UNA VITAMINA PARA EL ALMA
En este día reflexionemos un poco
acerca de la gran vitamina para la vida y para el alma: la Oración. ¿Cómo voy
llevando mi vida?, ¿de qué fuentes va acompañada?, ¿Quién es el centro de mi
existir?
Pues la oración es un don de Dios, una acción del hombre; una necesidad vital: el cristiano, para su vida espiritual, tiene absoluta e incesante necesidad como tiene necesidad del aire y del agua para su vida biológica. Jesús es el “Maestro de oración” para el cristiano. Él, orando, nos enseña como orar. Y al mismo tiempo nos da indicaciones precisas sobre cómo orar. Por ejemplo: la oración del Padre Nuestro. Esta oración debe ser profunda, íntima, con el Único amor de mi vida, Aquel que me dice eres importante y especial para mí, por eso quiero que sirvas y lo hagas todo por y con amor. San Agustín, “experimentó la necesidad de un diálogo con Dios de forma permanente y nosotros estamos llamados a tener esa experiencia. Entonces, hablar de oración es hablar con Dios. Cuando lees, te habla Dios; cuando oras, hablas tú con Dios. Y para hablar con Dios no hace falta palabras que suenen externamente; lo que puede faltar son las voces del corazón. Por lo tanto, en la oración lo importante son los sentimientos, no las palabras.”
Pues la oración es un don de Dios, una acción del hombre; una necesidad vital: el cristiano, para su vida espiritual, tiene absoluta e incesante necesidad como tiene necesidad del aire y del agua para su vida biológica. Jesús es el “Maestro de oración” para el cristiano. Él, orando, nos enseña como orar. Y al mismo tiempo nos da indicaciones precisas sobre cómo orar. Por ejemplo: la oración del Padre Nuestro. Esta oración debe ser profunda, íntima, con el Único amor de mi vida, Aquel que me dice eres importante y especial para mí, por eso quiero que sirvas y lo hagas todo por y con amor. San Agustín, “experimentó la necesidad de un diálogo con Dios de forma permanente y nosotros estamos llamados a tener esa experiencia. Entonces, hablar de oración es hablar con Dios. Cuando lees, te habla Dios; cuando oras, hablas tú con Dios. Y para hablar con Dios no hace falta palabras que suenen externamente; lo que puede faltar son las voces del corazón. Por lo tanto, en la oración lo importante son los sentimientos, no las palabras.”
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