DOMINGO Vlll DEL TIEMPO ORDINARIO-CICLO B SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD Mt 28,16-20


INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo,
y envía del Cielo
un rayo de tu luz.
¡Oh luz santísima!
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.
Sin tu ayuda,
nada hay en el hombre,
nada que sea bueno.
Lava lo que está manchado,
riega lo que está árido,
sana lo que está herido.
Dobla lo que está rígido,
calienta lo que está frío,
endereza lo que está extraviado. Amén
CONTEXTO

Queridos hermanos en este día celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, para los cristianos es el más grande, sublime y perfecto misterio en el cual podemos sumergirnos para tratar de descubrir el amor inigualable que el Señor nos tiene y por el cual nos ha revelado su acción trinitaria[1] un sólo Dios en tres Personas distintas, misterio central de la fe y de la vida cristiana, pues es el misterio de Dios en Sí mismo.

Aunque es un dogma difícil de entender, fue el primero que entendieron los Apóstoles. Después de la Resurrección, comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre. Y, cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés, comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo, este texto nos acompaña en este domingo de la Vlll semana del tiempo ordinario y ojala nos acompañe cada día de la semana.
En él se nos muestra la actitud de obediencia que los discípulos tuvieron a Jesús, en la cual se dirigen al monte que Él les había indicado, allí tienen un encuentro muy personal con el Maestro, que los transforma y les hace caer en cuenta de su fidelidad. 
TEXTO: Mt 28,16-20

¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Cómo ya lo resaltaba anteriormente, los discípulos se dirigen al monte a tener el encuentro con el Señor, un encuentro al que irían con muchos sentimientos, por esta razón al llegar allí algunos se postran a adorarlo y lo reconocen como su único señor, en cambio otros no lo hicieron porque tenían miedo y duda en sus corazones y no existía la plena confianza en el Maestro. Jesús al verlos se les acerca, Él los conoce a todos, sabe lo que está pasando por sus mentes, en sus corazones, y por esta razón les confía la misión de ir y hacer discípulos en cada lugar del mundo, no solo les encarga estas dos acciones de ir y hacer sino que les encomienda también que bauticen a cada uno de ellos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; que les enseñen a guardar todo lo que Él les ha mandado, para que su amor sea conocido y manifestado en toda circunstancia, teniendo la certeza que Él va caminando con ellos cada día y en cada acontecimiento.

¿QUÉ ME DICE EL TEXTO? 

Este texto me hace una invitación muy especial: a estar en total abandono en las manos de Dios, ya que teniendo la certeza de que Él me acompaña puedo seguir respondiendo desde la transparencia. Me siento comprometida a buscar al Maestro en todo momento a ejemplo de San Agustín, este santo que buscó incansablemente una respuesta al misterio de la Santísima Trinidad, nos acompaña en este día con su experiencia:

[2]Cierta vez, se paseaba San Agustín, cerca de una playa, meditando sobre la Santísima Trinidad y cómo era posible que hubieran tres Personas en un mismo y único Dios. En esto, se encuentra con un niño que, sentado en la arena, intentaba pasar el agua del mar en un pequeño hoyo que había cavado en la arena.
El santo le pregunta:
– Qué estás haciendo?
A lo que el niño le responde:
– Quiero poner toda el agua del mar en este hoyo.
– Pero no! Eso no es posible!
Entonces, nuestro Buen Niño le responde:
– Así mismo…tampoco es posible que el misterio tan grande de la Santísima Trinidad sea comprendido por la mente humana! Si lo comprendes, no es Dios. 
Dicho esto, el Niño desapareció.


Intentar entender el misterio de la Trinidad es querer hacer lo que ese niño pretendía: meter toda el agua del mar en un pequeño hoyo. Nuestra mente es tan pequeña que tan sublime misterio no cabría en nuestras capacidades intelectuales, por eso el santo afirma “si lo comprendiéramos, no es Dios” en cuanto a que Dios va más allá de nuestros conceptos mentales, más allá de lo que podemos imaginar.
¿QUÉ LE DIGO YO A DIOS?
Te doy gracias Señor, porque tú siempre acompañas el caminar de mi vida, gracias por cada momento en el que me siento conducida por tu amor. Maestro en este día yo te pido me inundes de tu gracia y yo pueda ser un signo verdadero y real de tu amor a la humanidad. Ahora tú me envías a ir y hacer discípulos, dame Señor ese don en el que yo pueda ser una figura concreta y total de tu envió generoso en el mundo.



Comentarios

Entradas más populares de este blog

No llores si me amas. Carta de San Agustín a su madre (Santa Mónica).

LECTIO DIVINA- IV DOMINGO DE PASCUA-CICLO B- JUAN 10, 11-18

LECTIO DEL SEXTO DOMINGO DEL CICLO B JN 15, 9-17