UN VASO DE AGUA



El Evangelio de (Mt 10, 37-42 )En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.
Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.
El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.
Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.
Nos habla de perder para ganar. A pérdida colmada de quienes no entran en la dinámica de la competición o del quedar bien.
De los que rompen con la búsqueda de los primeros puestos y centran su existencia en servir desde la gratuidad.
Hoy se nos pide que triunfemos, que ganemos, que hagamos grandes cosas. Jesús nos recuerda el valor de dejar, de desprenderse de lo accesorio para quedarse con lo esencial (una lección que nos ha enseñado el confinamiento y que no deberíamos olvidar).
También el Nazareno nos recuerda el valor de los gestos pequeños cargados de posibilidad de eternidad, porque encierran en sí mismos un esbozo de cariño, de preocupación, de empatía.
Dar un vaso de agua no cambia el mundo.
En clave de Evangelio sí lo hace: solo un vaso de agua.
Que llenemos nuestras vidas de estos gestos hermosos. De vasos de agua fresca regalados.

Yessica Victoria, Novicia MAR


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