LA BÚSQUEDA: 10 Palabras sobre la oración en san Agustín
San
Agustín nos habla de esta segunda palabra que es “Búsqueda”. Y nos comienza
diciendo que buscamos a Dios por el simple hecho de que Él nos amó primero. Nos
quiere decir que el deseo de búsqueda es gracia de Dios, que no es una búsqueda
actuada por nuestras propias fuerzas; sino que es la fuerza de Dios que actúa
en cada uno de nosotros.
A Dios
lo encontramos en cada rincón de este mundo que el mismo creó.
Salmo 139 (138): ¿A dónde iré para
estar lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? Si subo al cielo,
allí estás tú; si me tiendo en el Abismo, estás presente. Su presencia está en
todos lados y conoce hasta lo más íntimo de nuestro ser. “Tú conocías hasta el
fondo de mi alma y nada de mi ser se te ocultaba, cuando yo era formado en lo
secreto, cuando era tejido en lo profundo de la tierra”.
Dios
habita en nuestro corazón y siempre nos está llamando; pero nuestros ruidos
externos muchas veces no nos permiten escucharlo. Se vive en un acelere
rutinario por las obligaciones y preocupaciones que en el día a día, no se
permite parar unos minutos para contemplar la naturaleza y apreciar el silencio
en donde habita el Dios creador.
San
Agustín nos invita a que busquemos a Dios con un verdadero deseo que Él mismo
inquieta nuestro corazón para ir a su encuentro y apasionándonos cada día más y
más por querer estar con Él en lo más
íntimo de nuestro corazón.
Para
encontrarnos con Dios en la oración es necesario que perseveremos y que pongamos en práctica nuestra paciencia. Porque no todo lo que le
pidamos nos lo concederá en ese momento. Si no que Él conoce muy bien qué es lo
que necesitamos y es por eso que Él nos lo va a dar en su debido momento,
cuando sienta que estamos preparados para recibirlo.
Si
nuestra fe no está bien cimentada, nos puede llegar a pasar que en los momentos
difíciles lo primero que busquemos es alejarnos de Dios. Es en los momentos
difíciles de crisis en donde purificamos nuestro corazón muriendo a todo lo
malo que no nos ayuda a crecer humanamente.
El
alfarero de nuestra historia es el que va moldeando nuestro barro, haciéndonos
vasijas de barro frágiles; que tenemos que pasar por el calor del horno para
purificarnos. Hay que crecer en humildad e ir haciendo camino en la paciencia.
Cuando
nos ponemos a hacer oración es importante que nos reconozcamos con un corazón
humilde sediento de Dios y que
necesitamos que empape nuestro barro de su amor y misericordia para que
continúe moldeándonos en sus tiernas manos. Por eso, es en el Dios de la Vida,
que es puro amor, en donde nuestro corazón va a descansar.
Nuestro
día tiene que estar centrado en cada cosa que realizamos en Dios, elevando
nuestro corazón hacia el cielo y permaneciendo en oración continua, en ese diálogo
silencioso en nuestro corazón en donde habita lo más puro de su amor.
Dame la
gracia de cultivar el silencio en el día a día para contemplarte en cada
detalle que me regalas. Y continua regalándome un corazón agradecido por todos
los detalles que tienes para conmigo. Mantén mi corazón siempre inquieto para
acrecentar mi deseo de buscarte cada día, para contemplarte y disfrutar de tu amorosa
presencia. (Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR, El Clamor del corazón)
María Agustina
Rodríguez
Novicia MAR.
Comentarios
Publicar un comentario