EN EL DESIERTO DE NUESTRA VIDA
El desierto es un lugar donde aparentemente es difícil poder encontrar vida, pero en realidad en algún rincón se puede encontrar un hermoso oasis lleno de vida. En nuestra vida podemos encontrar esta imagen del desierto con un oasis, pero también podemos encontrar una imagen de un paraíso que esconde un rincón estéril, sin vida.
Hay espacios en la existencia en los que se experimentan momentos de felicidad, descanso, serenidad, paz y cercanía de Dios, que son oasis en nuestro desierto o paraíso de la vida, y los desiertos son los momentos en las experimentamos la soledad o aridez en la oración, pero a la vez es el lugar o memento propicio para el silencio que nos lleva a encontrarnos con nosotros mismos y encontrarnos con Dios desde lo más hondo y profundo de nuestro ser, momento en el que se puede encontrar serenidad para replantearnos nuestras decisiones anteriores y tomar nuevas que nos ayuden a descubrir el valor supremo de la propia vida.
Así como también nuestro desierto toma una imagen de una espada de doble filo en las que nos vemos amenazados de caer en la desesperación que nos paraliza, la angustia de buscar medios externos para no adentrarnos en nuestra propia vida, de igual manera podemos llegar a perder nuestro norte y horizonte, pero es en este preciso momento donde sucede el milagro en la vida, donde Dios nos encamina hacia los oasis para re-orientarnos y recuperar fuerzas, recobrar la tranquilidad, de avivar la esperanza y tomar impulso para finalmente poder cruzar el desierto y salir victoriosos.
Cuando logramos aprovechar esos momentos de desierto en nuestra vida podemos contemplar la vida en toda su hermosura; así como en los desiertos se puede contemplar el extenso y hermoso firmamento con sus constelaciones que cubren la tierra, tal lejana pero digno de apreciar, y en nuestro desierto podemos ver la vida llena de hermosura pero con la certeza de que cruzado este desierto podemos disfrutar de lo que hemos visto y contemplado desde la distancia, nos impulsa y nos da fuerza en nuestra travesía.
Cruz M. Ajpacajá
Novicia MAR
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