LA JOVEN SITIADA, UNA LECTURA DE JUDIT A PARTIR DE DINA, DE ANNA MARÍA RIZZANTE GALLAZZI
Resumen:
En la oración y cántico de victoria de Judit, en
ellos podemos ver las luchas que violentan a las mujeres y pobres.
El libro de Judit:
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Libro deuterocanónico
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Escrito probablemente durante la
guerra de los Macabeos hacia el año 170 a.C.
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Escrito en forma de novela.
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Se narra la tragedia del pueblo que
se encuentra amenazado por Holofernes (fue un general asirio a las órdenes de
Nabucodonosor II. Aparece en los libros Deuterocanónicos, concretamente en el
Libro de Judith como rey de Asiria entre el 158 y 157 a. C.).
v
Todos se encuentran en desesperación
(población).
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Judit se pone al servicio de Dios
para enfrentar al enemigo.
v
La acción de Judit provoca la acción
del pueblo para obtener la libertad.
Situando
nuestras reflexiones:
Post – exilio:
tiempo de reconstrucción del templo, codificación de las leyes e
institucionalización jerárquica de la religión. Se implanta el sacrificio por
el pecado, puros e impuros. Es un nuevo modelo religioso, que genera un gueto,
al creerse el verdadero Israel.
El pueblo que regresa
a Judá sufre por:
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Elegir entre sus familias y
propiedades.
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Pagar impuestos excesivos.
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Algunos cayeron en semiesclavitud
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Pérdida de tierras.
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Reducidos por no respetar y conocer
la multitud de leyes.
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Hay pobreza.
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Sentimiento de impureza (pecadores).
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Incapacidad para conocer y practicar
las leyes.
Por lo tanto el
pobre es el único culpable de esta situación, ya que al no poder orar es
incapaz de atraer a su vida las bendiciones de Dios, su única salida es
pagar al templo a través del sacrificio
por el pecado.
Las más oprimidas
fueron las mujeres pues fueron definidas como impuras por su cuerpo y
fisiología. Las segregaciones, menstruación, acto sexual son declarados impuros
y por eso tienen que someterse al pago por su purificación. Ellas son las que
pagan más al templo. Son excluidas de la actividad social y política. El mal
del mundo para ellos está en la mujer, son pecadoras y causantes del pecado.
Era
la hora en que se ofrecía el sacrificio de la tarde (9,1b):
En el capítulo 8,
Judit discute con los jefes de la ciudad. Ella les dice que son incapaces de
conocer el corazón humano y menos a Dios y sus mandatos. A Judit la llaman
sabia, prudente y bondadosa, mujer de gran fe por eso la invitan a orar para
que llueva y Betulia sobreviva. Encontramos aquí una situación contraria
causada por la fe de Judit. Sin embargo su fe va más allá; ella no se conforma
solo con orar para llenar de agua las cisternas, notamos también que no ve como
castigo el cerco de Holofernes, sabe reconocer a Yahvé entre su pueblo, la fe
que profesa la coloca en riesgo de perder su propia vida, “Yo voy a hacer algo... Yavé
visitará Israel por mi mano” (8,32-33). Judit no minimiza a Dios en un Dios de cisternas como
lo hacen los sacerdotes.
En el capítulo 9, es
presentada con una actitud humilde ante Dios, con el rostro en tierra, cubierta
de cenizas, despojada de sus vestimentas (9, 1), se reconoce necesitada por
Dios, al igual que Ester, Susana, los pobres de la historia, tiene plena
conciencia de que todo viene de Dios así pues se coloca como su instrumento.
Esto sucede justo a la hora del sacrificio del templo, haciendo el paralelo con
el ofrecimiento que hace Judit a Dios para liberarlo.
La
memoria de Judit:
En la oración de
Judit no hace memoria de los grandes personajes, hace memoria de la acción de
Dios en el pueblo Y de Dina (hija de Jacob, violada por Siquén hijo de Jamor; Simeón
y Leví sus hermanos se vengaron cuando los culpables tenían los dolores de la circuncisión
Gen 34). Jacob ante el crimen se quedó callado, es por eso que Judit no
menciona a Jacob como padre, en su lugar llama a Simeón padre por organizar la
venganza de Dina. También hace memoria de la violencia y marginación que sufre
la mujer, Judit al igual que Dina es marginada por la situación del templo de
manera distinta pero ambas han sido violentadas. Tal vez no sean violadas
físicamente las mujeres pero lo son al ser declaradas impuras, podemos aumentar
a la marginación que tenían que dar a sus hijos para los ejército de los
conquistadores. El grito de tantas mujeres resuena en la oración de Judit, nos
presenta a las verdaderas víctimas y esa es la motivación de su fe y el
objetivo de la liberación. Judit hace una comparación, en Dina representa a
todas las mujeres oprimidas y a cada una de ellas las presenta como un
santuario profanado.
La autora nos
presenta a otra mujer también abusada, ella no tiene nombre, no tiene voz, solo
es llamada la concubina del levita, su marido la entrego a unos hombres para
que no lo mataran, abusaron tanto de ella que perdió la vida, el levita
entonces la descuartizó sin razón (Jue 19). Las guerras de las conquistas
fueron escenario de múltiples abusos contra las mujeres.
La
fe de Judit:
La voz de Judit le dice a Dios que sabe que Él está con todas
las “Dinas” de la
historia, tras la aparente victoria de los criminales,
Dios no pierde el mando sobre la historia, pues su rostro está presente a lo
largo de ella. Es un Dios que tiene fuerza, es capaz de destruir los ejércitos,
los caballos, los imperios… En Dios vemos el rostro del amor, el rostro del
amigo de todo tipo de viuda: “Óyeme también, que soy viuda” (9,4). Dios sabe escuchar el clamor
de los que sufren, y Judit exclama bellamente:
“Eres el Dios de los humillados,
El socorro de los oprimidos,
amparo de los débiles,
el protector de los abandonados,
el salvador de los desesperados.
Dios de mi padre, Dios de la herencia de Israel,
soberano de los cielos y de la tierra, creador de las aguas, rey
de todo lo que creaste” (9,11-12).
Judit además se declara su sierva:
“Deposita en mi mano de viuda la fuerza que planeé” (9,9b).
“Por la astucia de mis labios hiere al esclavo y al señor...
abate su arrogancia por las manos de una mujer” (9,10)
“Oye tú mi súplica.
Dame palabras seductoras para herir y matar... (9,12-13).
El ejército de Judit:

Judit está al
frente de la celebración, celebran el poder alabar nuevamente a Dios, la
presencia liberadora de Dios. Haciendo uso de su belleza seduce y confunde al enemigo
y con su espada le corta el cuello:
“Fue Judit, hija de Merari,
Que los confundió con la belleza de su rostro” (16,6b).
“Sus sandalias robaron su mirar,
Su belleza sedujo su corazón
Y su espada le cortó el pescuezo” (16,9).
Encontramos aquí el
motivo de la lucha de Judit, que no es otra que la de Yahvé: defender la tierra y con ella, los jóvenes,
los recién nacidos, los niños y las niñas. ¡Judit lucha por ellas! No para
salvar la ciudad ni el templo, o los intereses de los ancianos o de los
sacerdotes. Son los marginados, los humildes, los sencillos, los oprimidos
a los que ella llama “los míos”. Ella
no tiene hijos pero es madre de los pobres, ella da vida a los oprimidos que se
levantan a luchar:
“Mis humillados entonces, dieron gritos de guerra
y mis débiles gritaron,
ellos, quedaron aterrados;
y los míos levantaron sus voces
y ellos comenzaron a huir,
hijos de madres jóvenes los traspasaron los hirieron como a
hijos de desertores” (16,11-12).
Este es el ejército de Judit.
Estas son “las filas de Yavé” (16,12).
Este es ahora el cántico, la alabanza, el culto-servicio
agradable a Yavé. ¡Sacrificios, grasas, holocaustos, no son nada (16,13-16)!
¡Durante
tres meses el pueblo festejó!:
Judit celebra, en
su corazón habita el templo pero no la aristocracia en él implantada. Lo que
hace es cantar, dar ofrendas, hacer súplicas, pero sin los sacrificios que
humillan a los pobres y en especial a las mujeres. La libertad que Judit les da
es el poder celebrar las maravillas de Dios, su acción salvadora.
El cortarle la
cabeza a Holofernes nos dice la autora no fue lo más grandioso, lo que ocurre
después es buenísimo.
El sumo sacerdote
sale del templo va a la casa de Judit y la felicita, es exaltada en su propia
casa pues el sumo sacerdote le dice:
“¡Gloria de Jerusalén,
orgullo de Israel,
honra de nuestra gente!” (15,9)
“¡Bendita seas tú eternamente,
junto al Señor todopoderoso!” (15,10b).
Judit con su hazaña logra regresar a la mujer el puesto que le
habían quitado y pone al sacerdote en su lugar.
Segundo: Después comienza
la celebración y la fiesta:
Judit ofrece
delante del santuario el botín, los bienes de Holofernes, ella también es
comandante y no busca quedarse con nada, el pueblo celebra por tres meses ya
que la riqueza del botín les da para eso. Cuando no se guardan los bienes para
sí, cuando no hay marginación, hay tiempo y comida en abundancia para celebrar,
en esa fiesta hay lugar para todos.
¡Era
eso lo que quería Judit!:
La ciudad ha
quedado libre, no solo por la muerte de Holofernes, sino porque el pueblo, las
mujeres pueden celebrar durante tres meses. La liberación está en devolver al
pueblo su dignidad, quitando de sus hombros la carga de la humillación. Desde
este momento el templo es casa de los hijos de Dios, Judit renueva la alianza.
La paz para Israel:
“Cada uno volvió para su herencia
y Judit recibió en su propiedad...
Dio la libertad a su sierva...
A pesar de querida por muchos no aceptó marido...
Distribuyó sus bienes entre sus parientes y de su marido...
No hubo nadie para amedrentar los israelitas durante el tiempo
de ella y por muchos años después” (16.21-25).
Judit y el pueblo son ahora plenos, ella no necesita casarse o
tener hijos para eso, para ella era suficiente el reparto de los bienes, la
libertad del esclavo, la paz y seguridad.
¡Y los jefes solo querían llenar las cisternas y fueron a pedir
que ella los ayudará a orar!...
¡Judit rescató a Dina, rescató a la concubina, rescató a todas
las víctimas de templos y altares que en nombre de leyes por ellos creadas
marginan, oprimen, explotan y violan!
¡Bendita sea ella, para siempre, junto al Señor todopoderoso!
Síntesis realizada por Miriam Viviana Horta Colín, MAR
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