MARÍA, LA TODA SANTA
María
es, para san Agustín, el primer ejemplo de vida religiosa, de vida en
virginidad dedicada a Dios. De hecho dentro de su obra De sancta Virginitate,
el modelo y el paradigma a seguir es el de la Virgen María. Muchas de las
reflexiones agustinianas sobre la Virgen María se encuentran recogidas en esta
obra, y en sus sermones ad populum. Aparece dentro de la obra agustiniana, no
sólo como la que guardó siempre intacta su virginidad (Cf. s. 191, 3); sino que
afirma que María había consagrado su virginidad a Dios ya antes de la
concepción de Jesús, haciendo una interpretación de la anunciación a la luz de
la tradición. No desconociendo la tradición hebrea que veía de mala manera el
voto de virginidad, explica dicha virginidad apelando a los desposorios con
José como una forma de salvaguardar su virginidad, sin romper con la tradición
hebrea (Cf.uirg. 4, 4).
María es ejemplo de virginidad consagrada por amor a Dios y de maternidad. Fue madre virgen de Jesús y madre en sentido espiritual ya que cumplió la voluntad de Dios (Mt 12, 46-50). Así también los que siguen a Cristo en la vida virginal pueden ser también madres/padres espirituales de Cristo al cumplir la voluntad de Dios en sus vidas (uirg. 5, 5).
La
Virgen María es por ello más feliz, y toda alma piadosa, siguiendo el ejemplo
de María, cumpliendo la voluntad de Dios, puede convertirse en su madre.
Sobre
esta misma maternidad espiritual, san Agustín nos ofrece dos de sus frases más
conocidas con relación a la santísima Virgen María dentro del De sancta
Virginitate. María es madre de Cristo, pero será más feliz por haberlo
concebido en la mente y en el corazón por la fe, que por haberlo llevado en el
seno. Todo ello en el contexto de la larga exégesis que san Agustín hace
principalmente del texto de Mt 12, 46-50 (Cf. uirg. 3, 3). Y en el mismo
escrito nos dice “Tampoco hubiera aprovechado nada el parentesco material a
María si no hubiera sido más feliz por llevar a Cristo en su corazón que en su
carne (Ibid)”.
La
Virgen María, siendo virgen y madre de Cristo, es madre también del Christus
totus, es decir de todos los fieles. La mariología agustiniana se une en la
obra a su eclesiología.
Su
virginidad ya la tenía consagrada a Dios. Así lo indican las palabras que María
respondió al ángel que le anunciaba su concepción: ¿Cómo podrá ser hacer esto
–dijo–, si no conozco varón?’ Y ciertamente no lo hubiera dicho si antes no
tuviera consagrado su virginidad a Dios (Cf. uirg. 4, 4.). María ciertamente es
madre de sus miembros, que somos nosotros, porque cooperó con su caridad para
que nacieran en la Iglesia los fieles, miembros de aquella Cabeza de la que es
efectivamente madre según el cuerpo (Cf. uirg. 6, 6). Expresa san Agustín que
la Virgen María al igual que la Iglesia es virgen y madre (Cf. uirg. 2, 2),
fecundada por el amor, da a luz a los fieles de Cristo, que son parte del mismo
cuerpo del Señor. Al cumplir la voluntad del Señor, es toda madre y toda virgen
(Cf. uirg. 6, 6) y en su mismo seno (iglesia) engendra a las vírgenes y a todos
aquellos que han recibido la llamada de Dios y la gracia de la castidad para
abrazar la vida de la virginidad (Cf. uirg. 12, 12). Y para san Agustín estos y
estas que viven en virginidad preanuncian en esta tierra lo que será la vida en
el cielo ya que la virginidad es una dimensión escatológica y anuncio de los
bienes espirituales (uirg. 13, 12).
San
Juan Pablo II en el nro. 28 de Vita Consecrata enfatiza al respecto que “María
es aquella que, desde su concepción inmaculada, refleja la belleza más divina
(…). La relación que todo fiel, como consecuencia de su unión con Cristo,
mantiene con María queda más acentuada en la vida de las personas consagradas
(…) La presencia de María tiene una importancia fundamental tanto para la vida
espiritual de cada alma consagrada, como para la consistencia, la unidad y el
progreso de toda la comunidad”. Y más adelante dirá que “María es ejemplo
sublime de perfecta consagración, por su pertenencia plena y entrega total a
Dios”.
NIEVES MARÍA CASTRO PERTÍÑEZ. MAR
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