ENCONTRAR A DIOS EN EL DESIERTO


“Al comienzo de octubre de 1886, después de seis meses de vida de familia, yo admiraba y quería la virtud, pero no os conocía. ¿Por qué invenciones, Dios de bondad, os hicisteis conocer de mí? ¿De qué rodeos os servisteis? ¿De qué suaves y fuertes medios exteriores? ¿Por qué serie de circunstancias maravillosas, en que todo se juntó para empujarme hacia vos: soledad inesperada, emociones, enfermedades de seres queridos, sentimientos ardientes del corazón, retorno a París a consecuencia de un acontecimiento sorprendente? ¿Y qué gracias interiores? Esta necesidad de soledad, de recogimiento, de piadosas lecturas, esta necesidad de ir a vuestras iglesias, yo que no creía en Vos, esta turbación del alma, esta angustia, esta búsqueda de la verdad, esta oración: “¡Dios mío, si existes, manifiéstate!”… Charles de Foucauld (1898-1916)
¿Qué tiene en común la experiencia de Charles de Foucauld (1898-1916), con las nuestras? ¿Qué puede decir al hombre de hoy el testimonio de su vida y de su búsqueda?
¿hemos perdido o debilitado la capacidad de sentido de la vida, de búsqueda de Dios, de la Verdad, de silencio y fraternidad al estilo de Foucauld?
Para encontrar el sentido de la vida hay que ser pobre, desposeerse, descalzarse como hizo Moisés ante la zarza ardiendo del Sinaí. Hay que entrar en el silencio del corazón. Hay que ir al desierto, no necesariamente físico, como hicieron los Padres del desierto o Carlos de Foucauld.





Yessica Victoria, Novicia MAR

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