LECTIO DIVINA DOMINGO Xll DEL TIEMPO ORDINARIO-CICLO A, EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 10, 26-33
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Queridos
hermanos, la liturgia de este día nos enseña a estar atentos a las diferentes
formas en que el miedo se puede camuflar para hacernos perder el camino, por
eso el evangelio nos insiste en que en la vida no se le puede dar la autoridad
al miedo o la seducción, porque ellos nos pueden paralizar y envolver
haciéndonos abandonar nuestros sueños. Para vencer el miedo que nos paraliza,
nos anima a vivir con intensidad todo aquello que hemos aprendido de él, porque
en esto consiste decláranos a su favor en medio de los hombres. Cuando dejamos
de dar testimonio, vemos a Cristo como un desconocido y aunque Él nos ama siempre, jamás nos
obligara a ser sus amigos y nos presentara ante el Padre como hombres y mujeres
amados.
TEXTO
Del Evangelio
según san Juan 3,16-18
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres,
porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no
llegue a saberse.
Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído
pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no
pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y
cuerpo.
¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo
cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los
cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay
comparación entre vosotros y los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte
ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo
negaré ante mi Padre del cielo».
¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Llegaba el momento de la primera salida apostólica. Había que
llevar a todo el mundo un mensaje incómodo y hostil, porque en tantas cosas
suponía contradecir a ese mundo. Jesús no ocultó la dificultad y los riesgos
que habían de librar sus primeros misioneros (y los de siempre), y por eso se
adelanta también a consolarles. Acaso presos de la preocupación o del pánico,
el Maestro les dirige estas palabras del Evangelio de hoy.
Esta palabra nos invitan a un seguimiento del Señor sin miedos, sin complejos,
con decisión. El “no tengáis miedo” que dice Jesús por tres veces, significa
susurrar, decir, gritar nuestra fe, en cada gesto sencillo y cotidiano como en
cada suceso extraordinario y solemne de nuestra vida.
Si realmente Dios ha pasado en nuestro camino, si nos hemos encontrado con Él,
si se ha hecho acontecimiento, entonces hemos de ser testigos de lo que nos ha
ocurrido, con el inmenso deseo de que también les ocurra a los demás
como-cuando-donde quiera el Señor. Esto es vivir sin imposiciones intolerantes,
pero con una proposición decidida, con un respeto que se hace amor, el mayor
amor posible, el que desea lo mejor para los demás: que lleguen también ellos a
comprender lo mucho que valen ante Dios.
¿QUÉ ME DICE EL
SEÑOR?
En este día el Señor me da luces para acoger su
infinito amor, porque Él me conduce, me dice que no dude, que no cambie mis
proyectos con Él por otros proyectos que se me puedan presentar a lo largo de
la vida. Hoy estoy invitada a confiar en el Dios del Amor, que lo hace todo
nuevo, que cambia hasta el corazón más duro y desolado, porque su misericordia
se extiende por todo el mundo y deja huella en cada ser humano.
¿QUÉ LE DIGO YO AL
SEÑOR?
Jesús, vivo dudando y tú me
dices: confía.
Tengo miedo y tú me dices: ánimo.
Prefiero estar solo y tú me dices: sígueme.
Fabrico mis planes y me dices: déjalos.
Me agarro a mis cosas y me dices: despréndete.
Quiero vivir y me dices: da tu vida.
Creo ser bueno y me dices: no basta.
Quiero mandar y me dices: ponte a servir.
Deseo comprender y me dices: cree.
Busco claridad y me hablas en parábolas,
quiero poesías y me habas de realidad,
deseo tranquilidad y me dejas inquieto,
quiero violencia y me hablas de paz,
busco tranquilidad y vienes a traer fuego a la tierra.
Quiero ser grande y me dices: sé cómo un niño.
Quiero esconderme y me dices: sé luz.
Quiero ser visto y me dices: ora en lo escondido.
¡No te entiendo Jesús!
Me desconciertas y me atraes,
me sucede lo mismo que a Pedro,
no encuentro un maestro mejor,
solo tú tienes palabras de vida eterna.
(Autor anónimo)
Fuentes:
Minutos de amor
https://catequesiscadizyceuta.wordpress.com/2017/06/19/lectio-divina-domingo-xii-a-mateo-1026-33/
Diana Gómez
Novicia MAR
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