EXORTACIÓN APOSTÓLICA VITA CONSECRATA
El profetismo de la vida consagrada
84. La vida
consagrada tiene carácter profético, participando en la función profética de
Cristo, comunicada por el Espíritu Santo a todo el Pueblo de Dios.
La
tradición ve en Elías la figura de la vida religiosa monástica, él es un
profeta arriesgado en íntima unión con Dios (la verdadera profecía nace de
Dios, de la relación con él). En la historia han existido hombres y mujeres que
consagrados a Dios, que han sido verdaderos profetas, hablando en nombre de
Dios, incluso a Pastores de la Iglesia, esto por don del Espíritu. El
testimonio profético conlleva una búsqueda constante de la voluntad de Dios.
Su importancia para el mundo contemporáneo
85. Actualmente
pareciera que el rostro de Dios se ha perdido, es por eso que es de suma
importancia el testimonio (coherencia entre el anuncio y la vida). La misma
vida fraterna es un acto profético, siendo fieles al carisma. La lealtad del
profeta puede llevarlo incluso a dar su vida por el Reino, por aquellos que
sufren sabiendo que Cristo se hace presente en ellos. El discernimiento continuo
a la luz de la Palabra llevará al consagrado a ser fiel a su misión.
Fidelidad hasta el martirio
86. Son
muchos los consagrados que han donado su vida, en la entrega a Dios, dando
testimonio de él. La Iglesia ha reconocido la santidad de muchos de ellos y los
honra como mártires de Cristo.
Los grandes retos de la vida consagrada
87. Los
desafíos son tres dirigidos a la Iglesia misma, estos están vinculados
directamente a los consejos evangélicos. Profesar los consejos evangélicos:
castidad, pobreza y obediencia, implica presentar a Dios como el bien absoluto;
quienes siguen los consejos evangélicos buscan la propia santificación pero
también hacen una propuesta a la humanidad, rechazar a un mundo hedonista y
hacer visible a Dios.
El reto de la castidad consagrada
88. El mundo en el que vivimos es
un mundo de cultura hedonística, se ve la sexualidad como mero placer, hay
abuso en consumos y los medios de comunicación social son una especie de falso
dios. Algunas de las consecuencias son: la falta de compromiso, daños psíquicos
y morales tanto para el individuo como para la familia. La respuesta de la vida
consagrada consiste en vivir con alegría la castidad perfecta, como testimonio
de la gracia y del amor de Dios. La persona consagrada expresa en su vivencia
lo que para muchos parece imposible, una experiencia de alegría y de libertad.
Esta misma alegría y libertad da fuerza de voluntad haciendo que no dependamos
de los sentidos e instintos.
El reto de la pobreza
89. Por otro
lado el mundo es materialista, el hombre de hoy está ansioso por tener más de
una manera fácil, despreocupándose del otro (egocentrismo). En respuesta la
vida consagrada vive la pobreza evangélica de diversas maneras dependiendo del
carisma, acompañada de un compromiso de solidaridad y caridad hacia el otro.
La pobreza evangélica al servicio de los pobres
90. La
pobreza no es meramente solo servicio a los pobres, sino un valor en sí. Por lo
tanto la persona consagrada deberá ser: humilde, sobria, sencilla y
hospitalaria. Siendo así ejemplo para los que permanecen indiferentes ante las
necesidades del prójimo.
El reto de la libertad en la obediencia
91. El
tercer reto son las ideas erróneas de libertad. La libertad es un auténtico
valor que va unido al respeto de la persona humana. Sin embargo dentro de la
sociedad lo último que importa es el respeto, estamos sumergidos en la
violencia, la desigualdad, la opresión; aspectos que deforman el verdadero
sentido de la libertad.
La vida
consagrada siguiendo a Cristo obediente hasta la cruz da ejemplo de que no hay
contradicción entre obediencia y libertad. La obediencia al Padre nos da la
verdadera libertad.
Cumplir juntos la voluntad del Padre
92. La vida
fraterna es el primer lugar donde podemos discernir y abrazar la voluntad de
Dios como regla de vida, caminando juntos en unión de espíritu y de corazón. La
obediencia vivida desde la caridad y animada por el Espíritu, une a los
miembros de la comunidad en un mismo testimonio y en una misma misión,
respetando la diversidad de dones y la particularidad de cada persona, raza,
origen, lengua, cultura.
Un decidido compromiso de vida espiritual
93. La vida
consagrada tiene la obligación de llenarse de una sólida y profunda
espiritualidad aspirando a la perfección de la caridad.
La vida
espiritual vivida en Cristo, es una ruta gradual hacia la fidelidad, en el que
la persona consagrada es guiada por el Espíritu en total comunión de amor y de
servicio en la Iglesia.
La vida
espiritual debe ocupar el primer lugar en el programa de la vida consagrada, de tal modo que cada
Instituto y cada comunidad sean escuelas de auténtica espiritualidad
evangélica. De la espiritualidad depende la fecundidad apostólica, el amor a
los pobres y el atractivo vocacional.
A la
escucha de la Palabra de Dios
94. La Palabra de Dios es la primera fuente de toda espiritualidad
cristiana, con ella alimentamos la relación personal que tenemos con Cristo y
con su voluntad. La Lectio divina es una gran herramienta para la vida
consagrada. Los escritos del NT merecen una veneración particular, sobre todo
los Evangelios que son el corazón de las Escrituras.
La meditación comunitaria de la Biblia tiene
gran valor. En ella se comparte el tesoro de la Palabra y juntos podemos crecer
y progresar en la vida espiritual (promover la Palabra al pueblo).
En comunión
con Cristo
95. El medio fundamental para alimentar eficazmente la comunión con el Señor
es sin duda la sagrada liturgia, especialmente la Eucarística y la
Liturgia de las Horas. La Eucaristía ocupa el centro de la vida consagrada,
personal y comunitaria. En ella cada consagrado está llamado a vivir el
misterio pascual de Cristo, uniéndose a Él en el ofrecimiento de la propia vida
al Padre.
El rezo de la Liturgia de las Horas, en unión
con la oración de la Iglesia es alabanza a Dios e intercesión tanto por la
persona que reza, como por el resto del Cuerpo.
Otros aspectos relevantes son: el sacramento de
la Reconciliación que nos lleva a vivir una conversión continua; la dirección
espiritual, donde la persona recibe ánimos para responder a la mociones del
Espíritu; el rezo del Santo Rosario como medio de unión con la Virgen María que
es puente hacia su Hijo.
Síntesis
realizada por Miriam Viviana Horta Colín
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