Caracterización de la fe de Jesús de Nazaret desde el evangelio según Marcos.

En la clase de Seguimiento de Jesús que llevamos en el CER y nos comparte el profesor Miller Bueno, nos pusieron una tarea: buscar las características de la fe de Jesús en el evangelio de San Marcos, desde lo que Jesús dijo e hizo y con quienes se relacionó, en este trabajo pude concluir acerca de Jesús que habla, actúa y se relaciona mostrando a:
· Un Dios Papá de todos sin distinción de estatus social, raza, formación; para Él todos somos sus hijos y tiene un gran proyecto de justicia, amor y esperanza, en el que nos invita constantemente a vivir en conversión hacia Él, a preparar en el corazón un lugar para Él, que se acerca e irrumpe en la realidad del mundo, «preparar el camino del Señor», un camino concreto y bien definido, el camino que va a seguir Jesús defraudando las expectativas convencionales de muchos (El camino abierto por Jesús , Pagola).
· Un Dios que está dispuesto a perdonar los pecados y
devolver la dignidad a los hombres y mujeres, porque no se arraiga a una
estructura, ley o forma sino más bien se preocupa por la persona y su
realidad; su respuesta ante las dificultades, enfermedades, ante el pecador y
el que sufre no son grandes charlas ni
teorías: él sana, perdona, reconoce a la persona y como tal la valora.
· Un Dios que se atreve a llamarnos a pesar de ser lo más débil e
insignificante para la sociedad; que
confía en cada persona, «con Cristo, el cielo ha quedado abierto; de
Dios sólo brota amor y paz; podemos vivir con confianza. A pesar de nuestros
errores y nuestra mediocridad insoportable,… En adelante podemos afrontar la
vida no como una «historia sucia» que hemos de purificar constantemente, sino
como el regalo de la «dignidad de hijos de Dios», que hemos de cuidar con gozo
y agradecimiento.» (El camino abierto
por Jesús, Pagola)
· Un Dios de la vida y que está vivo, que
no abandona a sus hijos que está presente y se preocupa por forjar un reino de
paz y amor entre todos y en cada uno, que libera de todas las ataduras,
humaniza y es cercano, apoya, es fuerza para el débil y el excluido.
· Un Dios que invita a superar los miedos,
a reconocer que el amor que Él nos tiene es más grande que nuestros temores y
que no hay mejor manera que enfrentar el miedo que abandonarse a su voluntad, a
su amor que todo lo sana y para el que todo es posible. Invita a sus seguidores
a vivir desde el perdón mutuo, que devuelve la alegría y la esperanza, que
libera y hace a las comunidades más fuertes.
· Un Dios que es generoso en el amor,
desborda amor y permite que se le ame de forma desmedida. (Mc. 14,1-9)
· Un Dios que es de los más pequeños,
sencillos y humildes, de los que se encuentran en la periferia, los pobres, los
últimos; que convierte la muerte en vida y que da su propia vida por todos. El
Dios que anuncia la buena noticia.
· Un Dios que es providente, da a sus
hijos lo necesario y les invita a vivir libres, desprendidos y sin ataduras;
que capacita a sus hijos no para enfrentar a los otros seres humanos sino para
expulsar demonios, para liberarlos de su mal y devolverles su dignidad. Siempre
da una respuesta ante el que sufre, no pasa de largo.
· Un Dios que no es milagrero, no busca
glorias ni triunfos sino que actúa con discreción, que habla a lo profundo del corazón y se
manifiesta en la soledad y en la comunidad; para el que nada es oculto, pero
que da la oportunidad a volver al camino.
· Un Dios que revela nuestras reales
intenciones; con ansias de comunicarse con sus hijos, un Dios “desconcertante y
fiel”.
· Un Dios de procesos, que invita a
entregar toda la vida para poder ganarla en Él, que pide a sus discípulos
fidelidad y ora por ellos aún en la debilidad; Dios del servicio, que va en
ayuda del que necesita y así le pide a sus discípulos que entreguen su vida.
Muestra una vida que sólo
tiene sentido en la clave de construir el reino de Dios, de hacer su voluntad y
asumir las consecuencias.
Karen Polanco, Novicia MAR
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