LECTIO DIVINA DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO CICLO A- Jn 1,29-34
Celebración del Día de la Congregación en la casa Noviciado con las hermanas de las comunidades de Bogotá y fraternidad CONTEXTO: Aunque pareciera que estamos repitiendo el Bautismo de Jesús (domingo pasado), sin embargo la figura central es la de Juan Bautista que nos introduce en el misterio de Jesús, como testigo y mistagogo. El evangelio comienza a contar los hechos de la primera semana de Jesús. Las autoridades judías envían una embajada para investigar la labor de Juan Bautista. El describe, sin ocultar nada, que Jesús era el Mesías, y lo describe como alguien que está entre ustedes, en medio. El desafío para los judíos y los cristianos de todos los tiempos es y será el reconocer al que está entre nosotros y no lo conocemos. [1] |
¿QUÉ DICE
EL TEXTO?
Al segundo día el evangelista presenta a Jesús como el “cordero de Dios” sacrificado
en la pascua, señalado por Juan (v.29) quien da su testimonio de que Jesús era
más importante que él, (v.30) y que él vino a bautizarlo con agua para que
fuera manifestado a Israel (v.31). El testimonio de Juan radica en que
contempló al Espíritu santo como una paloma que se posaba sobre él (v.32). Juan
por revelación divina, sin conocer a Jesús, es confirmado por Dios de que Jesús
bautiza con Espíritu Santo (v.33) Juan da fe de haber tenido esta visión.
Contemplemos a Juan
el Bautista como el Mecenas de Jesús. Juan tenía indudablemente una
personalidad extraordinaria que se imponía por ella misma. Actuó por sí mismo,
como un profeta solitario, contra corriente; convocó al pueblo a una
alternativa total: ¡a refundarse
volviendo al desierto! ¡a una purificación radical a través del bautismo en
el Jordán y a un cambio de mentalidad y de valores! Pero, cuando Juan se
encontró con Jesús, comprendió que él tenía que disminuir y Jesús crecer. Se
puso totalmente a su disposición y todo en él se transformó en "indicación
hacia Jesús".
A Juan Bautista le
fue dado conocer a Jesús por una revelación divina. "Yo no lo
conocía" —repite por dos veces—, pero quien le envió le dijo: "Aquel
sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre Él, ése es el que ha
de bautizar con Espíritu Santo " Juan estuvo atento y vigilante para
reconocer quién era ese enviado de Dios. Su personalidad se hizo pura
referencia. Se transformó en servidor humilde o, como dirá más tarde, en amigo
del Esposo, a quien no es digno de desatar las sandalias. Dice el evangelio de
hoy que, nada más verlo venir hacia Él, Juan lo reconoció. Y su interpretación
peculiar de la identidad de Jesús fue la siguiente: ¡Éste es el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo. El término utilizado por el evangelista
para referirse a Jesús, "ámnós", se refiere al corderito
joven; y "airón" es un participio que indica cómo "carga
sobre sí y se lleva". Dicho de forma seguida: Jesús es presentado
por Juan como el Corderito que carga sobre sí y se lleva el pecado del
mundo. La paradoja es estremecedora: aquel sobre quien viene y se posa
el Espíritu Santo es, al mismo tiempo, quien viene a cargar el pecado
del mundo y a llevárselo.
El profeta Isaías, en
el Canto al Siervo de Yahweh, reconocía que su misión iba a consistir en
"reunir al pueblo", restablecer las tribus y llevarlo hasta Dios.
Pero no sólo eso. El Siervo tendrá la misión mundial de ser "luz de
las naciones" y "llevar la salvación de Dios hasta el confín de la
tierra".
Al presentar a Jesús
de esta manera, el precursor Juan Bautista, reconoce su misión mundial[2].
¿QUÉ ME
DICE EL TEXTO?
Me fijo
en Juan: su vida nos alecciona:
— Juan señala a
Jesús. El evangelizador no se predica a sí mismo. Está siempre al servicio de
aquel a quien anuncia.
— Juan ha sido
agraciado con la experiencia de la identidad de Jesús. El evangelizador no es
un mero transmisor de ideas, sino de una experiencia. La gracia de conocer a
Jesús, de entrar en su intimidad, es aquella que nos habilita para ser sus testigos.
Juan descubrió en Jesús varias dimensiones que
hoy nos resultan también estremecedoras y enormemente atractivas:
— La humildad,
inocencia y pequeñez de Jesús: "el corderito". Jesús no viene con
aires de grandeza. Es el humilde siervo, el corderillo que está expuesto a la
violencia de los lobos.
— La capacidad de
entrega por los demás: Jesús está dispuesto a cargar con el mal del mundo, con
el pecado de los demás, para liberarnos de la culpa, de la maldad que nos
oprime. Se muestra sumamente poderoso ante el mal.
— El éxito de su
misión consiste en reunir, en restaurar, en crear la unidad de los diferentes,
en establecer alianzas, para llegar a la gran Alianza. El testigo pone toda su
vida al servicio de este anuncio, que nace de su misma experiencia.
Me fijo
en Jesús: Jesús se da a conocer como Hijo en cuanto Cordero. La concepción
divina del cuarto evangelio va más en la línea del acercamiento que de la
exaltación. En vez del esquema: Jesús es Hijo porque es Cordero, el cuarto
evangelio adopta este otro: Jesús es Cordero porque es Hijo[3].
Cuando al levantar la hostia consagrada el sacerdote proclama
"este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", se está
proclamando una certeza, un camino y un compromiso, gracias a los cuales la
esperanza tiene sentido.
Jesús es el Cordero de Dios porque ha sido elegido por Dios para
iniciar el éxodo de nuestra libertad, y así como en otros tiempos los
israelitas fueron librados de la muerte y de la esclavitud por medio de la
sangre de un cordero, razón por la que celebran la Pascua de generación en
generación, así también nosotros hemos sido librados, en Cristo y por la sangre
de Cristo, de la esclavitud de la ley, del pecado y de la muerte.
Cristo es nuestra Pascua y el Cordero de Dios, el verdadero, el de
la Alianza Nueva. No es casual que según la cronología de Juan, Jesucristo
padeciera y muriera en la cruz precisamente cuando los sacerdotes sacrificaban
en el templo de Jerusalén los corderos pascuales.
En el salmo responsorial de este domingo (/SAL/039) se contrapone
el culto exterior, los sacrificios y las ofrendas, al culto interior que
compromete la persona del oferente como víctima de su propio sacrificio; es
decir, en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Y éste es el culto que Dios
desea. Por eso Cristo que es el Cordero de Dios, el Sacrificio que Dios acepta,
es también el Siervo de Yahweh que Dios
elige para que cumpla toda su divina voluntad.
Me fijo
en el Espíritu santo: es fuego que devora; es
silencio que habla; es dinamismo que empuja; es aliento que sustenta; es
intimidad más íntima que yo misma. Es en fin, el tatuaje y la impronta de Dios
en nuestra vida. Es mi cédula de identidad. Es el amor del Padre en el Hijo que
se transciende en nuestro corazón y nos hace idénticos al Padre y al Hijo. Es
mi nueva vida.
¿QUÉ ME HACE DECIR EL
TEXTO A DIOS?
Padre
Dios, en este domingo me presentas a tu Hijo como el Corderito; como el Siervo;
el único que libera; que me libra de todo mal y con su sangre me da vida
eterna. Me presentas también al Espíritu; esa fuerza interior que hace de mi fe
una experiencia de comunión contigo, intransferible,
única, verdadera. A lo máximo que puedo llegar a ser Señor, es como dice san
Agustín, a jumento. Permíteme con tu gracia, ser tu jumento. ¿A dónde me
quieres llevar? ¿A dónde quieres que te lleve Señor?. Quisiera decirte con todo
mi corazón: Aquí estoy.
Me presentas a Juan,
el profeta que se abaja para que Cristo, tu Hijo, crezca. Ese hombre que invita a refundarse volviendo al desierto.
Hay que volver Señor a las fuentes de nuestro carisma fundacional, y a las
fuentes de nuestro bautismo. Mi bautismo, es mi consagración a ti, como
profeta, como sacerdote y como rey, participando de tu misma misión. Me haces
profeta, portadora de buenas noticias, y denunciadora de la injusticia; me
haces sacerdote, mediadora ente tú y los hombres adoptando en esta vida una
manera de ser como la tuya, solidaria y
entregada; me haces reina, porque soy tu verdadera hija…Volver, y volver una y
otra vez, al centro de mi corazón donde tu moras e iluminas mi existencia…
Pongo ante ti, Padre, a tantos
corderos, víctimas de la violencia; pero también a tantos otros, que en su
entrega diaria de amor por ti, como nuestra hermana Cleusa que son semilla de vida nueva y servidores del
Evangelio y la esperanza. Pongo ante ti en
estas vísperas de domingo a nuestros fundadores que tanto te amaron y se
apasionaron con lo tuyo, siendo capaces de anteponer tu proyecto al suyo, y
qué felices fueron aun en medio de las dificultades.
Compromete nuestra vida cada día, Señor; no
permitas que quedemos impasibles ante la realidad que nos rodea; no permitas
que perdamos el horizonte y en vez de señalarte a ti, nos señalemos a nosotros,
buscando protagonismos y haciendo lo que tú no quieres. Gracias Señor por tu
milagro. Tú eres el milagro cada día, ¡tú eres el cordero que carga y nos
libera de nuestros pecados! Tu Espíritu
nos anime a reconocerte y anunciarte sin medida.
“El
Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma. Entonces se manifestó más
plenamente al mismo Juan la flor de la santidad en forma de paloma, forma de
simplicidad e inocencia. De esa manera se cumplió el texto: Y sobre
él florecerá mi santificación (Sal
131,18). Yo -dijo- no
lo conocía. Pero quien me envió a bautizar en agua me dijo: «Aquel sobre quien
veas que desciende el Espíritu Santo y que repose sobre él, ése es quien
bautiza en el Espíritu Santo». Y yo -dijo-
doy testimonio de lo que vi, que él es el elegido de Dios (Jn 1,33-34). ¿De quién da
testimonio? De aquel sobre quien vio la santificación del Padre. ¿De dónde vio
descender al Espíritu Santo? Pues nunca se alejó el Espíritu Santo del Hijo, ni
el Hijo del Espíritu, ni el Hijo del Padre, ni el Padre del Hijo, ni el Espíritu
del Hijo y del Padre; pero estas cosas se comprenden con la mente purificada,
distintamente a como se manifiestan a los ojos”. (San Agustín. Sermón 308 A, 4-5
Nieves María
Castro Pertíñez. MAR
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