro con Dios, abramos nuestro Para iniciar
nuestro momento de oración, de encuentro con Dios, abramos nuestro corazón y
nuestros oídos para escuchar y descubrir lo que el Señor nos dice en su palabra.
Para esto pidamos el don del Espíritu Santo, para que sea él, quien nos guié.
CONTEXTO
El capítulo 15 del evangelio de Lucas ocupa un
puesto central en el largo camino de Jesús hacia Jerusalén. Este camino
comienza en Lucas 19,20. El capítulo 15 es como la cima de la colina desde la
cual se contempla el camino recorrido y desde donde es posible observar lo que
falta de camino. Es el capítulo de la ternura y de la misericordia acogedora de
Dios, temas que se encuentran en el centro de las preocupaciones de Lucas. Las
comunidades deben ser una revelación del rostro de este Dios para la humanidad.
TEXTO
Lectura del
santo evangelio según san Lucas (15,1-32)
En aquel tiempo, se
acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y
los letrados murmuraban entre ellos:
–Ese acoge a los
pecadores y come con ellos.
Jesús les dijo esta
parábola:
–Si uno de vosotros
tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo
y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la
carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y
a los vecinos para decirles:
–¡Felicitadme!, he
encontrado la oveja que se me había perdido.
Os digo que así
también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que
por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene
diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y
busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, reúne a las
vecinas para decirles:
–¡Felicitadme!, he
encontrado la moneda que se me había perdido.
Os digo que la misma
alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.
También les dijo:
Un hombre tenía dos
hijos: el menor de ellos dijo a su padre:
–Padre, dame la
parte que me toca de la fortuna.
El padre les
repartió los bienes.
No muchos días
después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí
derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había
gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar
necesidad.
Fue entonces y tanto
le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar
cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían
los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces
se dijo:
–Cuántos jornaleros
de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me
pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: «Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus
jornaleros.»
Se puso en camino
adonde estaba su padre: cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se
conmovió; y echando a correr, se le echó al cuello, y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo:
–Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.
Pero el padre dijo a
sus criados:
–Sacad en seguida el
mejor traje, y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies;
traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío
estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.
Y empezaron el
banquete.
Su hijo mayor estaba
en el campo.
Cuando al volver se
acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le
preguntó qué pasaba.
Este le contestó:
–Ha vuelto tu
hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con
salud.
El se indignó y se
negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su
padre:
–Mira: en tantos
años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has
dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese
hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero
cebado.
El padre le dijo:
–Hijo, tú estás
siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano
tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado.
¿QUE DICE EL TEXTO?
Se trata de tres parábolas.
Las parábolas de Jesús tienen un objetivo bien preciso. Por medio de estas
breves historias sacadas de la vida real intentan conducir a quien las escucha a
reflexionar sobre la propia vida y a descubrir en ella un determinado aspecto
de la presencia de Dios. En las parábolas las historias de vida son de dos
tipos. Algunas historias no son normales y no suelen suceder en la vida de cada
día. Por ejemplo, el comportamiento de bondad del Padre con el hijo menor no es
normal. En general, los padres tienen conductas más severas con los hijos que
obran como el hijo menor de la parábola. Las otras historias son normales y
suelen suceder en la vida cotidiana, como, por ejemplo, la conducta de la mujer
que barre la casa para buscar la moneda perdida. Como veremos, se trata de
diversos modos de obligar a las personas a reflexionar sobre la vida y sobre la
presencia de Dios en la vida.
¿QUE ME DICE EL SEÑOR
A TRAVÉS DEL TEXTO?
El evangelio de hoy me invita a entrar en el
corazón misericordioso de Jesús, descubriendo en él la grandeza su revelación
acerca de Dios y la fuerza atrayente de su propuesta del Reino.
Jesús me
revela que a Dios le importamos mucho y que sufre y goza con nuestro destino.
Él mismo es la imagen de un Dios que sale en búsqueda del pecador. El suyo es
un amor primero e incondicional.
Me
dice que cada vez que me caiga, él me espera con sus brazos abiertos, me ayuda
a levantarme, me busca cuando estoy perdida, y que cada día me puedo arrepentir
y regresar a sus brazos amoroso, sentir la misericordia y el amor de Dios.
¿QUE LE DIGO YO A DIOS?
Señor,
hoy quiero darte gracias por tu bondad, por tu apuesta por hacer la vida más
agradable a los hombres, por disfrutar haciendo el bien. Y también quiero darte
gracias por tu valentía para desenmascarar la mentira, el orgullo, la falsedad,
la falsa piedad. Señor
dame la gracia de siempre buscarte, si me pierdo, saber que tú me esperas con
los brazos abiertos, dame la humildad para regresar a ti.
Fuente:https://www.oblatos.com/lectio-divina-para-el-15-de-septiembre-de-2019 https://www.iglesiaenaragon.com/ lectio-divina-9-de-septiembre-de-2019
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