SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
La comunidad del Noviciado uniéndonos a la celebración litúrgica
de la Inmaculada Concepción, encendimos la luz, como
signo de la esperanza, de la paz que tanto necesita nuestro mundo, signo de que
Cristo está por venir y necesitamos acogerlo en nuestros corazones.
Compartimos con ustedes un poco sobre la historia del dogma de la
Inmaculada Concepción.
En el siglo IX se introdujo en Occidente la fiesta de la
Concepción de María, primero en Nápoles y luego en Inglaterra.
Hacia el año 1128, un monje de Canterbury
llamado Eadmero escribe el primer tratado sobre la Inmaculada
Concepción donde rechaza la objeción contra el privilegio de la Inmaculada
Concepción, fundada en la doctrina de la transmisión del pecado original en la
generación humana.
Recurre oportunamente a la imagen de la castaña "que es concebida, alimentada
y formada bajo las espinas, pero que a pesar de eso queda al resguardo de sus
pinchazos". Incluso
bajo las espinas de una generación que de por sí debería transmitir el pecado
original -argumenta Eadmero-, María permaneció libre de toda mancha, por
voluntad explícita de Dios que "lo pudo, evidentemente, y lo quiso. Así
pues, si lo quiso, lo hizo”.
Los grandes teólogos del siglo XIII presentaban las mismas
dificultades de San Agustín: la redención obrada por Cristo no sería universal
si la condición de pecado no fuese común a todos los seres humanos. Si María no
hubiera contraído la culpa original, no hubiera podido ser rescatada. En
efecto, la redención consiste en librar a quien se encuentra en estado de
pecado.
El franciscano Juan Duns Escoto, al principio del siglo
XIV, sostuvo que Cristo, el mediador perfecto, realizó precisamente en María el
acto de mediación más excelso: Cristo la redimió preservándola del
pecado original. Se trata una redención aún más admirable: No por liberación
del pecado, sino por preservación del pecado.
En torno a las ideas de Escoto se suscitó una gran controversia.
Después de que el Papa Sixto IV aprobara, en 1477, la misa de la
Concepción y luego en el 1483 extendió la fiesta de la Concepción Inmaculada de
María a toda la Iglesia de Occidente, esa doctrina fue cada vez más aceptada en
las escuelas teológicas.
El 8 de diciembre del 1854 el Papa Pío IX con la epístola
apostólica Innefabilis Deus, proclama la inmaculada concepción de la Virgen
María.
Definición
del dogma:
“…declaramos,
afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué
debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que
sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de
culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y
privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo,
salvador del género humano, Por lo cual, si algunos presumieren sentir en su
corazón contra los que Nos hemos definido, que Dios no lo permita, tengan
entendido y sepan además que se condenan por su propia sentencia, que han
naufragado en la fe, y que se han separado de la unidad de la Iglesia, y que
además, si osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera
manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a
las penas establecidas por el derecho.”
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