SALMO 27 (I PARTE)



Queridos lectores en este día vamos a profundizar sobre el salmo 27, ya que la liturgia nos lo presenta hoy en la Eucaristía, degustemos de este bello salmo y que él nos acompañe en toda nuestra jornada.

Un pequeño comentario:
El hilo conductor de la oración es la confianza en Dios, tanto en el día de la alegría como en el tiempo del miedo.

La vida del creyente con frecuencia se encuentra sometida a tensiones y contestaciones; a veces también a un rechazo e incluso a la persecución. El comportamiento del justo molesta, porque los prepotentes y los perversos lo sienten como un reproche. Lo reconocen claramente los malvados descritos en el libro de la Sabiduría: el justo "es un reproche de nuestros criterios, su sola presencia nos es insufrible , lleva una vida distinta de todos y sus caminos son extraños" (Sb 2, 14-15).  

El fiel es consciente de que la coherencia crea aislamiento y provoca incluso desprecio y hostilidad en una sociedad que a menudo busca a toda costa el beneficio personal, el éxito exterior, la riqueza o el goce desenfrenado. Sin embargo, no está solo y su corazón conserva una sorprendente paz interior, porque, como dice la espléndida «antífona» inicial del salmo, «el Señor es mi luz y mi salvación (...); es la defensa de mi vida» (Sal 26,1). Continuamente repite: «¿A quién temeré? (...) ¿Quién me hará temblar? (...) Mi corazón no tiembla. (...) Me siento tranquilo» (vv. 1-3).
 1El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

2Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

3Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

4Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.

5Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

6y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

Oración: Señor Dios, luz y salvación de los que en ti esperan, tú que no abandonaste a tu Hijo amado cuando le asaltaron los malvados para devorar su carne, sino que lo escondiste en tu tienda y lo alzaste sobre la roca en el día de la resurrección, no abandones a tus siervos que buscan tu rostro y haz que también nosotros podamos levantar la cabeza sobre los enemigos que nos cercan y lleguemos a gozar un día de tu dicha en el país de la vida, por los siglos de los siglos. Amén.


Diana Gómez
Novicia MAR

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