LECTIO DIVINA, XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Continuamos el recorrido espiritual que
la Iglesia nos propone en este tiempo ordinario. Lo hacemos con la actitud de
peregrinos hacia la Patria celestial, en tónica de conversión continua, como
nos invita San Agustín: atentos al paso de Dios en lo pequeño, entrando dentro
de nosotros mismos para escucharle a Él, Maestro Interior, dejando que su
Palabra caiga como lluvia para empapar, fecundar y germinar la tierra de
nuestro corazón. (Isaías 55, 10-11)
El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido... |
INVOCATIO:
Ven, Dulce
Huésped, entra hasta el fondo del alma, Divina Luz y enriquécenos.
Sé nuestro guía
por los senderos de las Sagradas Escrituras.
Ayúdanos a
reconocer que el Reino de Dios es un don del Padre presente ya entre nosotros.
Ven y enséñanos
a dejarte actuar en nuestro interior.
Renueva nuestra
disposición ante este Reino nuevo entregado a todos sin exclusión, para que
junto a la petición “venga a nosotros tu
Reino”, nuestro deseo de acogerlo, vivirlo y comprometernos con él sea más sincero.
Ven, Espíritu
Santo y enciende el deseo de acoger el Reino de Dios sin reservas y límites,
danos un corazón de fuego capaz de anteponer lo superficial ante lo valioso de
tu reino.
Amén.
LECTIO: Mateo 13,44-52
Dijo Jesús a la gente:
Sucede con el Reino de
los Cielos lo que con un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo
deja oculto y, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra aquel
campo.
También sucede con el
Reino de los Cielos lo que con un mercader que busca finas perlas y que, al
encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
También sucede con el
Reino de los Cielos lo que con una red que echan al mar y recoge toda clase de
peces; una vez llena, los pescadores la sacan a la playa, se sientan,
seleccionan los buenos en cestos y tiran los malos. Así será el fin del mundo. Saldrán
los ángeles a separar a los malos de los buenos y los echarán al horno de
fuego; allí llorarán y les rechinarán los dientes.
Jesús preguntó a sus
discípulos: ¿Habéis entendido todo esto?
Ellos contestaron: Sí. Y
Jesús les dijo: todo maestro de la Ley que se ha hecho discípulo del Reino de
los Cielos es como un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y
viejas.
a)
División
del texto:
Mateo
13,44: Parábola del tesoro escondido.
Mateo 13,45-46: Parábola del mercader que busca perlas preciosas.
Mateo 13,47-50: Parábola de la red echada al mar.
Mateo 13,51-52: Una parábola para concluir el discurso de las parábolas.
Mateo 13,45-46: Parábola del mercader que busca perlas preciosas.
Mateo 13,47-50: Parábola de la red echada al mar.
Mateo 13,51-52: Una parábola para concluir el discurso de las parábolas.
b) Contextualización:
A través de las parábolas que aparecen
en el nuevo testamento podemos acercarnos a lo que Jesús sentía y pensaba sobre
el reinado de Dios que venía a anunciar y a la experiencia propia de Jesús
sobre el modo de actuar de Dios, su Padre. El tema de las parábolas es el
reinado de Dios, no como teoría, sino como proclamación que exige una
respuesta.
En el capítulo 13 el evangelista invita
a los judeo-cristianos, que ya han descubierto el Reino, a que sean radicales
en su opción y a que la vivan con alegría.
A través de las imágenes del tesoro
escondido, la perla fina, la red llena de peces, lo nuevo y lo viejo del arca;
resalta la actitud del verdadero discípulo ante el descubrimiento del Reino de
Dios: la conversión y el cambio de orientación de la propia vida. El fin de
este capítulo, a través de las parábolas, es presentar el modelo ideal del
discípulo[1].
va y vende todo cuanto tiene y lo compra. |
c) Lo que dice el texto:
Las dos primeras parábolas encarecen el
valor del reinado de Dios, al cual hay que sacrificar todos los demás
valores. El hombre que descubrió el
tesoro descubrió lo que no buscaba, mientras que el buscador de perlas encontró
lo que no se atrevía a imaginar.
No se entra en el reinado de Dios por
los propios méritos, sino que es un don que se ofrece y que pide una
respuesta. A los afortunados con el
hallazgo les queda por delante la labor de toda una vida, la de ir subordinando
todo (vender todas las posesiones, dice Jesús) a la causa del Reino, que se
convierte en el único valor absoluto para quien lo descubre; es la mayor
riqueza para el seguidor de Jesús.
La parábola de la red insiste en el
desenlace del reinado, Jesús no intenta amenazar ni infundir terror, sino
resaltar lo extraordinariamente importante
que es el don que se ofrece y lo decisivo de la respuesta de la persona[2].
Asimismo el Reino de los Cielos es como un comerciante que busca perlas finas. |
MEDITATIO: ¿Qué me dice a
mí el texto?
¿He acogido con libertad de corazón la
salvación de Dios, su reinado en mi vida? ¿Qué me dicen hoy los verbos va, vende, compra? ¿Qué me impide
adquirir el tesoro, la perla valiosa, sacar lo nuevo y lo viejo de mí? ¿Dios y
su voluntad me plenifican? ¿La experiencia de Dios en mi vida es lo más
importante hoy? ¿Me doy cuenta que en la parábola de la red Jesús explica muy
bien que sólo hay dos caminos? ¿En cuál me ubico? ¿El seleccionado para el
reino, o el descartado? ¿Qué actitudes sobresalen en la respuesta al Reino de
Dios en mi vida?
El Reino de Dios, la experiencia de
Dios, llega a mí como un regalo que no puedo calcular con números… es tan
desproporcionada a mi pobreza que me sorprende, me desborda y me hace reconocer
que todo es don: el encontrar el tesoro, la perla valiosa; la valentía de
aprender a vender y colocar a Dios y su voluntad en mí sobre todo lo demás, el
elegirle a Él viviendo en conversión continua, la respuesta cada vez más
confiada a tu reinado en mí… todo es don.
ORATIO: ¿Qué le digo a
Dios?
Padre Bueno, tu
Palabra llega hoy a mi vida como la luz que ilumina la ruta de mi caminar como
misionera que nunca desea dejar de ser tu discípula.
Luz que me
invita a caminar con firmeza, descubriendo en mi respuesta a tu voluntad las
actitudes que hablan de apertura alegre a tu reinado total en mi vida o
aquellas que hablan de resistencias a vender todo aquello que no necesito con
profundidad.
Tú llegas a mi
vida muchas veces sin pedirlo y cuánto agradezco que en tu misericordia mi
corazón se pierda en el interrogante: ¿te busco o me buscas?
Tú eres el
tesoro que siempre está allí, Tú eres el fuego ardiente en mi interior que me
mueve a buscarte… Tú, Padre Bueno, eres la perla valiosa que me alegro
encontrar en cada gesto de amor, en cada salida de Ti mismo, en la Eucaristía,
en tu Palabra, en la comunidad, en el servicio, en tu Espíritu y sus dones.
Nadie más que
Tú, Padre Bueno, me hace reposar en la plenitud de quien sabe que la búsqueda
termina en tu abrazo misericordioso e inicia en el deseo de amarte con mayor
sinceridad.
Perdona mis
desvíos, mis temores, la mirada a los “tesoritos”, “perlitas” de menos valor,
de menos significado y profundidad.
Enséñame a
amarte por sobre todas las cosas y a vivir en fidelidad tu Reino, ya presente
entre nosotros.
El Reino de los Cielos es como un hombre, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas. |
CONTEMPLATIO: Contemplo a Dios
como Padre que me educa en el amor y en el aprender a optar por lo mejor entre
lo mejor. Me dejo guiar porque reconozco
que soy discípul@ en formación.
ACTIO: Pido la luz de su
Espíritu para reconocer en qué situación de mi vida esta Palabra me invita a
renovar mi actitud discipular.
Brenda Ovalle Hernández Novicia MAR
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