LECTIO DIVINA DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO-CICLO A, EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 15, 21-28
«Mujer, qué grande es tu fe»
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, Tu que me aclaras todo,
que iluminas todos los caminos para que yo alcance
mi ideal.
Tu que me das el don Divino de perdonar y olvidar
el mal que me hacen y que en todos los instantes de mi vida estás conmigo.
Quiero en este corto diálogo agradecerte por todo y
confirmar que nunca quiero separarme de Ti, por mayor que sea la ilusión
material.
Deseo estar contigo y todos mis seres queridos en
la gloria perpetua.
Gracias por tu misericordia para conmigo y los
míos.
Gracias Dios mío. Amén.
CONTEXTO:
Con el
relato del itinerario de fe de mujer cananea entramos en el cuarto cuadro de
la galería presentada por el evangelista Mateo. El cuadro anterior había
sido el del proceso lento y doloroso vivido por Pedro en medio del lago, a él
Jesús le habló de su “poca fe”, de su “duda”. El
de hoy, por el contrario, es un cuadro radiante: la fe valiente de una mujer
que fue felicitada por Jesús y a quien conocemos como “la cananea”.
El
grito de fe de la cananea nos pone en contacto con una realidad profundamente
humana: ¿Qué no haría una madre de familia para lograr que su hija se cure y se
salve?
TEXTO
Del
Evangelio según san Mateo 15, 21-28
¿QUÉ
DICE EL TEXTO?
Esta madre de familia
presentada como una de las mujeres fuertes del Evangelio, nos enseña su propio
camino de fe a través de la ruta de la oración que pasa por diversos tropiezos.
Notemos:
1. La mujer ora de lejos
La mujer va gritando detrás
del grupo que acompaña a Jesús. En su grito podemos captar su agitación
interna, su confusión, su sufrimiento. El contenido de su grito tiene una gran
fuerza que se capta en cada término que utiliza:
· Ella
invoca “piedad”, así como se hace frecuentemente en los Salmos
(por ejemplo 6,2; 9,13; 24,16, 51,3 y muchos otros). Nos han dicho
que es una pagana, de ahí que sorprenda que ponga en sus labios lo mejor de la
oración de Israel.
· Le
da dos títulos a Jesús, “Señor” e “Hijo de David”,
títulos que evocan el misterio de Jesús que los discípulos han venido
conociendo gradualmente. Su oración se inserta en una experiencia de Jesús y no
es simplemente un favor que se pide sin involucrarse en su misterio.
· Le
expresa la realidad de su hija: “está malamente endemoniada”
(15,22). No pide que la cure, simplemente dice que es lo que
pasa. La mujer apela a un Jesús “pastor” para quien es suficiente
“ver” para “compadecerse” y “actuar”.
2. Los discípulos quieren
deshacerse de ella
Los discípulos
intervienen y hacen que se rompa el silencio que hasta el momento ha guardado
Jesús. Sus palabras suenan más a un “quitársela de encima” que a un verdadero
gesto de misericordia. Ellos están cansados de los gritos de la señora, no
parecen realmente interesados en ella.
La respuesta de Jesús
nos recuerda su dicho sobre los destinatarios de la misión en Mateo 10,6, allí
limitó su misión al mundo de Israel (ver también 10,40 y
21,37). Pero cuando miramos la totalidad del evangelio de Mt
comprendemos que esta aparente limitación se refiere a una etapa de la misión,
no a la totalidad, puesto que al final del evangelio, el destinatario de la
misión es el mundo entero (ver Mt 20,19-20).
De ahí que las palabras
de Jesús se comprenden mejor como una advertencia al pueblo de Israel (el
pueblo de la oración sálmica), que ha sido el primer destinatario de su obra
salvífica pero que ha venido progresivamente cerrándose a su anuncio. Por
tanto, la fe de la mujer, será un juicio para Israel, y la sanación de su hija,
el preludio de la nueva etapa misionera.
3. La mujer ora de cerca
Ahora la mujer aparece
frente a Jesús, a quien ya puede abordar directamente. Da la impresión de que
la mujer no hubiera escuchado el diálogo anterior de Jesús con los
discípulos. Ella irrumpe de repente con su súplica, que esta vez
aparece más rica y profunda:
· Se
“postra” en adoración (nos recuerda el gesto de las mujeres en la
mañana de la pascua, 28,9.17).
· Llama
a Jesús de nuevo “Señor” (recordemos el grito de Pedro sobre el
lago).
· Expresa
su solicitud: “Socórreme” (que nos recuerda los Salmos
43,26; 69,5; 78,9; 108,26 y otros).

Sagazmente la mujer
retoma las palabras de Jesús y las pone a su favor: a los perritos les tocan
las migajas que caen de la mesa de los patrones. Ella hace una profunda
reflexión: ve a los hijos como a sus patrones, comprendiendo la obra de Jesús
con ella como la extensión de su misión al pueblo judío, su rebaño (ver Isaías
53,6; Miqueas 2,12). La mujer se sabe colocar en el lugar de los pequeños que
entran en el Reino (ver 18,4). Entonces Jesús le concede lo pedido.
¿Cómo ve esta mujer a
Jesús? La mujer sospecha que este Hijo de Israel tiene un corazón grande y
que el banquete en el que él da el pan es de una abundancia tan grande, tan
extraordinaria, que es para todos, no importan los comensales: incluso los
perritos. Esta mujer intuye que donde está la salvación todos se
pueden beneficiar.
Este itinerario de fe y de
oración de la mujer es importante para nosotros, nos permite ver el trasfondo
espiritual, los gestos, las palabras y sobre todo la actitud fundamental de una
oración de intercesión. Y un dato importante: se trata de una oración
autoincluyente, o sea, al pedir por su hija esta mujer pide también por sí
misma (“Ten piedad de mí”, “Socórreme”),
mostrando así que lleva en su corazón orante el dolor de su hija y que, por
tanto, también la madre necesita sanación.
Esta identificación de fondo,
haciendo propio el dolor de aquél por el cual se suplica es característica de
una auténtica oración.
“¡Mujer, grande es tu fe!”
(15,28). Como a Jesús, a uno le sorprende cómo muchas veces a las
mujeres –especialmente en su amor y en su dolor de madres- les sea
concedido llegar –más allá de toda previsión- a una relación más profunda con
Dios.
¿QUÉ ME DICE EL SEÑOR?
·Confianza: ella está convencida que el Señor va a sanar a su
hija, estoy llamada a ponerlo todo en las manos de Dios, disponiéndome para que
Él haga su obra en mí.
· Perseverancia: Es necesario pedir sin cansarse, estar atenta a las
palabras del Señor, ir detrás de Jesús insistiéndole, rogándole, pidiéndole y
mi oración será escuchada.
· Humildad: ante las palabras de Jesús ella le dice: “tienes razón Señor,
aquí estoy como ese perrito esperando que tú me ayudes”, Señor hoy te digo: de
ti viene la vida, por eso espero con humildad.
¿QUÉ LE DIGO YO AL SEÑOR?
El testimonio de
esta mujer me hace preguntarme: ¿Qué grande es mi fe?
Ayúdame Señor a
descubrirte como mi Salvador, mi fortaleza y mi todo, que sepa ver el valor que
tú tienes y pueda recurrir a ti en cada acontecimiento que viva, porque solo Tú
me puedes salvar de mis caídas.
Fuentes:
Padre Fidel
Oñoro: http://www.homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0237.htm
Minutos de amor
Diana Gómez
Novicia MAR
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