EL DESPRENDIMIENTO
En nuestra cotidianidad y a medida
que vamos haciendo nuestras las necesidades de las personas que nos rodean, ya
sean de la comunidad y/o de nuestros barrios o veredas nos damos cuenta de la
importancia de un desprendimiento total y radical de aquellas cosas que nos
atan y que no nos dejan ser libres.
Ciertamente hablar
del “desprendimiento” es adentrarnos en un panorama bastante amplio y para
iniciar, podríamos hacerlo desde la pregunta básica ¿qué es el desprendimiento?
para muchos autores es la capacidad de poder “soltar”, “dejar ir”, “no apegarse
a nada” y para la iglesia es la “pureza del corazón”.
Los discípulos de Jesús pasaron
por este proceso de “desprendimiento” radical y continuo, para muchos de ellos
doloroso, pero fue un proceso necesario para poder salir de sí mismos. Ahora
bien, la pregunta sería ¿cómo vivimos el desprendimiento hoy en día? sabemos
que vivimos rodeados de una sociedad cambiante, superficial y también virtual.
Sociedad que vive apegada a las cosas que el mundo va ofreciendo día a día: a
la tecnología, los placeres y a los amores pasajeros.
Esta realidad hace que la nueva
generación crezca con estas mismas inclinaciones, inclinaciones que de alguna
manera hacen que disminuyan las relaciones interpersonales.
Y ahora, si nos preguntáramos
¿cómo vive la vida religiosa el “desprendimiento” en nuestra sociedad?
ciertamente podríamos caer en la generalización, pero más allá de eso es VER
las realidad de este tema, hoy en día vemos cómo en muchas de nuestras
comunidades religiosas se van adentrando cosas, elementos y formas, que
descentran a los integrantes de su verdadera esencia, es decir, Cristo, un
Cristo que humaniza, que regresa la dignidad y devuelve la vida a la vida.
Recordemos que somos
sostenidos por él como un niño pequeño en brazos de su madre, una madre que siempre
quiere lo mejor para su hijo. “El desprendimiento es tarea de toda la vida. Es
una tarea que se basa en una experiencia creciente de unicidad con Dios. Jesús,
como siempre, va delante abriéndonos camino”, camino que se hace andando, en
movimiento y confiando en su providencia.
También
podríamos preguntarnos ¿qué cosas me impiden a mí acercarme al “prójimo” con
libertad, sin prejuicios, sin señalamientos? Hoy recuerdo las palabras de un
padre: “mientras solo se cambien los bombillos y no la fuente que los quema, nos
quedamos en lo superficial”; y es así, a veces internamente vivimos cosas que no
nos dejan ser libres plenamente y que comprometen nuestras acciones y/o
actitudes y que por miedo a cambiar nos quedamos callados.
Por eso, coloquemos ante el Señor, nuestras vidas y nuestros apegos, para que con ayuda de él podamos ir "soltando" aquellas cosas que no nos dan libertad.
Por eso, coloquemos ante el Señor, nuestras vidas y nuestros apegos, para que con ayuda de él podamos ir "soltando" aquellas cosas que no nos dan libertad.
WENDERLYNG REYES/NOVICIA MAR
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