CARTA ENCÍCLICA, DEUS CARITAS EST, DE BENEDICTO XVI (parte 2)


Un problema de lenguaje

2. En este número se nos expresa que el termino amor es una de las palabras más utilizadas, y no siempre con el mismo significado. El autor aclara que la encíclica se basa en el amor expresado en la Sagrada Escritura y Tradición de la Iglesia, pero que es conveniente aclarar el su significado en las diversas culturas y en la actualidad.

Se nos habla de amor a la patria, al trabajo, entre hermanos, entre amigos, de un padre a su hijo, pero sobre todo del amor entre hombre y mujer que a simple vista pareciera que opaca los demás tipos de amor. En este punto se nos propone la siguiente pregunta: ¿se unifican al final, de algún modo, a pesar de la diversidad de sus manifestaciones, siendo en último término uno solo, o se trata más bien de una misma palabra que utilizamos para indicar realidades totalmente diferentes?

“Eros” y “agapé”, diferencia y unidad

3. Eros: los griegos llamaban así al amor entre hombre y mujer, es un amor que se impone. En el AT se utiliza dos veces y en el NT no se usa. En el NT se utiliza más el termino agapé de los tres que usa el griego (eros, philia y agapé), es bueno decir que este último los griegos lo dejaban de lado. El termino philia (amistad) san Juan lo retoma para describir el amor de Jesús con sus discípulos. El término eros en el NT se deja de lado, por eso el significado del amor en el término agapé  toma otro sentido. En el tiempo de la Ilustración se criticó mucho a la Iglesia por dejar de lado el término agapé, se pensaba que la Iglesia convertía en margo lo más dulce de la vida (amor de hombre y mujer).

4. Los griegos y otra cultura consideraban al eros como “locura divina” que estaba por encima de la razón y le hacia experimentar la dicha más grande. En palabras de Virgilio sería “el amor todo lo vence, rindámonos también nosotros al amor”. En las religiones esto se implanto, naciendo de esta manera la prostitución sagrada. El eros expresaba entonces unión con el ser divino.

En el AT esto se combatió, era visto como algo perverso. Esta desviación del eros lo que hacía era robar la dignidad de las personas, las mujeres que servían de prostitutas eran usadas, abusadas pues son seres humanos, en lugar de subir el hombre caía.  El eros necesita purificarse para que no se quede solo en placer momentáneo y pueda ser un amor que tienda a la felicidad de todo nuestro ser.

5. Destacamos entonces que entre el amor y lo divino existe una conexión (eternidad), pero para llegar a una meta segura descubrimos también que el amor no consiste solamente en dejarnos llevar por los instintos. Para ellos hace falta realizar una purificación, madurar y también incluye el renunciar, así vemos que el eros no se rechaza pero hay que limpiarlo.

El hombre se compone de cuerpo y alma, el eros es purificado cuando logra unir cuerpo con alma. Es llegar a la unidad, no podemos quedarnos solo con el espíritu rechazando el cuerpo y tampoco podemos quedarnos solo con el cuerpo rechazando el espíritu, en ambas situaciones el hombre pierde dignidad y grandeza. El alma y el cuerpo no aman es el hombre quién ama como persona unificada y  la persona es él realmente, en este casa el eros adquiere su grandeza.

Se culpa a la Iglesia de condenar al eros, al cuerpo y más antiguamente. En la actualidad se pretende rescatar al cuerpo, exaltándolo, perdiendo la unidad, pues solo se remite a tener sexo y se piensa que eso es vivir en libertad, cuando solo se transforma a la persona y al cuerpo en mera mercancía, para satisfacer un deseo. El cristianismo considera al hombre como cuerpo y al alma ambas se corresponden. El eros puede llevarnos a un éxtasis divino pero necesita ser purificado.

6. El cantar de los cantares, es un libro que seguramente se escribió para una boda israelita y es por eso que en él se exalta el amor conyugal. En el libro encontramos dos términos para designar al amor. El primero es “dodim” que sería un amor inseguro, que aún se encuentra en búsqueda. Esta palabra después es remplazada por “ahabá”, que viene significando lo mismo que “agapé”, que es la expresión bíblica del amor. Nos encontramos que el amor de búsqueda a uno mismo se cambia por el amor de sacrificio, es decir, ya no se busca así mismo más bien ahora busca la felicidad del otro, aun cuando esto signifique renuncia, sacrificio.  

Es un amor que anhela lo definitivo: primero por su exclusividad y después por que tiene un sentido de “para siempre”. El amor tiende hacia lo eterno, es un “éxtasis” pero no momentáneo, es permanente, salimos de nuestro propio yo para reencontrarnos con nosotros mismos y nos encaminamos al descubrimiento de Dios: “El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará” (Lc 17, 33), en Jesús este amor llega a su plenitud.

7. Llegamos pues a un momento donde descubrimos que un amor de carácter ascendente y el otro de descendente, en otros términos podemos decir que uno es posesivo y el otro es oblativo. En sentido cristiano el amor sería un amor descendente, oblativo, el agapé y el amor no cristiano es todo lo contrario, ascendente, posesivo, el eros. Sin embargo eros y agapé nunca llegan a separarse del todo. El eros puede comenzar por preocuparse por sí mismo, pero cuando se encuentra con la otra persona comienza a preocuparse por ella, es ahí donde entra el agapé. Por otro lado quien da amor oblativo no puede solo dar, también tiene que recibir. El hombre debe ser fuente donde los demás puedan beber, pero también este hombre tiene que beber de la fuente que es Jesucristo para llenarse.


8. El amor es una sola unidad que puede tener varias dimensiones, separar una parte u otra el amor merma. El amor bíblico no es contario al del hombre, el amor bíblico asume a todo el hombre llevándolo a purificarlo. Destacamos del amor bíblico dos dimensiones: la imagen de Dios y la imagen del hombre. 

Sintesis realizada por Miriam Viviana Horta Colín, MAR

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