LECTIO DIVINA DEL TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A- Mateo 4,12-23
CONTEXTO
Jesús ha sido confrontado en el Desierto
por el diablo. Esta confrontación entre el proyecto del Padre, personificado
por Jesús y el anti-proyecto del rival (diabolos en griego) tendrán un
desenlace y una victoria cósmica. Jesús decidido por voluntad del Padre por un
mesianismo de Siervo sufriente que carga con los pecados de su pueblo y vive de
cara a Dios inaugura los tiempos nuevos y en su persona, la llegada del Reinado
de Dios. (Mt 4,1-11).
¿QUÉ
DICE EL TEXTO?
Jesús se retira al Galilea al saber que
Juan está preso (v.12), estableciéndose en Cafarnaum junto al lago (v.13),
cumpliéndose así la profecía de Isaías (v.14), sobre Neftalí y Zabulón (v.15) y
Galilea, tierra de paganos, que vería la luz(v.169, proclamando allí Jesús (v.17)
la llamada a la conversión porque el tiempo se ha cumplido (v. 18). Caminando
junto al lago realiza la primera llamada
a Simón y a su hermano Andrés, pescadores (v.18), invitándoles Jesús a
seguirle y ser con él pescadores de hombres (v.19). Dejando ellos las redes de
inmediato, le siguen. (v.20). De igual forma, más adelante, vio a los hijos de
Zebedeo, Santiago y Juan, que estaban en la barca con su padre, los llamó
(v.21), y ellos inmediatamente, le siguieron.
Cafarnaum , junto al lago, en Galilea, será
su ciudad. Galilea, en un tiempo pagana, es lugar de encuentro de pueblos y
culturas; y será el escenario y la plataforma de revelación, como en el gran
oráculo de Isaías 8,23-9,1. Así comienza a cumplirse el encargo de la misión
universal de predicar el Evangelio al mundo entero (28,18s). El
paralelismo/oposición entre Juan y Jesús expresa la íntima conexión de este
último con los movimientos bautistas, pero también su originalidad que lo
separa en puntos clave. La coincidencia inicial se transforma pronto en
separación irreducible entre ambos. La predicación bautista de un Dios vengador
de las injusticias se convierte en Jesús en propuesta de un Dios pacífico y no
violento. El arrepentimiento que pide es para recibir la Buena Noticia, como
pura gratuidad de Dios (4,23). El ofrecimiento de la gracia ocupa el lugar del
juicio de Dios. Jesús sale al encuentro de la expectativa del pueblo con un
anuncio que, desde el comienzo, tiene como contenido central el reinado de Dios
y será desde entonces centro de su Predicación.
Jesús llama, y en esto se diferencia de los rabinos
de su época que eran elegidos por sus discípulos. Jesús elige a los suyos. La
llamada es categórica; la respuesta es rápida e incondicional: ellos
responden a su llamado y comienzan a seguirle[1].
¿QUÉ ME
DICE A MI EL TEXTO?
Me fijo en Galilea
Con la presencia de Jesús en Galilea, Mateo ve el
cumplimiento de la gran profecía mesiánica de Isaías. Jesús es la luz que
brilla en las tinieblas. A un país desilusionado y sin horizonte Jesús le
devuelve la ilusión y la esperanza. ¿Cómo? Haciendo presente el Reino de Dios,
la vieja alternativa de la que Israel había sido portador en los remotos días
de los Jueces, cuando Israel era distinto de los demás pueblos y vivía la pura
alegría de vivir, porque Yahvé era el centro de gravedad de todo su quehacer
histórico.
Me fijo en el Reino
que Jesús anuncia
"Reino de los cielos" es lo mismo que "reino
de Dios". Los judíos evitaban por respeto el nombre de Dios y en su lugar
hablaban de "los cielos". La palabra "reino" evoca más bien
una realidad estática, por eso sería preferible hablar de "Reinado de Dios".
El advenimiento de este reinado libera a los hombres de la esclavitud del
pecado (1. 21). El reinado de Dios ha comenzado ya en Jesús, su Hijo, que ha
venido al mundo para cumplir toda la voluntad del Padre. Cuando Dios sea
"todo en todos" (/1Co/15/27ss), al fin de los tiempos, el Reinado de
Dios llegará a su plenitud y se cumplirán todas las promesas mesiánicas, habrá
paz y justicia y se manifestará que Dios ha querido reconciliar todas las cosas
en la sangre de su Hijo. Mientras tanto, la Iglesia es la señal de que ya ha
comenzado y está todavía en curso, el Reinado de Dios.
Me fijo en Jesús
Jesús pide un cambio radical de categorías. Este cambio
empieza tomando cuerpo con el seguimiento a su persona. Sígueme: así suena la
invitación de cualquier líder de cualquier organización. Esta es también la invitación
que Jesús nos hace.
Jesús sigue
diciéndonos a todos y cada uno: Venid y seguidme. La experiencia es fascinante.
La situación es una invitación a marchar con Jesús en el más
estricto sentido de la palabra marchar. Invitación a un proyecto y no a una
renuncia. Invitación a hacer algo, no a dejar algo, a la ilusión y no a la
tristeza, y que esta llamada se enmarca en los horizontes del mundo y no en las
estrecheces de un enclave.
Me fijo en los
discípulos
La llamada de Dios llega a los hombres en su entorno
corriente, en su puesto de trabajo. Ningún escenario "sagrado" para
la llamada de los primeros discípulos; Los rasgos esenciales -y que definen
cabalmente la figura del discípulo (el resto del evangelio no hará otra cosa
que precisarla)- son cuatro.
Primero: carácter central de Jesús. La iniciativa es suya
(vio, les dijo, los llamó); no es el hombre el que se constituye a sí mismo
discípulo, sino Jesús quien transforma al hombre en discípulo. Seguimiento como
adhesión a la persona de Jesús. Tan es así, que el discípulo evangélico no
inicia un aprendizaje para convertirse a su vez en maestro; permanece siempre
discípulo, y el Maestro es uno solo.
Segundo: el seguimiento de Jesús exige un profundo
desprendimiento. La llamada de Pedro y Andrés y la llamada de Santiago y Juan
están construidas siguiendo la misma estructura y con un vocabulario
sustancialmente idéntico. Existe, sin embargo, una diferencia no despreciable;
en el primer relato se dice que dejaron "las redes"; en el segundo,
que dejaron "la barca y al padre". Tenemos, pues, un crescendo: desde
el oficio a la familia. El oficio representa la seguridad y la identidad
social; el padre representa las raíces de uno.
Tercero: el seguimiento es un camino. Partiendo de la
llamada de Jesús, se expresa en dos movimientos (dejar y seguir), que indican
un desplazamiento del centro de la vida. La llamada de Jesús no instala en un
estado, sino en un camino.
Cuarto: el seguimiento es misión. Dos son las coordenadas
del discipulado: la comunión con Cristo ("seguidme") y una carrera
hacia el mundo ("os haré pescadores de hombres"). Jesús no coloca a
sus discípulos en un espacio separado y sectario; los envía por los caminos de
los hombres.
¿QUÉ ME HACE DECIR EL
TEXTO A DIOS?
Es tu Reino. Gracias,
Señor, de esto se trata, de hacerme partícipe de tu amor; de hacerme familia
tuya, sangre de tu sangre, vida de tu vida. Gracias, por incluirme en tu
proyecto y por hacerme sentir que todos caben el él, y nadie puede quedar por
fuera.
Es tu iniciativa.
Gracias, Señor, pues te has fijado en mí. Porque tu lo has querido, porque te
ha parecido bien, porque tu no eliges a los selectos, sino a los pecadores.
Aquí estoy.
Es el
desprendimiento. Gracias, Señor, por ponerme esta condición para seguirte…solo
desprendiéndome de todo lo que me ata, es que puedo alcanzarte, hacerme libre;
permanecer en ti; no atándome a la tierra para no pudrirme. Tu eres mi tesoro,
mi riqueza, lo único que me puede llenar.
Es un camino.
Gracias, Señor, por hacerme ver, que ser discípula dura toda la vida; estoy en
tu escuela; aprendiendo cada día; a la escucha de todo lo que me dices. A veces
para atrás, otras veces para adelante; pero siempre te veo porque voy detrás de
ti; y cuando yo me detengo, tu te detienes, me esperas o me buscas, pero no
descansas hasta que nuevamente voy tras de ti.
Es la misión. Seguirte
ya no es cuestión de lugares, trabajos; seguirte solo es cuestión de amor. El
amor es la misión. Dar la vida por ti; hacer lo que tú quieres que hagas; y
esto, ya no depende de mí. Tu me ciñes la cintura hasta la cruz. Allí termina
todo y todo empieza. Seguirte a ti es morir a mi, para resucitar en ti.
“Sabemos
que Pedro era pescador; cuando siguió al Señor, ¿qué pudo abandonar? Dígase lo
mismo de su hermano Andrés, de los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, también
ellos eran pescadores (Mt 4,18.21).
Y, con
todo, ¿qué le dijeron? He aquí que
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido (Mt 19,27). El Señor no
les replicó: «¿Has olvidado tu pobreza? ¿Qué dejaste a cambio de recibir el
mundo entero?». Mucho dejó, hermanos míos, mucho dejó, quien no sólo dejó lo
que poseía, sino también todo lo que deseaba poseer. ¿Qué pobre, en efecto, no
se exalta con sus esperanzas mundanas? ¿Quién no desea a diario aumentar lo que
posee? Tal ambición ha sido cortada: crecía desmesuradamente y se la ha
contenido dentro de unos límites, ¿y no ha dejado nada? En verdad, Pedro dejó
el mundo entero y el mundo entero recibió. Como quien nada tiene y lo posee todo (2 Cor 5,10). Son muchos
los que lo hacen; lo hacen quienes tienen poco, y vienen y se convierten en
pájaros útiles. Parecen pequeños porque no poseen la altura de las dignidades
seculares, pero hacen sus nidos en los cedros del Líbano.
Nieves María Castro Pertíñez. MAR

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