Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres


Doy  gracias a Dios por  todas las experiencias vividas en este año canónico,  en la casa del  Noviciado y por estar cerca de mí en cada momento.
Dios a lo largo de los días fue haciendo su trabajo en mi como ese alfarero que va moldeando mi barro; ese médico que sana mis heridas y a través de ellas mismas me fortalece, teniendo en cuenta que el sufrimiento es parte de la vida y de los que siguen a Jesús. Fui percibiendo que yo no soy el centro de todo; que quienes  me rodean están  primero que yo. El amarme y conocerme me ayuda a hacer lo mismo con mi prójimo.

Estoy agradecida con Dios, ya que a través del acompañamiento y formación  con la hermana Nieves Mary Castro he ido creciendo en varios aspectos de mi vida, tanto personal como espiritual y comunitario; Dios me ha ido  hablando a través de ella;  a través de su animación, disponibilidad, de saber escuchar, comprensión;  he percibido que  en este camino de interioridad y contemplación profunda Dios tiene un misterio de amor conmigo, en el que voy  descubriendo que cada día me ama. Pero esta formación   va dando sus frutos, sabiendo que lo que recibo gratis debo darlo gratis, ya que nada me pertenece ni viene de mí, sino de Aquel que todo lo puede.

Me voy percatando de que Dios se vale de instrumentos para acercarnos a Él y hacer que nuestra vida adquiera un sentido más profundo.

A pesar de mis errores y debilidades he visto a un Padre misericordioso, amoroso que me sigue amando; pero eso conlleva el abandonarme en sus brazos  y hacer su voluntad no la mía. En el camino voy sabiendo esperar y ver que Dios  no me exige más de lo que yo puedo dar.

Desde cada encuentro con Jesús me voy sintiendo unida al Él y habitada por su gracia. Cada día siento un amor tan grande de Dios hacia mí que va transformando mi vida. Voy vaciándome de mí,  para llenarme de Él y  despojándome por completo para adherirme a él como su hija que soy.

Solo Dios va dando sentido a mi vida y fuera de Él no hay felicidad; en Él lo tengo todo. Fui descubriendo que al ejercitarme en el silencio voy escuchando la voz de Dios. A través de acallar  mis ruidos interiores sigo en camino hacia Dios. La oración ha sido ese medio que va fortaleciendo mi vocación, pero acompañado de la Fe, confiando en Dios.

He aprendido a no dejarme llevar por los sentimientos sino por los hechos; reconocer lo del otro y   valorar lo que hace; conocer más  a mis hermanas y amarlas con sus cualidades y defectos. Si Dios me quiere como soy también a ellas,  teniendo en cuenta que yo no estoy aquí para que me amen sino para amar y hacer la voluntad del Padre.
Voy creciendo en cercanía y entrega a mis hermanas, estando disponibles para cuando me necesiten; creando lazos de fraternidad, compartiendo unas a otras las alegrías y dinamismo. Voy aprendiendo de ellas y tengo presente que cada una desde lo que puede da y aporta una gran riqueza a mi vida.

Pude tener la dicha de impartir catequesis a Jóvenes de Confirmación a  través de  los cuales aprendí que no se necesita decir muchas cosas, ya que nuestras acciones hablan por sí solas; solo es  acompañar, escuchar e involucrase en su realidad para desde ahí evangelizar.

El convivir y visitar a las personas enfermas me da un testimonio de vida, de que cuando Dios está a nuestro lado nuestra vida es más llevadera y que no se necesitan muchas cosas para ser feliz.

Lo que recibo lo voy poniendo en práctica en el servicio, entrega y donación con aquellas personas que voy compartiendo. Dios las ha puesto en mi camino para tener claro que personas como ellas (sencillas, humildes) son las que llegan a contemplar el rostro de Dios misericordioso. Como llamada a este camino siguiendo las huellas de Jesús estoy invitada a ser otro Cristo en medio de los más pequeños.

Termino este año agradecida con Dios por su infinita bondad y solo puedo decir que solo me basta la gracia de Dios.  Me siento plena, alegre y con muchas ganas de seguir caminando al lado de ese Padre que amo; sigo apostando por él a pesar de las consecuencias que puedan surgir.

Y como dice nuestro gran Padre San Agustín: “Por amor de tu amor hago lo que hago”.
Santa Isabel Mojica Mejía
Novicia MAR

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