Beata Madre María de San José
La
madre María de San José, nacida en Maracay, Estado
Aragua, Venezuela; gozó de una familia que le inculcaba valores éticos,
morales y espirituales.
En su
infancia le sirvió de inspiración el ejemplo de su
madre, quien la invitaba a ser atenta, humilde y
sencilla.
Laura Evangelista
(nombre de Pila) desde muy pequeña gozaba de buena memoria, siempre decía que
se acordaba de varias experiencias de los 2 años años y hasta de meses de nacida.
Se
distinguió por ser diferente a las demás niñas de su edad, pasaba gran parte
del tiempo en la iglesia, asistía a misa muy temprano y le encantaba adorar a Jesús en la Eucaristía.
Aún en
su inocencia, en su corazón había un deseo “ser la
esposa de Jesús” deseo que día a día fue alimentando.
Con la ayuda del
padre López fundan la congregación de Agustinas Recoletas del Sagrado Corazón, adoptan la regla de
San Agustín y asumieron el lema de: “vivir
la caridad en una comunidad de amor fraterno, en la que, respetándose todos
como templos, formen “un solo corazón y una sola alma en Dios”
Laura, una vez que hace sus votos decide cambiar su
nombre por “MARÍA DE SAN JOSÉ”
Durante toda su vida, lo más importante fue amar a Jesús, sacrificarse por amor a él y por la conversión de las almas. Tuvo muy claro que allí donde estaba su tesoro estaba su corazón, tesoro que ganó para obtener la vida eterna.
Fue
ejemplo fiel de oración, encuentro con Jesús
Sacramentado, de entrega total y radical, de humildad, sencillez, alegría y de fraternidad.
Al
recordar el vigésimo primer aniversario de tu Beatificación queremos alabar a
Dios por las hermosas obras que te permitió hacer en vida y que con seguridad continúa
haciendo.
Gracias
porque en tu tiempo fuiste un gran ejemplo de lucha y entrega para el pueblo
Venezolano.
Madre María
de San José, mujer y morada de Dios, siempre con
manos abiertas para cualquiera de los hijos de Dios. Fuiste dotada de santidad desde tu niñez y a Cristo quisiste consagrarte en cuerpo y en alma bajo los consejos
evangélicos, respetándolos, amándolos y sacrificándote para serle fiel a tu
amado.
Sin duda fuiste una
mujer que integraba las actividades con la oración, las diferencias con el amor, el sacrificio por la conversión.
Gracias porque tu vida me enseña a amar profundamente a Jesús, las
dificultades y los sacrificios, gracias también porque con tu ejemplo me
cuestiono y me pregunto ¿qué tanto amo a Dios, al hermano, y a la comunidad?
Continúa intercediendo por tus hijas, por toda la familia
Agustiniana y por Venezuela, permite que
con tu ayuda podamos imitar tu ejemplo de vida.
"Gracias, Jesús de mi alma, por mi santa
vocación, gracias mil, pues desde mis tiernos años, tu gracia me ha
acompañado". M.María
Les compartimos su testimonio de lo que para ella significó su consagración religiosa. Dale clic para escucharlo
https://drive.google.com/file/d/0B2Pb_ODVLt4lT3hjdlI3UktmTmc/view?usp=sharing
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- Bonito que estuvo el
canto de hoy...pero lo oí clarito. - Ah los Votos."Jesús, Jesús, esposo
de mi alma" - Ay Dios, verdad! - "Quiero vivir con
vos crucificada. Los votos que pronuncié..." Yo dije que
dijéramos así porque como era para recordar sus votos. "Los votos
que pronuncié en este día quiero me tengan en la cruz clavada". -
Que públicamente los pronuncié. Los otros nadie lo sabía. Nadie lo sabe sino a
quien yo le digo. - Esos primeros votos fueron el día del Carmen, el 16 de
Julio de 1893. - El 16 de Julio. - Y después de 1903, a los 10 años. ¿Y los
cumplía de verdad, esos votos? - Como que no. - Por su cuenta. - Sí, por mi
cuenta. - ¿Y cómo hacía con el voto de pobreza? - Pues como yo... Yo me ponía
lo que mi mamá me pusiera y comía lo que me ponían. No tuve nunca voluntad,
así, para nada. No hacía sino lo que me mandaban. - Y la castidad ya... Pero a
los doce años haría voto de castidad porque como bajó los ojos a los doce años.
- A los doce años fueron los ojos. Sí. Los ojos y me quité las prendas. A mí me
gustaba mucho mis anillos, las pulseras. - Era pretenciosa, vanidosa. - Yo no
sé si sería. Me gustaba cuando me peinaban los crespos ay, ay, ay. Iba tres y
cuatro veces al espejo y me volteaba y me veía, pues, me gustaba. Y yo no me
dejé peinar más tampoco. - Ah no se dejó. Desde los doce años. - Desde los....
sí, cuando hice mi primera comunión. - No se peinó más crespos - No, más
crespos, me quité unos zarcillos que los tenía desde que nací. Me los mandó mi
abuela paterna. Bonitos! de Esmeralda, con tres esmeraldas y todo. Pero
grandotes eran y así me los pusieron desde chiquita. Y así los tuve hasta esa
edad. Y no tuve ganas de ponerme nada. "Pero hija, ¿por qué no te
pones? No mamá, porque no siento ganas. Entonces ella me dio permiso.
- Pero se lo debió haber ofrecido a Nuestro Señor. ¿No se lo ofreció? - Fue al
pie de la Eucaristía, en su altar. Yo fui casa de Él.
Wenderlyng Reyes Pre-Novicia
MAR
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