LECTIO DIVINA NACIMIENTO DEL SEÑOR JESÚS - CICLO B – LUCAS 2, 1-14
“¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”
Queridos hermanos, ha llegado la NAVIDAD, el
tiempo de la espera ya pasó, ya ha nacido en nuestro corazón, hoy toda la
iglesia celebra con alegría y gozo el nacimiento del hijo de Dios que se hizo
uno como nosotros.
Dispongamos nuestro corazón para profundizar en
su palabra el día de hoy y de esta manera encontrar en ella su voluntad.
ORACIÓN AL
ESPÍRITU SANTO
Oh Espíritu Santo, Amor del Padre, y
del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo
decirlo, lo que debo callar, cómo debo actuar, lo que debo hacer, para gloria
de Dios, bien de las almas y mi propia Santificación.
Espíritu Santo, dame agudeza para
entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza
para interpretar, gracia y eficacia para hablar.
Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar. Amén.
Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar. Amén.
CONTEXTO
El pasaje evangélico
que nos viene propuesto hoy forma parte del así llamado evangelio de la
infancia lucano que abarca los dos primeros capítulos del tercer evangelio. Se
trata de un evangelio de la infancia. Luego el
interés primario del autor no es el de informarnos, de presentarnos todos los
detalles del nacimiento de Jesús, sino más bien el de anunciar la buena nueva
del nacimiento del Mesías prometido.
El niño Jesús se ve ya como el Señor, así como
venía proclamado en la predicación apostólica Como los dos primeros capítulos
de las Actas de los Apóstoles sirven de transición del tiempo de Jesús al
tiempo de la Iglesia, así los dos primeros capítulos del evangelio de Lucas
sirven de transición del Antiguo al Nuevo Testamento.
TEXTO
Lectura del santo
Evangelio según san Lucas: 2, 1-14
Por
aquellos días, se promulgó un edicto de César Augusto que ordenaba un censo de
todo el imperio. Este primer censo se hizo cuando Quirino era gobernador de
Siria. Todos iban a empadronarse, cada uno en su propia ciudad; así que también
José, perteneciente a la casa y familia de David, se dirigió desde la ciudad de
Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, llamada Belén, para empadronarse,
juntamente con María, su esposa, que estaba encinta.
Mientras estaban ahí, le llegó a María el tiempo
de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó
en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada.
En
aquella región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, vigilando
por turno sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció y la gloria de Dios
los envolvió con su luz y se llenaron de temor.
El ángel les dijo: “No teman. Les traigo una
buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en
la ciudad de David, un salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto les servirá
de señal: encontrarán al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”.
De pronto se les unió al ángel una multitud del ejército celestial que alababa
a Dios diciendo: “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres
de buena voluntad!”.
¿QUÉ DICE EL
TEXTO?
En el
texto de hoy vemos cómo entran los personajes implicados directamente en la
Navidad: José,
María y Jesús.
José aparece
como un hombre que cumple la ley. En obediencia al edicto emprende viaje desde
Galilea hasta la montaña de Judea (“sube”).
El viaje atravesando el país de norte a sur no fue corto: Belén estaba en ese
entonces a unos 7 kilómetros de Jerusalén y a 144 kilómetros de Nazaret. Es
decir, que el trayecto hasta Belén debió emplear al menos tres días.
María, por su parte, es presentada como
“esposa” (o “prometida en matrimonio”) de José. El viaje de una mujer en
avanzado estado de gravidez ciertamente era riesgoso tanto para la madre como
para el niño, justo al llegar a Belén se completan las semanas para la hora del
parto (ver 1,6).
Jesús viene al mundo en calidad de hijo “primogénito”
de María. De esta manera se pone de relieve la dignidad particular de este niño
y se comprende mejor por qué es consagrado a Dios con especial solemnidad en el
Templo.
Lucas se
detiene en dos detalles de las acciones que realiza la madre:
(1) “Le envolvió en pañales”
Era habitual en los tiempos bíblicos
que el pañal consistiera en una gran tira de tela angosta y que los niños
fueron envueltos en ellas para mantener sus miembros estirados.
Un detalle tan sencillo se convertirá
en el signo del reconocimiento del Mesías (ver 2,12). Lo que se quiere decir es
que se trata de un recién nacido: un ser humano en la máxima fragilidad. ¿Será
este un verdadero “signo” cuando podía haber tantos otros niños recién nacidos?
(2)
“Lo acostó en un
pesebre”
Lo que sí
no es común es que haya sido recostado en un pesebre. Un “pesebre” era el
comedero de los animales, un espacio inapropiado para un recién nacido.
El hecho
es que Jesús no encontró espacio para él en la sociedad humana en los primeros
instantes de su estancia en la tierra, excepto los brazos amorosos de su mamá.
Los pastores:
Se caracterizan por varias palabras de espera, búsqueda y descubrimiento:
"vigilaban de noche haciendo la guardia" (v. 8): "vayamos a ver…" (v.15);
"fueron con presteza y encontraron.." (v. 16). Los pastores estaban
abiertos a la revelación del misterio. Lo
han acogido con simplicidad creyéndolo (vv. 15 y 20) y se convirtieron en
testigos de lo que a ellos se les reveló (v. 17).
El Ángel
aparece repentinamente y se aproxima. La ambientación nocturna pone de relieve
la irradiación de la “luz” de “la gloria del Señor”, la cual es
signo de la presencia divina (ver 9,34; Hechos 12,7). La irradiación de
“gloria” parece provenir del mismo Ángel. La reacción inmediata es el “temor” (ver 1,12-13), la cual es adecuada
para el evento porque es una manera de expresar que reconocen estar ante el
mismo Dios.
Una vez
visitado al niño los pastores no regresan a sus casas de la misma manera, lo hacen
“glorificando y alabando a Dios”
Fue la
escucha de las palabras que provenían de lo alto las que les permitieron captar
el profundo significado, la gran dignidad de un nacimiento que, si no hubiera
sido por ello, habría pasado desapercibido.
El evangelio de la Navidad termina en fiesta.
De la misma manera veremos concluir este evangelio: “Volvieron
a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios”
(24,53).
¿QUÉ ME DICE EL
TEXTO?
El evangelio me muestra 2 momentos claros de
Kairós, es decir, del paso de Dios por la vida de las personas.
El primero lo encontramos con María y José en
camino a Belén para presentarse ante César Augusto pero no pudieron hacerlo
porque a María le llegó la hora más esperada: tener a su bebe, al Salvador
entre sus brazos.
Y el segundo momento: la visita inesperada del
ángel ante los pastores.
Ciertamente ambos momentos fueron de forma
inesperada, por eso le dice a los pastores “no teman”. Trato te ubicarme en su
lugar y siento mi Jesús, cómo me dices hoy también que no tema, que tú has
venido para quedarte en mi corazón, que tú has venido para que te glorifique y
de testimonio de ti a todos los que me rodean.
Gracias porque hoy 25 de diciembre a través de
tu palabra me invitas a ponerme en camino, a acoger lo inesperado y a confiar
plenamente en ti que eres el “Dios con nosotros”. Quédate y crece mi buen Jesús
en mi corazón, en el corazón de cada una de mis hermanas de comunidad y de la
congregación, en mi familia, en mis amigos y en todas las personas que hoy
desean alabarte y bendecirte por hacerte tan pequeño y tan semejante a
nosotros.
¿QUÉ LE DIGO A
DIOS?
Mi niño Jesús, con cuanta alegría te recibo en
mi corazón, has querido nacer no solo en un pesebre sino en el corazón de cada
persona que te busca y desea encontrarse contigo.
Hoy nos muestras que tú rompes con los planes de
los seres humanos para que realmente entre tu gracia en nuestra vida, por eso,
te pido que me ayudes a serte fiel en medio de mi pequeñez.
Cuando naciste no lo hiciste en el mejor lugar
sino en un pequeño establo, rodeado de animales, pero aun así, por el amor que
te tenía María te envolvió en pañales y te acogió en sus brazos, surgiendo de
esta manera el amor propio de una madre por su hijo.
Concédeme
mi buen Jesús la fortaleza y el saber discernir como lo hicieron los pastores
al enterarse que había nacido el Salvador para que pueda encontrarte en el día
a día.
Gracias, porque una vez más se cumple
lo que tu nombre significa “Dios con nosotros”, gracias porque tú no eres un
Dios selectivo, sino que eres un Dios humilde que se abajó para poder estar más
cerquita de tus hijos.
Permite, mi Jesús, que ahora que ya has
nacido podamos valorar tu presencia amorosa entre nosotros y esperarte día a
día.
WENDERLYNG REYES
NOVICIA MAR
Fuentes:
http://www.homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0074.pdf
http://ocarm.org/es/content/lectio/lectio-natividad-senor-b
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