LECTIO DIVINA ll DOMINGO DEL TIEMPO DE NAVIDAD -CICLO B, EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 1, 1-18
“Vino a los suyos, y los suyos
no la recibieron”
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Señor Jesús: crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
CONTEXTO:
Queridos
hermanos en este domingo meditamos sobre el Prólogo solemne del Evangelio
de Juan. El Prólogo es el portón de entrada. Es la primera cosa que se escribe.
Es como un resumen final, puesto al principio. Bajo la forma de una poesía
profunda, misteriosa y muy solemne, Juan ofrece un resumen de todo aquello que
dirá sobre Jesús en los veintiún capítulos de su evangelio. Probablemente esta
poesía era de un cántico de la comunidad, utilizado y adaptado después por
Juan. El cántico comunicaba la experiencia que la comunidad tenía de Jesús,
Palabra de Dios.
TEXTO
Santo Evangelio según Juan 1,1-18
¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Juan 1,1-5: La Palabra de
Dios es luz para todo ser humano.
Diciendo “Al principio existía la Palabra”, Juan nos hace pensar en la primera frase de la Biblia que dice: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra” (Gén 1,1). Dios creó mediante su Palabra. “Él habló y las cosas comenzaron a existir” (Sal 33,9; 148,5). Todas las creaturas son una expresión de la Palabra de Dios. Aquí, desde el principio, tenemos la primera señal de la apertura ecuménica y ecológica del Quarto Evangelio.
El Prólogo dice que la presencia universal de la Palabra de Dios es vida y luz para todo ser humano. Pero la mayoría de las personas no perciben la Buena Noticia de la presencia luminosa de la Palabra de Dios en sus vidas. La Palabra viva de Dios, presente en todas las cosas, brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la vencieron.
Juan
1,6-8: Juan Bautista no era la Luz
Cuando se habla de mundo, Juan quiere indicar un sistema, sea el del imperio como el de la religión de la época, sistemas cerrados en sí mismos y por tanto incapaces de reconocer y de recibir la presencia luminosa de la Palabra de Dios. El “mundo”, ni lo reconoció, ni acogió la Palabra. Desde los tiempos de Abrahán y Moisés, la Palabra “vino a los suyos, pero los suyos no la reconocieron”.
Juan 1,12-13: Los que lo aceptan llegan a ser hijos de Dios
Juan 1,14: La Palabra se hizo carne
Dios no quiere estar lejos de nosotros. Por esto su Palabra se hizo vecina a nosotros y se hizo presente en medio de nosotros en la persona de Jesús. El Prólogo dice literalmente: “La Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros”. Antiguamente, en el tiempo del Éxodo, Dios moraba en una tienda, no en medio del pueblo. Ahora la tienda donde Dios mora con nosotros es Jesús “lleno de gracia y de verdad”. Jesús viene a revelar quién es este Dios que está presente en todo, desde el principio de la creación.
Juan 1,15-17: Moisés dio la Ley, Jesús ha venido a traer la Gracia y la Verdad
Estos versos nos dan testimonio de Juan Bautista. Juan comenzó su predicación antes que Jesús, pero Jesús existía antes que él. Jesús es la Palabra que ya estaba en Dios desde antes de la creación. Moisés, dándonos la Ley, nos manifestó la voluntad de Dios. Jesús nos da la plenitud de la gracia y de la verdad que nos ayudan a entender y a observar la Ley
Juan
1,18: Es una lluvia que lava
Este último verso lo resume todo. Evoca la profecía de Isaías, según la cual la Palabra de Dios es como una lluvia que viene del cielo y no regresa a él sin haber realizado su misión aquí sobre la tierra (Is 55,10-11). Así es el camino de la Palabra de Dios. Viene de Dios y desciende entre nosotros en la persona de Jesús. Mediante la obediencia de Jesús, realiza su misión aquí en la tierra. En la hora de su muerte, Jesús entrega su espíritu y vuelve al Padre (Jn 19,30). Cumplida la misión que había recibido.
¿QUÉ ME DICE EL
SEÑOR?
Hoy el Señor me invita a reconocer su gran amor por
la humanidad, me confirma su presencia en medio de nosotros, pero al mismo
tiempo me hace un llamado de atención: estar vigilante, no solo debo tener esta
actitud durante el “adviento” o quizá en otros momentos, el Señor me dice: es
ahora que necesito que estés alerta a lo que te voy mostrando porque yo estoy
en ti, te acompaño y te bendigo.
¿QUÉ LE DIGO YO AL
SEÑOR?
Señor
Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la
fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como
María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la
Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por
todos los siglos de los siglos. Amén.
Fuente:
Diana Gómez
MAR
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