LECTIO DIVINA - TERCER DOMINGO DE ADVIENTO - CICLO “A”- DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 11, 2-11
“Alégrense el Señor está cerca”
INVOCACION AL ESPIRITU SANTO
Ven
Espíritu Santo y abunda en mi vida.
Inúndame de tus dones, renovándolos cada día.
Ayúdame a
perseverar, y así poder alabar al Señor siéndole fiel en mi santo temor.
Ilumíname
para ser instrumento del Padre.
Ilumina mi
camino, para poder verlo con claridad y así firmemente caminarlo.
Ilumíname
para poder transmitir y contagiar Su Amor.
Ilumina a
mis hermanos.
Ilumina y
no dejes nunca de iluminar, porque tu luz es la única que permite ver.
Amén.
INTRODUCCIÓN
Queridos
hermanos, estamos en el tercer domingo de Adviento, se le conoce como
“Gaudete”, que significa “alégrense”, porque se aproxima el nacimiento
espiritual de Jesús, Aquel que se hizo hombre para salvarnos. El Evangelio de
hoy nos muestra a Juan el Bautista, el hombre que preparó el camino para que
Jesús empezara su vida pública. Si bien Juan cumplió con su misión de señalar,
mostrar y dirigir a las demás personas hacia Jesús, tenía una expectativa
distinta de la misión del Maestro, de ahí que manda a sus discípulos preguntar
si en verdad Él era el Mesías. Juan esperaba un Mesías que purificara a través
del fuego y del castigo; en cambio Jesús vino a proclamar la Buena Noticia a
los marginados por el mundo: los pobres, los enfermos y los oprimidos. Es
justamente este el motivo por el cual debemos alegrarnos: Dios no nos abandona
y, aunque las dificultades nos hagan sentir lo contrario, Él está con nosotros.
CONTEXTO
El Evangelio de Mateo nos dice que Juan
Bautista está en la cárcel (Mateo 11,2a). Hasta allí le llegan noticias sobre
Jesús (11,2b), pero resulta que las informaciones recibidas a primera vista no
coinciden con el tipo de Mesías que él esperaba.
En el evangelio del domingo pasado vimos
cuáles eran estas expectativas de Juan Bautista: un Mesías juez terrible,
aunque también salvador. Efectivamente Juan había predicado que el Mesías, más
fuerte que él, sería reconocido por su bautismo en “Espíritu Santo y fuego”
(3,11), es decir que:
• Su bautismo tendría el
carácter de juicio final.
•Los que hubiesen cambiado
de vida recibirían el Espíritu Santo y los que no se enmendaran, como era el
caso de los fariseos y saduceos (3,7), serían destruidos por el fuego.
Para ello Juan Bautista esperaba un
Mesías poderoso, como decía Isaías 40,10: “Ahí viene Yahvé con poder y su brazo
lo sojuzga todo”. Pero, para sorpresa de Juan, el ministerio de Jesús venía
soportando continuas contradicciones por parte de la clase dirigente; él estaba
en la cárcel y, como iban las cosas, Jesús también está a punto de estarlo. A
Jesús se le veía muy humilde, mientras que a los poderosos se les veía como
siempre, todavía en sus puestos haciendo fechorías. El trigo no ha sido
separado de la paja.
Por eso no es extraño que en el Bautista
se suscite cierta crisis, casi a las puertas de “escandalizarse” de Jesús (ver
11,6). Las acciones de Jesús no coinciden con el Mesías de fuego que había sido
anunciado para terror de los indolentes. De ahí se levanta la duda de si Jesús
es verdaderamente el Mesías prometido o si más bien no será otro el que vendrá
para hacer el juicio.
Entonces Juan Bautista, reflexionando
desde la cárcel sobre estos datos que no encajan, se atreve a expresar el
interrogante que debía estar en la cabeza de mucha gente: “¿Eres tú el que ha
de venir, o debemos esperar a otro?” (11,3).
TEXTO
Evangelio, según
San Mateo (11,2-11):
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras
del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que
ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Jesús
les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos
ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los
muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el
que no se escandalice de mí!» Al irse
ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a
contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a
ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los
palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más
que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante
de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de
mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino
de los cielos es más grande que él.»
¿QUÉ DICE EL
TEXTO?
La primera parte del pasaje consiste en una pregunta y una
respuesta:
Juan es el que inicia y desde la cárcel
él había oído hablar de las obras de Cristo, por eso envió a sus discípulos a
decirle: ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?’” Ante esta
pregunta Jesús les respondió: ‘Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos
quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los
pobres la Buena Nueva;¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!’”. Jesús toma la palabra. No da una respuesta clara y directa a los discípulos del Bautista que le fueron enviados –el “sí” o el “no” esperado– sino que toma otra ruta.
Su respuesta comienza con un doble
imperativo: “Id y contad”. Los discípulos de Juan “enviados” se convierten
nuevamente en “enviados”, pero esta vez de parte de Jesús. Ellos deben volver
en calidad de testigos de Jesús: “¡contad!”. Por tanto, la respuesta que da
Jesús no es dada explícitamente, sino que debe ser deducida de aquello de lo
cual son testigos: lo que ven y oyen.
La idea que Jesús tiene de Mesías va a
la par con esta del Reino, por eso lo primero que se percibe de él no es el
castigo de los malvados ni su combate contra la violencia sino su amor por
todos sin excepción, presentándose en medio del pueblo como el redentor de los
necesitados y el mensajero de las bienaventuranzas.
Juan está encarcelado a causa de su
firme predicación ante un gobernante; de Jesús esperaba eso y mucho más. Por
eso lo desconciertan sus “obras”. Pero Jesús lo remite precisamente a esas
mismas obras para que se perciba allí que el compromiso por la justicia sigue
vigente. La venida del Mesías no era como Juan se la esperaba sino como Dios la
había establecido. Por eso ha llamado “bienaventurado” a quien no se
escandalice de su manifestación y reconozca con fe. En consecuencia, si se
quiere comprender a Jesús es preciso ver en primer lugar quién realmente es él
y qué hace, para luego acogerlo con gozo y gratitud, aún si en algún momento
haya que corregir y abandonar algunas ideas o expectativas equivocadas. Si un
grande como Juan Bautista tuvo que aprender de Jesús, ¿qué queda para nosotros?
También dentro del texto encontramos la expresión
“nacido de mujer” (11,11), típica manera de hablar de la Biblia para decir
“hombre” (ver Job 14,1), coloca a Juan como el más digno de destacar dentro de
la estirpe humana. Mayor elogio no puede haber. A la luz de la grandeza de
Juan, se capta con mayor profundidad la trascendencia y el significado único
del tiempo y de la obra de Jesús.
Finalmente vemos que en la última frase
reposa con la mirada a los “pequeños” del Reino. En Mateo son los discípulos
que, insertos en la novedad del Reino mediante el seguimiento, están creciendo
en la vida de Jesús. Jesús dice expresamente “el más pequeño”, como quien dice
“el más humilde” o el “principiante”.
Por el solo hecho de haber pasado el
umbral de los nuevos tiempos, el discípulo más sencillo del mundo puede
considerarse afortunado (ver 13,16-17), ya que tiene el privilegio de saborear
lo inédito de Dios revelado en la obra de Jesús: la maravillosa comunión con el
“Dios-con-nosotros”, el redentor de los necesitados, el mediador del señorío de
Dios, aquel inigualable a quien el Bautista le preparó el camino.
¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?
En este día me siento motivada a preparar
el corazón con alegría desde mi interior, porque ya está cerca la venida del
Salvador, además de recibir la invitación a ir y anunciar lo escuchado y visto
por el Señor desde mi experiencia con Él en medio de las personas que Él me confía
para mantener la confianza y la esperanza de acercarse más en medio de las
dificultades y situaciones que nos alejan muchas veces de su presencia. Ante esto el evangelio de hoy me propone estas preguntas:
¿Por qué dice
Jesús que Juan es el mayor de todos los profetas que han existido? ¿Y en qué
sentido dice que el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él? Asimismo,
“La misericordia es una de las formas como Dios hace justicia”. ¿En qué
hago consistir concretamente la misericordia, la acogida, el amor y el perdón hacia los
demás? ¿Soy más llevado/a a pedir justicia que a ofrecerla?
Entre las
obras que Jesús enumera como signo de su identidad para los discípulos y para
el mismo Juan está la de curar. ¿La curación que yo le pido a Dios es solamente
la física? ¿Hay alguna actitud en mí que necesite ser curada? ¿Cuál?
¿Me desconciertan las obras de Jesús?
¿Qué espero de Él? ¿Digo perder la fe cuando no recibo una respuesta pronta a
mis peticiones?
Juan Bautista preparó el camino del
Señor. ¿Cómo estamos preparando este año su venida a nivel personal, familiar y
comunitario? ¿En qué se distinguirá este adviento de todos aquellos que hemos
vivido?
¿QUÉ LE DIGO YO AL SEÑOR?
Hoy Señor te doy gracias por tu Palabra,
el mensaje que nos transmites de estar vigilantes siempre, de salir al
encuentro de los demás, de anunciar tu venida con alegría y sobre todo desde la
humildad y la sencillez.
Señor nos cuesta aprender a ver en lo
sencillo de la vida tu mano providente y la invitación que nos haces para
centrar nuestra mirada en la salvación, en la vida eterna. Que con nuestro
trabajo y con nuestra propia vida te demos a conocer y que la llena de gracias
la Santísima Virgen María, quien proclamo con gozo tus maravillas, nos ayude a
abrir nuestro corazón a Ti, que eres la causa de la auténtica alegría y en
quien debemos poner siempre nuestra confianza. Amén.
Minutos de amor.
Ítala Salazar
Novicia MAR
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