LECTIO DIVINA, XXl DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B, SAN JUAN 6, 60–69
"Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida
eterna.”
INVOCACIÓN AL
ESPÍRITU SANTO
CONTEXTO
Queridos hermanos en este día san Juan nos presenta el culmen del capítulo 6 en el que domingos atrás se nos venía
presentando como ese pan vivo bajado del cielo, la palabra de este día nos
muestra el malestar de los discípulos por la afirmaciones “irracionales” de su
Maestro, unas afirmaciones difíciles de aceptar desde el punto de vista humano
y que hacen que ellos duden y algunos hasta se vayan.
Pero en ese momento aparece Pedro quien hace la confesión al Señor y le
dice que solo él tiene palabras de vida eterna, afirmándole que creen y confían
en él como el santo de Dios.
TEXTO
Del santo Evangelio según San Juan 6, 51-58.
En aquel tiempo, muchos
discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién
puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: « ¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: « ¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
¿QUÉ DICE EL TEXTO?
El texto comienza diciendo que los discípulos
se hacían la siguiente pregunta en relación con Jesús: ¿Quién puede escucharlo? Ya que creen que el habla en un
lenguaje muy fuerte y difícil de comprender.
Jesús frente a la murmuración de sus discípulos, precisa que no hay que
creer en él, sino después de verlo en el cielo en la ascensión, al modo de Elías y de Henoc, porque eso significaría no aceptar
su origen divino, algo carente de sentido, puesto que él,”el preexistente”,
viene precisamente del cielo.
A Jesús no le
toma por sorpresa esta actitud por parte de los que dejan de seguirle. Conoce a
cada hombre y sus opciones secretas y sabe lo que todos somos capaz de realizar
en la vida.
El habla con
los Doce, sus más íntimos, y los coloca ante la elección definitiva, absoluta:
permanecer con Él o marcharse. Pedro responde por todos y proclama la fe de la
Iglesia en Jesús como Hijo de Dios y en su Palabra, que es la verdadera fuente
de la Vida.
¿QUÉ ME DICE EL
TEXTO?
Hay una pregunta que me llama mucho la atención:
Señor; ¿A quién iremos? Siento que el texto hoy me habla desde allí y me motiva
a ser generosa en la respuesta que le estoy dando al Señor cada día, pensando también
en que debo tener el coraje para acoger y vivir la verdadera vida que es el mismo
Dios, quien se entrega por cada uno de los seres humanos sin condiciones.
¿QUÉ LE DIGO YO A
DIOS?
Gracias Señor, por acompañarme en el camino y porque me haces ver que
dentro de cada uno está la llama
encendida del amor y es tarea personal mantenerla a diario ardiendo. Permíteme
tener siempre el corazón abierto para acoger tu palabra que me fortalece y me
llena de paz. Y lo que aprenda de esta palabra lo pueda transmitir a los demás con generosidad y alegría.
Diana Gómez
Novicia MAR
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