LECTIO DIVINA, XVll DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B, SAN JUAN 6,1-15.


Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces


INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

CONTEXTO
Desde este domingo 29 de julio hasta el próximo 26 de agosto, nos acompañara en la liturgia dominical el evangelista san Juan, para presentarnos algunos fragmentos del capítulo 6. Encontramos en el texto de este domingo el signo de la multiplicación de los panes y de los peces, vemos a Jesús y a sus discípulos que buscan los medios para dar de comer a la multitud hambrienta, que se ha sentido atraída por la impresión que les han causado las curaciones de los enfermos, por parte de Jesús y ahora esperan que el mismo Señor les tienda también la mano a ellos.
Este texto lo podemos dividir en cuatro partes:
Introducción histórica vv 1-4
Diálogo entre Jesús y los discípulos vv 5-10
Descripción del signo vv 11-13
Incomprensión de la muchedumbre, soledad de Jesús y oración vv 14-15.

TEXTO
Del santo Evangelio según san Marcos Jn 6, 1-15

Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían los signos que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: « ¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.» Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente el signo que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.



¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Jesús, en el marco de la pascua judía, sube al monte con sus discípulos, seguido por la muchedumbre. Él ve la necesidad por la que atraviesan y toma la iniciativa para dar de comer a toda la gente, aparece de inmediato como el protagonista de la escena, consiente de sus acciones y de los motivos que lo impulsan.
Él mismo toma la decisión de repartir a toda la muchedumbre el pan, se pone a servir dando ejemplo a sus discípulos. Se puede captar lo que él hizo en la última cena, la verdadera y definitiva pascua de Jesús, durante la cual tomo y distribuyo el pan después de haber dado gracias al Padre.

Jesús después de haber multiplicado los panes y los peces da una respuesta a sus discipulos en especial a Felipe, ya que en un principio mencionó que no alcanzarían ni siquiera doscientos denarios para saciar tanta gente, porque que no se contaba con el dinero suficiente. Jesús le da una respuesta que se trata del amor generoso, sobreabundante del Padre que sacia la necesidad de cada uno más allá de lo que parece imposible.

Finalmente la gente acoge a Jesús como profeta  y como rey,  pero él sale de allí hacia el monte, lugar del encuentro con Dios, para tener esa experiencia de amor con el Padre y poder contarle todo lo que pasaba por su corazón.

¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?
Hoy el texto me hace una invitación muy particular y es que me abandone en las manos de Dios, identificándome con este joven de Galilea quien dio lo que tenía: “cinco panes y dos peces” el los poseía, eran de su propiedad, pero no se los guardo para sí, al contrario, los entrego en beneficio de la multitud hambrienta que sufría, pero a cambio recibió la tranquilidad de hacer algo muy bueno en favor de los que sentían una gran necesidad, esto lo llevo a salir de sí mismo y a no pensar solo en él.
Esto me lleva sentir que debo poner al servicio de la humanidad mis dones y talentos para que de esta manera den frutos en abundancia.

¿QUÉ LE DIGO YO A DIOS?
Te doy infinitas gracias Señor, porque me permites comprender que tú siempre me estás buscando y llamando  a  tener un encuentro contigo, en el que puedo ser consiente de mi propia realidad y la de mis hermanos. Gracias por tu ejemplo de solidaridad, de amor y de entrega a todos los seres humanos, dame Señor la gracia de amar a todos sin condiciones ni reservas.



Diana Gómez
Novicia MAR


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