LECTIO DIVINA DOMINGO Vll DEL TIEMPO PASCUAL-CICLO A, SOLEMNIDAD DE LA ACENCIÓN DEL SEÑOR, EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 28, 16-20
«YO ESTOY CON USTEDES TODOS
LOS DÍAS»
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
CONTEXTO:
Queridos
hermanos, en este día celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor. Es un
acontecimiento que forma parte de la Pascua del Señor. Hoy tenemos una
oportunidad para evaluar nuestra vida, este camino pascual que llevamos
recorrido y sobretodo seguirnos confiando a la gracia transformadora de Nuestro
Señor, que camina cada día con nosotros.
TEXTO
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 28,16-20
Los
once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al
verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús
les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced
discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».
¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Este
pasaje, colocado al final a modo de resumen, es clave para entender bien el
resto del evangelio. En él tiene lugar la manifestación de Jesús resucitado,
que confía a sus discípulos el encargo de congregar a todos los pueblos y
hacerlos discípulos suyos. Los discípulos, siguiendo la indicación de Jesús (Mt
26 32), renovada ahora a través del testimonio de las mujeres (Mt 28 7.10), se
dirigen a Galilea. Es significativa la ausencia de Judas: ahora son sólo los
once discípulos. También es significativo el escenario en el que Jesús los ha
citado: en Galilea, es decir, allí donde él comenzó su misión anunciando el
reino de Dios con signos y palabras (Mt 4 12-17).
El
encuentro tiene lugar en un monte, que es el lugar de la manifestación de Dios.
Jesús va a manifestar su gloria a los discípulos y a encargarles que continúen
su misión. En este encuentro final Jesús acoge y perdona a sus discípulos.
Ellos han vacilado y le han abandonado (Mt 26, 56). A lo largo de todo el
evangelio han aparecido como hombres de una fe vacilante (Mt 6 ,30; 8, 26;
14,31; 16, 8);
Las
palabras que Jesús les dirige ahora son, en primer lugar, una revelación del
misterio de su persona. Él es el Señor resucitado, que posee plena autoridad
sobre cielo y tierra; es el maestro, a cuyas enseñanzas han de remitirse
siempre sus discípulos; es el Dios-con-nosotros, que acompaña siempre a la
iglesia en su misión. Este Jesús, a quien los discípulos adoran y conocen ahora
en profundidad, es el que les encarga la tarea de hacer discípulos a todos los
pueblos. Su misión es ahora más universal que la que les había encomendado
cuando aún estaba con ellos (Mt 10,5-15). La buena noticia debe llegar a todos
para que todos puedan experimentar la alegría de vivir en la cercanía de un
Dios, que es Padre.
El
encargo de Jesús resume las dos fases de la iniciación cristiana, tal como se
vivía en la iglesia de Mateo. La primera era la enseñanza. Su contenido eran
las palabras de Jesús, que el evangelista ha recogido y ordenado en cinco
grandes discursos: el auténtico discípulo debe aprender a ponerlas en práctica
(Mt 7, 21-27). La segunda fase era el bautismo, que sellaba la íntima
vinculación del discípulo con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No es
casual que el evangelio termine con un envío misionero. La iglesia de Jesús es
esencialmente una comunidad misionera. Las palabras del Señor resucitado:
poneos en camino, la invitan a salir constantemente de sí misma, para abrirse a
un nuevo horizonte: el de todos los hombres que no conocen el gozo de sentirse
hijos de Dios y hermanos entre sí.
¿QUÉ ME DICE EL SEÑOR?
Los
discípulos vuelven a Galilea, vuelven al primer amor, al lugar donde comenzaron
el seguimiento del Maestro. Se encuentran con Él para escucharlo, algunos aún
llevan la duda en sus corazones, pero lo reconocen como su Señor, esta actitud
me enseña que Jesús, no se cansa de esperar, Él siempre está allí atento a lo
que sucede conmigo y mi misión es volver al primer amor, acogiéndolo en mi
corazón, dándolo a conocer con alegría.
¿QUÉ LE DIGO YO AL SEÑOR?
Gracias Señor, porque por medio de esta
palabra me aseguras tú permanencia, tu compañía, me animas en el camino, me das
una Misión en la que me acompañas. Gracias Señor porque pese a mis
fragilidades, siempre me confortas, me das la gracia para luchar, ayúdame a
responderte en fidelidad y compromiso, porque contigo todo es posible, todo
vale la pena.
Fuentes:
Diana Gómez
Novicia MAR
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