Los cuatro terrenos del alma humana
En
el libro El
maestro inolvidable, del autor Augusto Jorge Cury, desde el corazón
de los discípulos de Jesús, (pero también el nuestro) se nos presentan los
terrenos del alma humana.
A
lo largo del libro el autor tiene la intención de analizar la inteligencia de
Jesús, según él “el más grande educador
de la historia, que transformó el árido suelo de la personalidad humana en un
jardín de sueños.”
Durante treinta años, Jesús
indagó silenciosamente el proceso de formación de la personalidad. Era un
especialista en detectar nuestras dificultades. Sabía que herimos a las
personas que más amamos, que perdemos fácilmente la paciencia, que somos
gobernados por nuestras preocupaciones. En vez de acusarnos, Él nos estimula a
pensar. Quería que las multitudes hicieran lo mismo.
Sabía
que la personalidad no cambia con un toque mágico. Era un educador de
principios. Un pensador perspicaz, agudo y detallista.
Él
no quería solo dar enseñanzas, reglas de comportamiento y normas de conducta,
algo muy presente en la cultura y religión judía, pero que, por lo visto, no
tuvo éxito: el egoísmo, las injusticias y la agresividad no se acabaron, por el
contrario, aumentaron.
La
ley y las reglas de conducta tratan de cambiar al ser humano de afuera hacia
adentro, las semillas que sembró Jesús en sus corazones tenían como objetivo el
cambio de adentro hacia afuera.
Jesús
usa la figura de un sembrador. “Un educador que
siembra es un verdadero revolucionario. Él nunca tiene el control sobre lo que
siembra. Las semillas tendrán vida propia y podrán cambiar para siempre el
ecosistema emocional y social.”
“Nadie
más soñó cambiar tanto al mundo como Jesús. Pero jamás usó ningún tipo de
violencia y presión para lograrlo. Sabía que el cambio solo sería real si
cambiaba la ecología del alma y del espíritu humano.
Los
cuatros tipos de terrenos que Él describió en su parábola representan cuatro
tipos de personalidades distintas o cuatro aprendizajes de la misma
personalidad.”
Una tierra a
la orilla del camino. Un suelo endurecido e impermeable. Las semillas lanzadas
ahí no penetran, no encuentran las mínimas condiciones para germinar.
Representa
a las personas que tienen su propio camino, las que no están abiertas para algo
nuevo, no están dispuestas a aprender. Personas encerradas dentro de su mundo,
contaminadas por el orgullo. Sus verdades son eternas y absolutas. Su corazón
está duro como la tierra de un camino.
Los
dolores, las pérdidas, deberían funcionar como arados para surcar el corazón
emocional, pero nuestra rigidez no permite que penetren en lo profundo de
nuestro ser. Tales experiencias enfrentadas por nosotros y por los demás
deberían ser como una lluvia mansa y suave para irrigar el territorio de
nuestra inteligencia, pues una persona
inteligente aprende de sus errores y las sabias aprenden de los errores de los
demás. Visto que la sabiduría exige siempre abertura. La humildad es una virtud y fuerza de los
sabios, y la arrogancia, la de los débiles.
Ni
siquiera Jesús podría germinar en un corazón compacto a orilla del camino. ¿Por
qué? Porque Él nunca invadía la psique de ninguna persona. Él solamente
trabajaba en el alma de los que se lo permitían. Era necesario que ellas se
abrieran y reconocieran su orgullo, rigidez, arrogancia, para que Él las pueda
ayudar. Los jóvenes discípulos, aunque inflexibles, le abrieron todo su ser.
El
orgullo es el virus psíquico que destruye todo y cualquier personalidad.
Las
semillas que no penetran en la tierra se las
comen las
aves del cielo, pierden su función.
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