LA EVANGELIZACIÓN DE LAS FAMILIAS

La familia debe ser comunidad de amor y vida, signo de la unidad y amor que vive la Trinidad. Pero para serlo es necesario que ésta reciba el Evangelio, se deje empapar por el mensaje de Jesús; asimismo se nutra de la presencia de Dios en los sacramentos, en especial los sacramentos de la Eucaristía (alimento de vida, unidad, esperanza y transformación) y el perdón (sacramento donde acogemos el amor misericordioso del Padre, y donde nos hacemos más misericordiosos).

Solo la presencia viva del Espíritu Santo puede hacer a nuestras familias signos del Reino hoy. En medio de tantos egoísmos, luchas de poder, falta de  comunicación, relativismo de los valores fundamentales; se puede tergiversar el papel de nuestras familias en la sociedad y en la iglesia.

Solo es posible salvarlo desde la acción del Espíritu; Él es el dador de vida, el Amor en toda su expresión, y Él nos fortalecerá y guiará si así se lo pedimos y abrimos nuestros corazones.  La oración personal y el discernimiento son excelentes medios para la vida diaria de las familias.

Cuesta sacrificio  para cualquiera entrar en oración, ahora para una familia compuesta por personas de edades y pensamientos diferentes es mucho más difícil que entre en una dinámica de oración y  discernimiento.

Es fundamental la formación espiritual de los padres desde la pastoral familiar, para que la oración y el discernimiento se conviertan en convicción.  A la vez, otro punto importante sería la educación espiritual desde la primera infancia de los hijos, en miras de que crezcan  con la necesidad del encuentro personal con Jesús.


Vivir, criar y ser no es ciencia exacta, por lo tanto siempre habrá un rango de error. Se da el caso muy cierto de que padres cristianos  comprometidos, se esfuerzan en la crianza de sus hijos y estos no son coherentes con la educación recibida.

Las diferentes corrientes de espiritualidad que enriquecen nuestra iglesia son instrumento valioso para la pastoral con las familias. Han hecho un trabajo valioso las fraternidades seglares de las diferentes órdenes y congregaciones de la iglesia, familias se forman, hacen camino y ayudan a otras a realizar lo mismo.

Pero,  la misión de la familia ¿se queda encerrada en ella?

Podemos decir a partir del Génesis que lo propio de la familia  es “custodiar, revelar y comunicar el amor”. Desde este punto la Iglesia descubre que  la familia tiene su misión y es:

·       La formación de una comunidad de personas.
·       El servicio a la vida.
·       La participación en el desarrollo de la sociedad.
·       La participación en la vida y en la misión de la Iglesia.

Para que la familia sea una comunidad de crecimiento integral de cada uno de sus miembros y sea "fundada y vivificada por el Amor", es necesario que en los cónyuges haya una base de madurez afectiva, humana y moral y que ésta se viva en el día a día.

El servicio a la vida a la que está llamada la familia,  no se debe quedar en la mera procreación, sino que ha de llegar a la educación  continua de los hijos, para que estos descubran el valor de la propia vida, de ser humanos y a su vez lo contagien.



La familia debe ser agente de cambio en la sociedad, en esta realidad donde  lo que nos mueve es todo lo que me convenga a mí, encerrada en mí; la familia al ser comunidad, núcleo de la sociedad, como parte de la Iglesia está llamada a ser escándalo de comunión, a vivir e invitar a vivir la justicia, el respeto, la equidad, en fin, la ley del amor.  La familia cristiana está comprometida a ser profeta en la sociedad, anunciar lo bueno y denunciar lo injusto.


Participar activamente en la Iglesia, siendo testimonio para otras familias, tomándose en serio el hecho de que se es sacramento vivo de la presencia de Dios en el mundo, para así ayudar a construir el reino desde acá,  es parte del cometido que Dios nos deja a las familias cristianas como pequeñas Iglesias vivas.



Karen Polanco, Novicia MAR

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