Lectio Divina, I Domingo de Adviento-Ciclo B
“¡Atención!”
Marcos 13, 33-37
Hemos
de amar y esperar, como santamente nos exhortas,
la
venida del Señor (San Agustín, Carta 199,14).
Con el primer domingo de Adviento
iniciamos un nuevo año litúrgico, una nueva oportunidad de encuentro con Jesús
a través de su Palabra, que “no pasará” (Mc 13,31). En este nuevo ciclo la
Iglesia nos propone la lectura y meditación del Evangelio según san Marcos, que
nos invitará, básicamente, a responder dos preguntas: “¿Quién es Jesús?” y
“¿Quién es el verdadero discípulo?”. Dos preguntas vitales para la vivencia de
nuestra fe, para el seguimiento a Jesús.
El adviento nos va poniendo en
sintonía para dar estas respuestas, nos prepara para recibir al Dios Humanado,
al Verbo Encarnado cuya inigualable humildad nos confronta profundamente y nos
enruta en el camino del discipulado.
1.
Invocatio
Espíritu Santo de Dios, Tú eres quien nos
dispone a escuchar la voz de Jesús a través de su Palabra; Tú eres el Hortelano
que cuida y hace germinar su semilla en nuestros corazones para que produzca
los frutos del Reino; Tú eres quien nos da la fortaleza para asumir el
Evangelio y testimoniarlo con nuestra propia vida; Tú eres el que nos permite
permanecer atentos a los signos de salvación que Dios suscita en nosotros y en
nuestro alrededor…
Me sumerjo alegre en el mar de la Buena
Noticia porque Tú estás conmigo y me diriges certeramente hacia la voluntad del
Padre. Por tu acción, al igual que María, mi Madre, quiero decir “¡hágase en
mí!”.
2.
Lectio
33¡Estén
atentos y despiertos, porque no conocen el día ni la hora!
34 Será
como un hombre que se va de su casa y se la encarga a sus sirvientes, distribuye las
tareas, y al portero le encarga que vigile.
35Así
pues, estén atentos porque no saben cuándo va a llegar el dueño de la casa, si
al anochecer o a medianoche o al canto del gallo o de mañana; 36que,
al llegar de repente, no los sorprenda dormidos.
37Lo
que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Estén atentos!
·
Contextualización
“En su caminar en la
historia, nos enseña este discurso, los discípulos deben estar atentos ante los
peligros externos (los falsos profetas, la persecución) y los peligros internos
(perder de vista al Señor). Pero no todo es negativo, en medio de la oscuridad
se asoma una esperanza. Cuando llegamos a la última parte del discurso
(13,28-37), Jesús cuenta dos parábolas: comienza con la parábola de la higuera
(13,28-32) y termina con la parábola del patrón ausente (13,33-37).
El tema de estas parábolas es la venida del Hijo del hombre. Las
imágenes nos ponen ante situaciones de ausencia, pero ausencia provisional, en
la expectativa del regreso: cuando se asoman las ramas tiernas de la higuera el
verano todavía no ha llegado, pero se sabe que vendrá irremediablemente
(13,28-32); cuando los empleados están encargados de la casa, el patrón todavía
no está presente, pero a su tiempo él llegará para pedirles cuentas (13,33-37).
Así se retoma la inquietud de los cuatro discípulos, Pedro,
Santiago, Juan y Andrés, quienes observando la belleza del Templo y ante la
advertencia del Maestro de que éste llegaría a su fin, solicitaron: “Dinos
cuándo sucederá eso, y cuál es la señal de que todas estas cosas están para
cumplirse” (13,4).
No se pueden hacer previsiones matemáticas sobre el día en que
llegará el fin ni tampoco nadie conoce el tiempo de su segunda venida: “De
aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sólo
el Padre” (13,32).
Con esta idea comienza el pasaje que vamos a considerar: no se
sabe el tiempo de la “venida”. A los discípulos se les dice: “porque ignoráis
cuándo será el momento… porque no sabéis cuándo viene el dueño de la casa”
(13,33b.35b). A la luz de esta realidad se sacan las consecuencias para el
discipulado: ¿cuál debe ser su actitud en el tiempo de la espera?
El pasaje le ha dado importancia a la espera nocturna. Esto puede estar asociado a lo que hacían los primeros cristianos al reunirse. Recordemos que la asamblea dominical de la primitiva Iglesia duraba la noche entera. Lo hacían en espera del alba del primer día de la semana, el día del Señor (el “dies dominica”). Los cristianos al esperar la venida de Jesús, el Señor resucitado, vivían con mayor intensidad esta espera, siempre estaban en tiempo de Adviento.
Pero la vigilia tiene un gran valor espiritual. La “vigilia” no
es un paliativo para olvidarse de los miedos o las preocupaciones de cada día.
Todo lo contrario, la noche representa el tiempo de la crisis que provoca la
soledad, que reaviva los temores y las angustias.
La vigilia tiene aspectos y significados diversos: hay quien
vela porque no consigue encontrar el equilibrio y la serenidad del sueño;
también hay quien vela porque una tarea urgente para el día siguiente y no cuenta
con más tiempo; hay quien vela porque está en una fiesta hasta el amanecer. Hay
padres de familia que velan esperando al cónyuge o al hijo fuera de casa; hay
personas que velan esperando la muerte de un agonizante; hay quien vela porque
está enfermo; hay quien vela trabajando por los demás.
Según esto, la vigilancia se hace más intensa durante la noche,
que es precisamente cuando se hacen más oscuros los significados y valores de
la vida.
Esperar la venida del Señor, no aguardar pasivamente la solución
de los problemas personales, familiares o sociales como un cambio espectacular
que llega de repente. Una espera milagrerista sólo provoca nuevas desilusiones.
Un discípulo de Jesús sabe que cuenta con la fidelidad de Dios,
quien se manifiesta en los signos de la historia y en cada encuentro cotidiano,
donde es llamado a comprometer toda su responsabilidad”[1]
3. Meditatio
En un momento de silencio dejemos que
esta Palabra hable a nuestra vida. Preguntemos al Señor, que habita en lo
profundo de nuestro corazón, qué nos quiere decir con este texto…
Tal vez nos pueden ayudar las
siguientes preguntas: ¿qué me pide “vigilar” hoy el Señor?, ¿realmente estoy atento a su Palabra, a sus
invitaciones, a lo que Él me quiere conducir?, ¿cómo me encuentra,
espiritualmente hablando, la llegada del Adviento?, ¿qué proyecciones puedo
realizar para que éste no sea “un tiempo litúrgico más”?, ¿de qué forma preparo
mi corazón para que sea Pesebre?,
¿descubro algún contenido misionero en este pasaje?
4.
Oratio
Quiero
esperarte, Señor. A veces me distraigo en cosas de poca importancia; a veces
mis oídos no son capaces de escucharte tocando insistentemente a mi puerta; a
veces mi mirada corre tras brillos fugaces, cuando Tú eres la única Luz
Verdadera; a veces mis pies olvidan pisar sobre tus huellas…
Pero
a pesar de todo quiero esperarte, Señor; quiero permanecer atenta a los
diversos caminos por donde llegas; quiero aprender a descubrirte allí donde
antes no te había visto, quiero esperarte, Señor.
Cuento contigo; mantén con tu Gracia mi
corazón despierto, para que sepa
reconocerte a lo lejos, para que cuando llegues me encuentres realizando la
tarea que me encomendaste. Te amo Jesús
mío, gracias por estar aquí.
5.
Contemplatio/Actio
Nos damos un tiempo para estar en
silencio con Jesús, para dejarnos envolver por su amor transformador y amarle
con toda nuestra existencia… desde allí proyecto las acciones que me permitirán
hacer vida esta Palabra y me lanzo con alegría y confianza total hacia donde el
Señor me sugiere.
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