¡VANIDAD DE VANIDADES; TODO ES VANIDAD!
De esta frase que nos dice
Qohelet en el libro del Eclesiastés 1,2-11, podemos preguntarnos ¿Cuál es el
provecho de la existencia? ¿Tiene sentido lo que hacemos? ¿Qué provecho le
sacamos a todas las cosas que tenemos?
Todos los logros humanos
desaparecerán algún día, y debemos mantener esto en nuestra mente para poder
vivir con sabiduría. Si no lo hacemos, nos podemos volver soberbios y
autosuficientes cuando tengamos éxito o profundamente desilusionados cuando
fracasemos.

Dice San Agustín en su sermón
No. 60: “Te inquietas, atesoras, piensas, te afanas, sufres insomnio. Por el
día te abruman las fatigas, por la noche te asaltan los temores. Para que tu
cartera esté llena de monedas, tu alma enferma de cuidados. Lo estoy viendo; me
produce dolor: te inquietas, y, como dice quien no puede equivocarse, te
inquietas vanamente.
En verdad, acumulas tesoros.
Pasando por alto que para que llegue el oro, perece la fe; para vestirte por fuera,
te desvistes por dentro dejando de lado
esto, silenciando otras cosas, omitiendo lo adverso, pensando solo en lo
próspero. Si afluyen las riquezas, no apeguéis el corazón, he aquí que
adquieres riquezas; tu inquietud no es infructuosa, pero sí vana”.
Sería bueno que de la misma
manera que apostamos y nos desvivimos por las cosas materiales, lo podamos
hacer también con las espirituales que al fin y al cabo son las que nunca
pasarán.
Que no nos dejemos absorber por
la vanidad que es pasajera, sino más bien démosle sentido a todo lo que hacemos
teniendo a Dios presente en cada uno de ellos.
Claudia Puac
Novicia MAR
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