LECTIO DIVINA DOMINGO XXXl DEL TIEMPO ORDINARIO-CICLO A, EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5,1-12a
“Estén
alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo”
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
CONTEXTO:
Queridos hermanos, hoy como Iglesia celebramos la fiesta de
todos, pues, en virtud de la redención que Cristo ha obrado, todos nosotros
somos santos en Él. Comúnmente pensamos que los santos son solo aquellos que la
Iglesia ha canonizado, pero la verdad es que en nuestra cotidianidad podemos
llegar a conquistar la santidad, haciendo de lo ordinario algo extraordinario.
Para ser santos debemos ser primero humanos, pues la santidad
comienza por una vivencia sana y consiente de nuestros dones, talentos y
debilidades para saber integrar todo en el servicio al Señor y a nuestros
hermanos. Es por esto que el evangelio de este día nos presenta la santidad
como una vida que se compromete con la solución de los problemas de la realidad
actual, de modo que la santidad se cultiva y se vive en la manera en que
decidamos comprometernos con Dios en la trasformación del mundo desde lo que
somos y tenemos.
TEXTO
Santo Evangelio según Mateo 5, 1-12
Al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
¿QUÉ
DICE EL TEXTO?
Nueve veces se repite la palabra “Bienaventurados”, pero las bienaventuranzas en realidad son ocho, ya que la novena es una ampliación de lo dicho en la octava.La expresión describe el nuevo estado en el que se encuentra todo aquel que ha entrado en el ámbito del Reino de Dios: el estado de plenitud interna que comúnmente llamamos “felicidad”.
La bienaventuranza es la atmósfera de la vida del Reino, un Reino que ya está siendo experimentado: atención con la expresión “de ellos es el Reino” (5,3 y 10). Por eso, la repetición nueve veces del mismo término pareciera querer ayudar a una toma de conciencia: “Porque Usted sigue a Jesús, ya tiene todos los motivos para ser feliz; ¡Mire lo que Dios está haciendo en su vida!”. ¡Qué estaría viviendo la multitud aquel día, cuando Jesús le puso el espejo al frente y los invitó a reconocer su nuevo estado de vida!
Las actitudes o situaciones que
paradójicamente abren las puertas para la felicidad del Reino:
Las ocho bienaventuranzas van describiendo progresivamente el rostro de un discípulo de Jesús, y –si nos fijamos bien- notaremos que se trata del mismo rostro de Jesús.
a) La
pobreza en Espíritu (5,3): indica la apertura total a Dios y a los hermanos. El
“rico” en espíritu es el autosuficiente y orgulloso (ver Apocalipsis 3,17). El
Reino se recibe cuando se reconoce la radical necesidad de Él (el evangelio da
numerosos ejemplos de ello).
b) La
mansedumbre (5,4): describe a la persona que ejerce el control de sí misma en
sus emociones e impulsos (ver el Salmo 37), que no pretende dominar ni
controlar a los otros; es la persona que sabe convivir.
c) Las
lágrimas (5,5): se refiere al estado de una persona en proceso de duelo por su
propia desgracia o la de los otros; generalmente se vive en las rupturas de
relación (la muerte, un pecado, etc.). De alguna manera se refiere a la pobreza
porque hay un vacío que pide ser llenado.
d) El
hambre y la sed de la justicia (5,6): “hambre y sed” son dos necesidades
vitales del ser humano que no admiten dilación para la solución. Esta búsqueda
compulsiva de lo esencial para vivir se traslada al terreno de las relaciones:
recomponer las relaciones deterioradas, es decir, la “justicia”.
e) La
misericordia (5,7): en el evangelio de Mateo el término “misericordia” está
casi siempre asociado al de “perdón”. Pero hay un punto de vista más
amplio: donde quiera que alguien sufra allí hay que reconstruir –mediante una
acogida efectiva- el tejido social deteriorado.
f) La
pureza de corazón (5,8): no se refiere a una especie de inocencia (que
pareciera congénita en algunas personas) sino estado de limpieza interior en
que se encuentra todo aquel que ha sido purificado por el sacrificio redentor
de Jesús. En un corazón puro las motivaciones son distintas a las de los demás:
no hay codicia, no se guarda rencor, se valora objetivamente, sólo se desea el
bien a los demás.
g) El
trabajo por la paz (5,9): de nuevo nos encontramos en el ámbito relacional,
particularmente en ambiente conflictivo; en lugar de insistir en lo que puede
desunir, por el contrario se aporta siempre a lo que puede mantener y hacer
crecer las buenas relaciones: las propias y las de los demás.
h) La
persecución por causa de la justicia (5,10-12): la identificación con Jesús y
el compromiso profético con su Reino (ver todo lo anterior) tiene su precio:
lleva a compartir el destino doloroso del Maestro. La persecución viene de diversas
formas, pero la más destacada es la difamación. Pero a pesar de toda la
violencia que se le viene encima, el discípulo no responde con violencia; es
verdad que es una víctima inocente, pero su actitud es otra, la de la
resistencia de la alegría: no hay alegría mayor para un discípulo que el saber
que se parece en todo a su Maestro Jesús.
¿QUÉ ME DICE EL SEÑOR?
Este texto me invita a buscar al Señor con todo el
corazón, a dejarme transformar por su ternura y amor, a descubrir que Él me
está buscando en cada momento, que su gracia se derrama en mi de una forma
admirable.
Hoy me siento llamada a buscar la plenitud de la
vida en la santidad, a la cual estoy llamada desde el día de mi bautismo, pero
descubro que muchos hombre y mujeres han podido responder a este llamado tan hermoso,
así que yo también estoy invitada a dejarme cambiar el corazón por el Señor.
¿QUÉ LE DIGO YO AL
SEÑOR?
Señor te doy gracias Señor por tu gran amor a través de este canto:
Fuente: http://homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0211.htm
Libro: minutos de amor
Diana
Gómez
MAR
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