REFLEXIÓN DE TEXTOS SOBRE LA ORACIÓN DE JESÚS Y ALUSIVOS EN EL EVANGELIO DE LUCAS (XIII)
13. JESÚS ORA EN
GETSEMANI.
Lc 22,39-46; Mt
26,36-46; Mc 14,32-42
Jesús se entrega a la
oración en Getsemaní (22,41), como lo acostumbra a hacer (3,21; 6,12; 5,16),
preparándose para los terribles momentos de la pasión que se avecinan. El
contenido de la oración al Padre Dios que Jesús ya enseñó a sus discípulos (11,2-4), lo vive en estas
circunstancias con radical intensidad: su entrega y obediencia al Padre
santifica el Nombre de Dios, hace realidad su Reino y posible el perdón de los
pecados; por su fidelidad al Padre, Jesús vence la tentación de hacer su
propia voluntad (22,42). En estas circunstancias tan dramáticas, donde se juega
la salvación de la humanidad (Sacrificio), los discípulos duermen. “Dormirse”,
“cansarse” hasta abandonarlo todo, son actitudes de derrota frente a la
confrontación con el mundo que van apagando al discípulo como “luz” de los
hombres y haciéndolo estéril como “levadura” entre ellos.
Jesús deja la casa
( “tras salir”, v.39) que lo había protegido por última vez
(22,10-14). Se va al Monte de los Olivos acompañado por sus discípulos, según
costumbre (21,37). Invita a sus discípulos a orar, y se pone a rezar por su cuenta. Expresa su deseo imperativo
( “aleja”, v.42) pero lo somete doblemente a la voluntad de su Padre “ si quieres”,[1] y (, tu voluntad, v.42). Una vez
expresada esta esperanza no se queda sin respuesta. El miedo, muy humano,
invade entonces al Hijo (v.44). El Padre no se encierra en el silencio: envía a
un ángel para reconfortar al que no escapa de su destino. Levantándose (v. 45, al ”puesto de rodillas” v. 41), el Maestro retoma el contacto con sus
discípulos. Lo que él pudo hacer, (mantenerse despierto y rezar), los suyos, se
mostraron incapaces de hacerlo (v.45). Ante la tarea incumplida el maestro
reitera su orden (el v.46) vuelve a tomar la idea del v.40. A diferencia de
Jesús, los discípulos deberán rezar de pie, sin duda para no desplomarse por el
sueño.[2]
Bovon nos presenta en su
obra este análisis estableciendo
comparación entre el evangelio de Lucas y el de Marcos y mostrando sus diferencias. Por un lado, unos discípulos
adormecidos que intentan huir de las preocupaciones. Por otro, un Jesús que
vela, hostigado por el miedo. La
tentación de asumir el papel de Mesías glorioso acompañó a Jesús desde el
comienzo hasta el final. Estaba presionado por todos lados. Personas, hechos,
situaciones, el propio demonio, todos intentaban llevarle por otro camino. Pero
nadie consiguió desviarle del camino del Padre. La vida de Jesús se ha sostenido todo el tiempo en la
unión íntima con su Padre Dios. El Espíritu Santo que descendió el día del
Bautismo le sigue acompañando en toda su misión. En estos momentos, se enfrenta
a una realidad inverosímil: el Hijo de Dios, tiene que padecer, asumiendo el
riesgo de una vida que se ha comprometido con la justicia y ha trastocado los
valores de los poderosos que le odian y le quieren matar. Jesús implora la
ayuda de su Padre Dios y nuevamente,
entiende que la voluntad del Padre y el proyecto pasan definitivamente por la
pasión y la muerte para vivir la verdadera transfiguración en la gloria de la
Resurrección, de la cual ya tuvo un anticipo.
El cristiano y el
religioso, no podemos evadir esta pasión y esta muerte. En nuestro horizonte,
abrazamos la cruz. La cruz no tiene rostro para mí; la cruz nunca se sabe por
dónde va a salir o se va a presentar, solo sé que como Jesús, hay que
mantenerse en onda todo el tiempo con el Señor. Hay que preguntarle
continuamente, ¿qué quieres? Porque yo no lo sé. Pero, a la luz de su Palabra y
a la luz de su ejemplo, el Señor nos enseña cómo vivir en esa voluntad. Siento,
que hasta que no se entrega el corazón y se confía plenamente en Dios no se da
el paso de la fe. Creer es apostarlo todo, por ese futuro que viene, pero que
se va conquistando en el crisol y la purificación. Creer es acompañar al
crucificado y permanecer en Getsemaní
afrontando las realidades dolorosas que nos toca vivir, en total confianza.
Los discípulos por el
contrario se durmieron. Mientras Jesús salió fortalecido de su oración, los
discípulos caen en una total increencia, no asumiendo la realidad del momento,
y creyendo que detrás de las puertas de la muerte y ante sus ojos tienen la
profunda realidad del misterio. Se les olvidó lo que vieron y sintieron en la transfiguración,
se les olvidó la voz de Dios y la realidad dolorosa los superó.
También nosotros en
nuestro camino de fe, muchas veces no queremos asumir la realidad de la cruz,
pero la realidad de la cruz, solo es verdadera cuando ha pasado por Getsemaní. El
“Hágase tu voluntad de María”, es el “hágase tu voluntad de Jesús”. Discípula y
Maestro se unen para acoger el proyecto salvífico del Padre con todas las
consecuencias; también nosotros discípulos no tenemos otro camino, sino el de
discernir cada día su voluntad y acogerla.
En esta gran “agonía de
Jesús” encuentro el gran testimonio de la seriedad con que deben asumirse los
misteriosos caminos por los que Dios viene a reinar, y también por donde nos
quiere llevar. Jesús sufre turbación, tristeza mortal, angustia, auténtica
tentación, desconfianza de sí mismo; suplica a sus discípulos que lo acompañen.
Pero el “no se haga lo que yo quiero sino lo que tú quieres, es la máxima
confesión de la fidelidad a toda prueba. Y esta obediencia de Jesús a la
voluntad del Padre, solo responde a una dimensión que es la del amor; no la de
la obligación. Jesús está fascinado por el proyecto del Padre, y emplea,
discierne, y entrega toda su libertad para conocerlo y secundarlo. Así,
nosotros cristianos y religiosos debemos vivir con pasión y hasta las últimas
consecuencias, con lo que de prueba y tentación traerá consigo el ser fieles a
Dios y su querer, en un mundo donde todo
está fragmentado.
Jesús vence las
tentaciones guiándose por la Palabra de Dios. Inserto en medio de los pobres y
unido al Padre por la oración, siendo fiel a ambos, resistía y seguía por el
camino del Mesías siervo, el camino del servicio a las personas. Jesús en su
entrega total, ratifica por su obediencia a su voluntad su íntima unión con el
Padre y su proyecto. Mientras que el adormecimiento de los discípulos es
manifestación de su falta de Fe. En nuestra vida cristiana nuestra fe se prueba
en la adversidad, perseverando y confiando plenamente en el querer de Dios.
Jesús cumple a plenitud la voluntad del Padre en su entrega total. La voluntad
del Padre y la voluntad del Hijo se hacen idénticas en esta oración.
Jesús, porque cree y
confía plenamente, ora; los discípulos, precisamente, porque no creen ni
confían, duermen. Nuestra fe se fundamenta en la oración; allí se sostiene y
allí se acoge la voluntad expresa de Dios, aunque no entendamos. Nuevamente la
oración de Jesús nos da la clave para vivir y ser. La oración de Jesús es una
invitación continua a vivir transformados; a dejar que él nos transforme; a
permitir que pasando por la kénosis, Dios pueda ir haciendo su obra y unirnos a
la redención.
En el corazón del
episodio, Jesús permanece solo. Para
Lucas, el silencio de Dios no es total, sin embargo, ciertamente, Dios no
responde en persona, ni su respuesta corresponde a la demanda. Envía un ángel.
Dios es el Dios del consuelo, y por más dura que sea la experiencia y la
prueba, aferrados al amor de Dios, siempre tendremos el consuelo y la fuerza
que necesitamos para vivir esta fidelidad que nos propone Jesús.
Nieves María Castro Pertíñez. MAR
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