LECTIO DIVINA –DOMINGO DE RAMOS- MT 26, 14-27, 66 CICLO A

Queridos hermanos entramos hoy en la Semana Santa,  la iniciamos con el domingo de Ramos  y vemos cómo hacemos el camino a la inversa: comenzamos por la proclamación jubilosa de Jesús “Rey humilde” y nos vamos sumergiendo poco a poco en el silencio contemplativo del acontecimiento de la Cruz, de donde surge verdaderamente el canto pascual de la victoria. Una maravillosa síntesis de alegría y duelo, de amor y de rechazo, de vivas y de silencio, de palmas de victoria y de cruz de humillación, nos convoca en este día y nos sitúa correctamente de cara a la fuente de nuestra salvación.

La procesión de Ramos es, entonces, un gesto por medio del cual, quienes lo realizan, expresan su decisión de iniciar un camino. La escena no tiene finalidad en sí misma, ante todo recibe su significado del conjunto de eventos que vienen enseguida y que culminan con la muerte y resurrección de Jesús. Por tanto, comenzar la Semana Santa recordando la entrada de Jesús en Jerusalén quiere decir ante todo: ¡Deja entrar su misterio en tu vida!

ORACIÓN INICIAL

Señor Jesús, tu camino llega a su fin, has llegado a Jerusalén y ahí se cumplirá todo lo que habías anunciado.
Sabías lo que te esperaba: el rechazo, el desprecio, la condenación, la crucifixión y la muerte.
Sabías a lo que ibas y lo que te esperaba, sabías que era el tiempo de la entrega total, que era en la cruz donde ibas a darnos tu enseñanza más significativa y más elocuente.
Fue allí cuando te diste totalmente, cuando nos mostraste que la vida solo tiene sentido amando hasta el final.
Por eso, Señor, al comenzar la Semana Santa, te pedimos de manera especial, que nos ayudes a acompañarte, para conocerte más vivencialmente, para aprender de ti, para darnos totalmente.
Amén.


Puedes acceder por medio de este link a la reflexión del Evangelio sonoro de este domingo

CONTEXTO        

La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén es presentado en un contexto mesiánico, haciendo alusión al profeta Zacarías (Zac 9,9), que anunciaba un rey humilde y pacífico, en contraposición a la espera mesiánica triunfal que tenían, donde esperaban que el Mesías redentor sería el que les daría la gloria y el poder que anhelaban. En cambio Jesús entra montado en la sencillez de un animal de carga (Mt 21,7). En contraste entre su actitud, está la actitud de la gente, que sí lo reconocen como el enviado de Dios, de ahí, que se saquen sus capas y con ramas lo aclamaban como el que viene en el Nombre del Señor (Mt 21,8-10), reconociéndolo así como el prometido, era una manera de reconocerlo como el Mesías.

En la perspectiva de los evangelistas, es el final de la vida pública, que tuvo dos partes bien diferentes, la primera (Mc 1,14 - 8,26), antes de la profesión de fe de Pedro (Mc 8,27-29), que se caracterizó por la manifestación del Señor, dándose Él a conocer. Esta primera parte tiene como finalidad, la IDENTIDAD DEL SEÑOR; está  una segunda parte (Mc 8,31 - 10,52) centrada en LOS DISCÍPULOS, formándolos en aquello que es particular y específico de la vida cristiana, de ahí, que esta parte muestre aquello que debe identificar a los seguidores del Señor, aquellos que lo quieren seguir e imitar.

Jerusalén, que es la meta de la vida de Jesús, es sinónimo de rechazo y muerte. De ahí, que el hecho que Jesús haya ido voluntariamente a la ciudad de David, nos hace ver su disposición y su actitud para vivir aquello que el Señor le pedía y vemos que lo hace con total libertad y buena disposición, haciendo de su vida una entrega y donación de sí mismo. De ahí, que la entrada de Jesús a la ciudad Santa, indique el inicio de su pasión y curiosamente, eso que tendrá un desenlace trágico, tiene un inicio apoteósico y triunfal, donde el Señor es reconocido como el ‘enviado del Padre’, como el Mesías esperado, pero que finalmente va a ser colgado del madero como el peor de los criminales. Es la paradoja de la vida del Señor. Con esta perspectiva iniciemos nuestra reflexión en preparación a los días santos que estamos por comenzar.

TEXTO

(Texto breve) Mt 27, 1-2. 11-54

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
¿Tú eres el rey de los judíos?
C. Después de ser arrestado, todos los Sumos Sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron. Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó:
S. “¿Tú eres el rey de los judíos?”.
C. Él respondió:
+.  “Tú lo dices”.
C. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:
S. “¿No oyes todo lo que declaran contra ti?”.
C. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Jesús Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:
S. “¿A quién quieren que ponga en libertad, a Jesús Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?”.
C. Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
S. “No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho”.
C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:
S. “¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?”.
C. Ellos respondieron:
S. “A Barrabás”.
C. Pilato continuó:
S. “¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?”.
C. Todos respondieron:
S. “¡Que sea crucificado!”.
C. Él insistió:
S. ”¿Qué mal ha hecho?”.
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S. “¡Que sea crucificado!”.
C. Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:
S. “Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes”.
C. Y todo el pueblo respondió:
S. “Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”.
C. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Salud, rey de los judíos
C. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo:
S. “Salud, rey de los judíos”.
C. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Fueron crucificados con él dos bandidos
C. Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llama­do Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa “Lugar del Cráneo”, le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Co­locaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: “Este es Jesús, el rey de los judíos”. Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:
S. “Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!”.
C. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
S. “¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: ‘Yo soy Hijo de Dios’”.
C. También lo insultaban los bandidos crucificados con él.
Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?
C. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:
+.  “Elí, Elí, lemá sabactaní”.
C. Que significa:
+.  “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. “Está llamando a Elías”.
C. En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:
S. “Espera, veamos si Elías viene a salvarlo”.
C. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.
C. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:
S. “¡Verdaderamente, éste era Hijo de Dios!”.
Palabra de Dios.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

El relato se abre con una visión profunda del significado de los acontecimientos que vienen: la Pasión es anunciada e interpretada con palabras y acciones simbólicas. Mateo nos coloca ante tres escenas que muestran fuertes contrastes:

Jesús mismo predice su Pasión que está a punto de comenzar (26,1-2). Jesús habla con firmeza, él mismo parece dar el impulso para la Pasión; Esto contrasta con la desorganización y el ambiente secreto en que se mueven sus enemigos (26,3-5). Aparece así el primer contraste violento: el Hijo del hombre irá hasta el final en fidelidad a su Padre, mientras que los adversarios, ignorando el momento de gracia, se convierten en instrumentos de su muerte.

Una mujer anónima prepara su cuerpo para la sepultura, a pesar de las protestas de los discípulos por el supuesto derroche económico (26,6-13). Mientras la mujer parece comprender el “tiempo” de la Pasión que se aproxima, los discípulos parecen ignorantes y critican un acto demasiado generoso. La mujer comprende –como verdadera discípula- la realidad de la Cruz: la generosa entrega de Jesús, derramando su propia vida -¡tan valiosa!-.

Al mismo tiempo Judas, uno de los Doce, vende a su maestro por treinta monedas de plata y abre el camino para que Jesús sea arrestado (26,14-16). En cuanto la mujer da generosamente, Judas “vende”; en su corazón hay codicia y apego al dinero. En “tiempo oportuno”: Judas entregará al Hijo del hombre para ganarse unas monedas, al mismo tiempo Jesús se entregará a sí mismo para dar su vida por la salvación de muchos.

En la Pasión Jesús aparece con mayor nitidez como el Hijo de Dios obediente, quien cumple las Escrituras y es fiel a Dios hasta la muerte.

En la Pasión Jesús es el Mesías y el Siervo de Dios, cuya misión redentora llega a su máxima expresión en la cruz que libera al pueblo de Dios del pecado y de la muerte.

En la Pasión Jesús se deja conocer como el Hijo del hombre que recorre el camino de la humillación y de la muerte, pero que vendrá triunfante al final del mundo.

Jesús es, en el momento crucial de la muerte, un ejemplo de fe auténtica. La que se espera de todo discípulo. Esta historia, que es ante todo una historia de fidelidad, permanece frente a nuestros ojos para renovar a fondo nuestra fidelidad en el amor

¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?

Señor, hoy te diriges a mí de una forma misericordiosa y amorosa, te entregaste por mí, por mi miseria y mi pecado, aun sabiendo que eras inocente…
Tu fortaleza y seguridad de que eras el hijo de Dios te mantuvieron firme hasta el final aunque en momentos sentiste miedo, tristeza y desolación.
Cuánto nos enseñas, Señor, desde tu nacimiento hasta tu muerte y resurrección. Gracias porque este misterio se renueva cada año y nos permites profundizar en nuestra propia vida.

¿QUÉ LE DIGO?

En tu evangelio reconozco a varios personajes que interpelan mi vida y mis actitudes.

Quiero fijarme en Judas, su actitud era la de una persona interesada, él quería ponerte un precio, quería entregarte por unas simples monedas, él no fue tonto, él fue astuto y buscó el momento más oportuno para entregarte y aun así tuvo la desfachatez  de preguntarte a ti mismo si era él quien te iba a traicionar.

 Tú lo sabías, Señor, tu sabías que él por su debilidad te iba a entregar y es ahora cuando me pregunto, cuántas veces en mi vida te he negado mi Jesús, cuántas veces he puesto mis intereses por encima de los tuyos olvidando que eres tu quien me puede dar la Felicidad verdadera.

  Qué débil soy, Señor, perdóname porque yo también como Judas te he negado.

Me fijo también en Pedro, él te juró fidelidad hasta la muerte, pero su miedo fue más grande que su amor por ti. Fue capaz de negarte, no una sino 3 veces, fue capaz de decirte que no sabía quién eras.

Cuántas veces mi Jesús, te he negado dentro de mí, cuántas veces te he prometido fidelidad hasta la muerte pero mi miedo muchas veces es más grande que mi amor por ti, ayúdame a nunca negar tu presencia, a nunca dudar de ti ni de tu misericordia.

Y ahora me fijo en ti mi Jesús, cuánto sufriste y cuánto padeciste por AMOR.

Cuando te dirigiste al huerto de Getsemaní empezaste a sentir tristeza y angustia, le pediste a tu padre que apartara de ti ese cáliz que estabas soportando, pero también eras consciente que debías hacer la voluntad de tu Padre.

Sentiste desolación cuando le gritaste “Elí, Elí, lamá sabaktaní” pero ahí mismo expiraste.  Qué grande fuiste, mi Dios, que te hiciste uno como nosotros, menos en el pecado, padeciste las peores humillaciones, te traicionaron, te negaron, te azotaron y crucificaron, pero mediante tu hijo, soportaste todo, ayúdame a ser consciente de que para llegar a la Resurrección debo primero pasar por la cruz;  que seguirte a TI, implica sacrificio, implica insultos, desprecios y calumnias…

Señor, Regálame y regálanos, la gracia de poder vivir esta semana santa desde cruz para luego proclamar con alegría que resucitaste y resucitaremos al tercer día.

WENDERLYNG REYES/ NOVICIA MAR



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