A LA ESPERA

 El Señor sale siempre a nuestro encuentro. Debemos ser muy consciente de ello y estar preparados para recibirlo. Bien sabe Él de nuestras debilidades: olvidos, indiferencias, egoísmos, afán de riquezas, envidias, odios… En el fondo, cada uno de nosotros somos como ese pesebre humilde de Belén, con poco resguardo del frío, oscuro y quizá un poco húmedo. Pero Él está decidido a nacer, está decidido a aceptarnos como somos y a amarnos… No se deja nacer simplemente. Para eso ha venido y sigue viniendo.

¿Cómo es mi pesebre? ¿En qué establo se encuentra? Reflexionemos sobre mi entorno vital: familia, amigos…y enemigos, compañeros de trabajo…¿Cómo son las comunidades cristianas en que espero la Navidad?

Volvamos a nuestro pesebre de Belén. Preparemos el corazón al Señor que viene…sin condiciones, sin prejuicios. Es verdad que le esperamos con ilusión y también con temor, pero también Él tiene sus esperanzas puestas en nosotros. De que yo le acoja con mi Sí va a depender mucho mi misión, mi propio ser cristiano. Él espera mucho de mí, de Ti.

Y, al mismo tiempo, me quiere dispuesto no sólo a darle mi calor, mi ternura, a cuidarlo en esos primeros momentos en que necesita de todo mi ser para vivir, como cualquier recién nacido…sino a compartir esos cuidados con mis hermanos los hombres: la compasión, la misericordia. La Compasión no es llorar por otro, sino llorar con otro, acompañarle, respetar sus silencios… Nuestro mundo necesita la verdadera compasión, una compasión activa, diligente, comprometida.

 Yessica Victoria, Novicia MAR

Comentarios

Entradas más populares de este blog

No llores si me amas. Carta de San Agustín a su madre (Santa Mónica).

LECTIO DIVINA- IV DOMINGO DE PASCUA-CICLO B- JUAN 10, 11-18

La Regla de San Agustín, Introducción y comentario de Nello Cipriani, OSA