La Regla de San Agustín, Introducción y comentario de Nello Cipriani, OSA




Al acercarnos a la Regla podemos creer en un primer momento que es un conjunto de normas prácticas, pero ni es esto, ni una exposición teológica, ni un tratado de formación espiritual; quien conoce este documento descubre que tras cada norma se esconde un espíritu.

·        Naturaleza y fundamentos de la vida monástica

“Esto es lo que mandamos que observéis los que residís en el monasterio: Ante todo, que habitéis unánimes en la casa y tengáis una sola alma y un sólo corazón en camino hacia Dios.[i]

La eclesialidad de la comunidad monástica

Al referirse a la finalidad principal de la vida monástica, en esta frase se pueden advertir hasta tres alusiones bíblicas:

v  Jn. 1,52; Sal 67, 7; Hch 4, 32

La experiencia de la vida común es querida por Dios; es expresión  de su sueño y de cómo vivieron las primeras comunidades. La concordia en la vida comunitaria es un don que solo lo da Dios.

La diferencia que tenemos con los animales es la capacidad de vivir en comunión, es la adopción de la gracia de Dios; desde la creación nos ha hecho capaces de sociabilizar y solo Él nos hace estar unidos más allá que por la sangre o las distancias, por los afectos.

Esta unión del corazón solo la da el Espíritu Santo; una muestra son las primeras comunidades y es que Él es el único que hace posible una perfecta comunión espiritual.

Pero esto exige radicalidad: el salir  de mí y no apropiarme de nada, para dejar a Dios cumplir su deseo de comunión en la comunidad.

Agustín relaciona el término monos de donde viene monje, no con uno solo,  sino como todos (en el monasterio) seamos uno, por lo tanto, si busco la desunión no soy monje.

Del  comentario al salmo 132 podemos recoger los siguientes puntos:

v    La comunidad agustiniana debe ser testimonio vivo de la unidad en la Iglesia.
v    Agustín llama a la unidad y reprocha al  que vive separado.
v    La  Iglesia y el Monasterio han nacido por el amor.
v    El clamor de Dios es la unidad.
v    Lo que unió a los apóstoles fue el que todos descubrieron a  Dios y fue Él quien  produjo la concordia.
v    La unidad en la comunidad se generó por el permitirse permear por el Espíritu.
v    La aventura del cuerpo de Cristo es la concordia:
o        El sacerdote Aarón representa al Cristus totus. El mismo Cristo cabeza y el cuerpo que es la Iglesia.
o        El ungüento es el Espíritu Santo, desciende abajo hasta el vestido, que es la Iglesia presente; El Espíritu Santo también es el Rocío que empapa toda la humanidad.
o        La barba representa a los primeros  testigos de Cristo, que dan la fortaleza de la tradición;
o        La orla del vestido son los monasterios por medio de la perfección de la ley de Cristo que es la unión.
o        El gorjal o abertura (los que habitan como uno, y que es también orla) es por donde entra la cabeza Cristo, por la concordia fraterna, a fin de que la Iglesia se una a Él.
v    La unidad y la concordia son frutos de la caridad, del Espíritu Santo, que como rocío que  se derrama en nuestros corazones; cuando no es Cristo quien guía nuestra comunidad se da la murmuración y en últimos términos, la desunión.

Interioridad y comunión fraterna

La caridad aunque es un don no me dispensa del compromiso; la luz que es Cristo, me pide disponibilidad, aquí es necesario preguntarse ¿Cuáles son los obstáculos que yo le pongo?, para poder hacer un discernimiento y descubrir estos obstáculos es necesaria la interioridad, quien vive  fuera busca alabanzas o placer. Dios habita en lo más íntimo de mí; es la vida misma del espíritu humano, “en la mente, reciba la luz y en el corazón la caridad”. Si permanezco en Él la mente se ilumina con su luz.

También es bueno preguntarse ¿Cuáles son mis talentos?, El don de Dios no tiene por qué perturbarlos, pues es Él mismo quien los da. De aquí puedo aportar o destruir en la comunidad.

La comunidad Agustiniana se encuentra In Deum, dirigidos, en búsqueda, en camino hacia Dios, pues solo se puede vivir en una sola alma y un solo corazón, si se está en búsqueda de Dios.

La importancia de vivir dentro en búsqueda constante de Dios es lo que nos capacita para este estilo de vida, porque la misión surge de la contemplación y para vivir en unidad es necesario buscar la caridad y ésta solo se da en el interior.

Pero tenemos que tener claro que la unidad perfecta se dará solo en el cielo, por lo que aquí nos toca luchar en todo momento por volver o permanecer en la comunidad.

La Comunión Teologal

San Agustín dice que la unión de las almas y los corazones están fundados en la comunión de las tres virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad).

Todos los que creemos en el Único somos una sola cosa en esta vida. Uno en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Solo cuándo se toca fondo empieza la fe; es necesario tirarse al vacío con la certeza de que alguien está.

Pero la comunión no solo es fruto de la fe, pues creer en Él siempre incluye la caridad. Por lo tanto es fruto de la fe y la caridad.

La caridad es la verdadera fuerza, el fuego, por eso  es necesaria la purificación sin perder lo que soy en esencia, pero se hace necesario en el proceso de hacerse comunidad perder para ganar. Porque Dios siendo fuego nos funde a todos, nos purifica. El bautismo de Jesús fue la cruz.

El Espíritu Santo difunde la caridad en nuestros corazones y nos hace capaces de amarlo sobre todas las cosas en él. Nos hace amar la justicia, la comunión y la unidad con los hermanos, querer el bien del otro. Soy para los demás, mi preparación es para los demás, todo es para  la misión y el crecimiento de la comunidad.

Para quién tiene caridad no hay mayor crimen que la división y la ruptura de la comunión. Así que por amor de la unidad soportémonos mutuamente. Quien no recoge con Cristo desparrama. “Mi alma no es mía es de mis hermanos, las almas de ellos son mías, son una única alma”.

Trinidad y comunidad

La Trinidad es ejemplo de comunidad, es puro amor. La comunidad al vivir en concordia hace posible el acercamiento a la unidad trinitaria, la comunidad es reflejo del amor trinitario. La unidad de los creyentes es ella misma don trinitario, fruto del don del Espíritu Santo con el que el Padre y el Hijo ponen a los creyentes en comunión con ellos y entre ellos.

La vida comunitaria es un don pero también es una decisión. La concordia también es un don, que surge de la búsqueda de Dios, y no es posible sin una intensa vida interior.

La Trinidad ayuda, ilumina, llena y por medio del silencio, el ser humano obedece, contempla y acoge ese llamado a la comunión.

Es necesario preguntarse ¿Qué busco en el convento, si no busco la unidad?, nosotras somos hermanas y Jesús es el único maestro, Él es quién elige a sus discípulos. Cada una es elegida por Él y Él es quién nos ha convocado, no es un proyecto de ninguna de nosotras es de Dios.

Fundamentos económicos y psicológicos

San Agustín pide a los hombres una perfecta comunión de bienes materiales y una sincera actitud de humildad, que los lleve a ir en busca de una verdadera igualdad con los hermanos.

La igualdad de bienes según San Agustín consiste en dar a cada quién según lo que necesite.

Cuando alguien se pone por encima hay desigualdad, y se originan las divisiones y las luchas entre las personas. Esta comunión exige un radicalismo evangélicodel paso de un pensamiento individualista a uno comunitario. En caso distinto no es posible la vida comunitaria.

Es necesario configurarnos con el ideal de vida común, de forma que lo tengamos metido en los tuétanos. Dios nos capacita para vivir en conversión y por medio de la humildad expresar libremente lo que tenemos. Ser fieles a lo común.

En Hechos de los Apóstoles se encuentra una utopía igualitaria, contra la desigualdad y el individualismo, el poseer, el tener y la desenfrenada concepción de libertad, aquí todo es de todos.

Muchas corrientes en la filosofía han  buscado vivir de forma común e influenciaron en San Agustín, pero ninguna tiene como centro la caridad. Si no existe la caridad no existe un proceso de comunión.

La apropiación provoca la injusticia, por eso propone la eliminación de la propiedad privada en el monasterio y el cuidado de lo común.

Mi preocupación por el  bien común es directamente proporcional a mi unión con Dios.

Y nuestro bien común como comunidad consagrada es Dios que no se da de a poco, sino que  llena el alma y la llena toda, y nos hace plenamente felices. En la comunidad no cabe la envidia que es el no trascender las situaciones cotidianas.

Es necesario preocuparse por no acumular, que refleja la consciencia de que otros no tienen nada.

En una comunidad:

v  Todos deben preocuparse por no someter a nadie,
v  Desear que todos sean iguales,
v  Reconocer que la persona vale por lo que es no por lo que tiene.
v  No basta con solo la unión de los bienes materiales.
v  La soberbia es el deseo de ser o de aparecer más que los otros, cuando ésta interviene se presenta la competición en la comunidad; pero la única competición que debemos exigirnos es la de amar más.

Es necesario asumir la propia libertad y no cosificarse, preguntarse ¿Qué me mueve?, vivir en libertad, alegría y amor no para mi servicio personal, sino para el servicio de los demás y ante cualquier dificultad: “¡bendito sea mi Dios!”.

Afirmarse en una cosa o en una situación muchas veces provoca que me retire de la comunidad, y me haga dependiente; la recta independencia es la que puedo tener algo pero no dependo de esto.

San Agustín describe a la soberbia como el amor excelentísimo por ser destacado, por ser más que los otros, sin reconocer la igualdad entre todos;  y ante esta nos invita a vivir en humildad, confiando en Dios y no en mí, sin buscar ningún reconocimiento y sin presumir de nada; si algo he de presumir es de que soy pecadora.

Desde San Agustín podríamos decir que la soberbia es lo opuesto a la caridad; son los dos amores que dieron origen a las dos ciudades. La soberbia lleva a la dispersión mientras que la caridad me lleva a la unidad.

En la soberbia se encuentra la raíz de todo pecado, el egoísmo, la lascivia y la avaricia.

Es propicio preguntarse: ¿Qué amor me determina? ¿A qué amor le apuesta mi vida?

El comunismo y la vida monástica se parecen en que ambos proponen una vida en común y eliminan la propiedad privada; pero la diferencia se encuentra en que esto se vive en el monasterio desde la esperanza escatológica y en que la unidad fraterna se construye día a día y se manifiesta en el dejarse ayudar y en el tener tolerancia.

La responsabilidad de la caridad se expresa en el desear lo mejor para el otro; ser mejores y ayudar a crecer a mis hermanas; sacar el resentimiento y buscar que la hermana sea feliz es resultado de la unión con Dios y con mis hermanas.

El servicio comunitario tiene que ser expresión de la fe común, si falta la comunión espiritual nos convertimos en funcionarias.

Somos llamadas a la igualdad desde lo psicológico, lo social y lo económico.

·                   La oración Comunitaria

“Así, pues, vivid todos en unidad de alma y corazón y honrad los unos en los otros a Dios, de quien os habéis convertido en templos.”[ii]

 “Cuando oréis a Dios con salmos e himnos, sienta vuestro corazón lo que proferís con la voz.[iii]

La oración comunitaria signo y medio de la comunión espiritual

La oración que distingue a toda comunidad religiosa es la que en unidad de corazones y almas busca ante todo la unión con Dios en la fe, la esperanza y la caridad.

La oración común es un signo escatológico, expresión de la comunión con Dios. Y esta unión me debe llevar a la comunicación con mi comunidad. La oración real afina la atención de lo personal y lo comunitario.

La oración o es oración o no es oración. Es un clamor del corazón  y si no rezamos desde el corazón se da el egoísmo y la murmuración.

Oración y vida

La oración provoca unidad, alegría, vivir en armonía y animar desde el corazón. Es honrar a Dios con la vida; en la unidad y la caridad se da el verdadero acto de culto a Dios, la ofrenda agradable a Dios.

En la comunidad Dios caridad habita como en su templo por medio de gestos, palabras…

Para San Agustín si la oración es sincera no puede limitarse a un momento; tiene que ser continua.

·        La Ascesis cristiana

“En cuanto la salud lo permita, someted vuestra carne con ayunos y abstinencias en la comida y la bebida. Pero, si alguno no puede ayunar, no tome alimentos fuera de la hora del desayuno, a no ser que se encuentre enfermo.”[iv]

“Y no sean sólo vuestras bocas las que reciban eL alimento, sino que también vuestros oídos sientan hambre de la palabra de Dios.”[v]

La regla de San Agustín es, ante todo, sobria y equilibrada, inspirada por la preocupación de salvaguardar la salud.

El ejercicio de la ascesis y el ayuno en la iglesia se hace para ejercitar la propia voluntad y reforzarla contra las tentaciones, para mantenerse en forma espiritualmente y para tener más medios a disposición para ayudar a los hermanos más pobres.

El verdadero sacrificio es el que se hace para unirnos a Dios en su santa alianza.

La ascesis dualística

Los maniqueos se abstenían de comer carne, beber vino, porque estas sustancias serían malas, diabólicas; desde su concepción dualista entendían que en la persona habían dos fuerzas (mal y bien) que se enfrentaban, lo material era malo y lo espiritual bueno, por lo tanto todo lo creado materialmente se consideraba como malo.

Los platónicos calificaban el cuerpo como la cárcel del alma y su misión era liberar el alma de su prisión y poder ésta unirse al principio supremo, por esto es necesario un compromiso ascético.

San Agustín responde a ambos:

a)    El mal no es una sustancia, sino que sólo es una privación del bien, que puede ser producido por una simple causa deficiente, como es la voluntad de las criaturas racionales, por lo tanto todas las sustancias son buenas.
b)    El alma ha sido creada por Dios justamente en función del cuerpo, para darle vida y gobernarlo.

La salud y la amistad, para San Agustín, son los dos grandes bienes de la vida terrenal, por los que todos tienen que empeñarse y hasta rezar.

La ascesis agustiniana

Imponerse una disciplina, incluso en las cosas lícitas, sirve para reforzar la voluntad frente a aquellas ilícitas, para aprender a saber dominarse dentro de los límites de las necesidades naturales, ya que la voluntad humana no posee una libertad abstractamente siempre igual.

En la comunidad religiosa el único criterio válido para la distribución de los bienes es la caridad, que tiene cuidado de las personas individuales con sus necesidades reales.

El ayuno es para ayudar a la oración y toda la ascesis es para crecer en caridad.

·        Modestia y guarda de la caridad.

Este capítulo de la Regla ha sido comúnmente criticado. La prohibición de salir solos de los monasterios aparece como fruto de una mentalidad sospechosa y no respetuosa de la libertad de las personas; lo que se dice de no fijar la mirada sobre las personas del otro sexo se juzga como la señal de la sexofobia agustiniana; a alguno le parece intolerable la imagen de Dios, que escudriña el secreto de los corazones…sobre todo, aparece intolerable la invitación a denunciar las caídas de los hermanos.

Para entender este capítulo es necesario tener en cuenta el género literario elegido por San Agustín para escribir la Regla que es monitio y encuadrarlo en su enseñanza más amplia, sin dejar de lado su realidad histórica y ambiental.

Prudencia en el salir del monasterio

En dos ocasiones Agustín insiste en que los monjes salgan acompañados a los baños, esto se comprende desde el dato de que en varias ocasiones el obispo recibió la noticia de que algunos clérigos, monjes y monjas estaban relacionados en hechos vergonzosos; algunas veces resultaban ser las víctimas y en otras los protagonistas. Se expresa en relación a este tema en las cartas 13* y 78.

Los religiosos tienen un compromiso de  comportarse de forma correcta no por el qué dirán, sino más bien  por edificar a la comunidad.

La protección mutua del Mal

Esta parte del cap. VI es conveniente leerla a la luz de Mt. 5, 27-28; La castidad es un regalo de Dios, Él concede y conserva su don a quien le pide y a quien hace todo lo posible de su parte para custodiarlo. Él obra en la consciencia pero de ordinario actúa a través del hombre mismo. De ahí, la invitación del santo a custodiarse mutuamente.

Dios protege por medio de la comunidad, si todos somos uno, nadie puede hacer lo que se le antoja porque la libertad comunitaria implica responsabilidad.

·        Cada uno al servicio de los demás.

En la comunidad debemos empeñarnos en servir en los aspectos interiores y materiales; tenemos la responsabilidad de cuidarnos mutuamente, cada uno debe procurar hacer el bien. Ponerse al servicio los unos de los otros.

Cada una tiene corresponsabilidades en la comunidad, ej: silencio, orden común…

El vestido interior del corazón

El verdadero hábito del monje es Cristo; debemos buscar amar con su corazón, difundir su buen perfume, vivir escondidas en Él, y cumplir el proyecto de vida que nos plantea en las bienaventuranzas.

El trabajo común

En el convento nos encontramos unidas por el vínculo de la caridad, por lo tanto hay que trabajar por hacer los oficios con esmero y renovada disponibilidad.

La caridad no busca sus cosas;  antepone lo común a lo propio. Y es necesario vivir en clave de transparencia.

Es necesario preguntarse ¿cuáles son mis motivaciones?

Actitudes del trabajo en comunidad agustiniana:

o   Responderle a Dios lo que pida y con generosidad.
o   Reconocer que todos los trabajos son iguales.
o   Hacer mi función dentro de la comunidad descubriéndome como parte de un cuerpo.
o   Poner a Dios en el centro de la comunidad.
o   Trabajar para los intereses de Cristo.

El amor mantiene el bien común; este amor requiere la humildad.

·        El perdón mutuo de las ofensas


La calidad de la vida comunitaria se juega en cada momento de la convivencia.

Realismo Agustiniano

No existe la paz perfecta ni en los monasterios. San Agustín lo tiene muy claro y en la epístola 78 se refiere a este tema diciendo: “…difícilmente hallé personas mejores que las que adelantan en el monasterio, pero no las he encontrado peores que las que en el monasterio cayeron…”[vi]. También en el comentario al salmo 99 toca ampliamente este tema destacando que: “… las cosas verdaderas de los malos deben soportarse por la convivencia de los buenos.”

Perdón mutuo

No mantengáis disputas o terminadlas cuanto antes para evitar que la ira desemboque en odio, convierta en viga una paja y haga homicida al alma. Pues así leéis: el que odia a su hermano es homicida (1jn 3, 15)”.[vii]

Antes de Cristo nadie había dicho una cosa parecida, la ley del evangelio va más allá de la misma justicia, pues manda a no devolver de ningún modo mal por mal, sino amar incluso a los que nos hacen mal.

Todo esto se hace a la luz de la revelación cristiana para la cual “Dios es caridad”, porque es caridad, el ama la vida, y no quiere la  muerte de nadie. El odio en cambio, observa San Agustín, en el fondo no es sino el deseo que el otro no sea más.
La caridad es la fuerza que une y da vida; el odio es la fuerza que divide y mata; es el sentimiento más destructivo y contrario a la comunión fraterna. Por tanto en la comunidad es de importancia fundamental que el odio esté ausente. De la conciencia de la gravedad del odio nace la fuerte invitación al perdón y, sobre todo, la grave amonestación, dirigida a quien siempre rechaza pedir perdón o no lo pide de corazón, que está sin motivo en el monasterio, incluso si no es expulsado de él[viii].

“La razón de esta mayor severidad se debe claramente a la diferencia entre la comunidad eclesiástica y la comunidad religiosa. No se obliga a nadie a entrar en la vida religiosa para obtener su salvación. Para una persona sin embargo, es mucho más arriesgado dejar la comunidad eclesial” observa T. van Bavel.

La ira

El odio surge inesperadamente, puede que sea por un justo sentimiento; el odio se puede apoderar del corazón.

El no airarse contra nadie aún con justa razón. Actitud de amargura, resentimiento. Debemos ponernos en manos de Dios para que lo sane radicalmente.

Y tomar decisiones:

o   Dentro de los sentimientos no debemos acoger la ira, no abrirle el alma.
o   Cortar las peleas.
o   Perdonar siempre.
o   Manifestar las molestias.
o   Resolver al momento las diferencias, dentro de lo posible.
o   Crecer en comunicación.

·        Obediencia y Autoridad

Para San Agustín en cada comunidad humana la paz depende de la concordia ordenada entre quien tiene que obedecer y quien debe mandar.

Para San Agustín los hombres todos son iguales, por lo tanto nadie es esclavo de otro hombre, ni siquiera del pecado. En definitiva el pecado ha sido quien ha provocado el autoritarismo y la esclavitud.

Todos somos iguales pero estamos llamados a desempeñar funciones diversas para el bien de la sociedad. Esto es la igualdad natural.

Quien preside una comunidad no tiene que aprovecharse de ello para tener el gusto de dominar a los otros, sino que únicamente tiene que cuidar del bien de quien le ha sido confiado.

La función propia del poder y de la autoridad es favorecer la unidad y el bien de la comunidad, en la ciudad de Dios, que es la Iglesia.

En el tema de la obediencia es necesario tener claro algunos puntos:

o   La obediencia es renunciar libremente a la propia autonomía.

o   Todos tenemos una subordinación pero que no es esclavitud, en nuestro caso es kénosis.

Deberes del superior

o   Hacer que las normas de la Regla sean observadas fielmente y pongan remedio con la corrección a las eventuales negligencias, recordando que el testimonio es el que afirma lo que dice.

o   Llamar la atención a los ociosos, animar a los apocados, sostener a los débiles y ser paciente con todos.[ix]

o   Mantener de buena gana la disciplina incluso suscitando el temor, pero más aún el amor.

o   Ejercer su poder pero no como el que domina, sino como uno que sirve en caridad.

La obediencia

Agustín para superar todas las dificultades, nos invita a superar una visión puramente humana y a mirar a las personas a la luz de la fe cristiana: obedecer y honrad al superior para no ofender a Dios en su persona. La obediencia es la madre de la guarda de todas las virtudes.

En la obediencia se encuentra la diferencia entre los hombres; entre Adán, que fue el autor de nuestra muerte, y entre Cristo, que es el autor de nuestra salvación.

 Y concluye este capítulo diciendo: “Por lo cual, obedeciéndole diligentemente, os compadecéis no sólo de vosotros mismos, sino también de él, porque, entre vosotros, cuanto más elevado es el lugar que uno ocupa, tanto mayor es el peligro en que se halla.”[x]

Obedecer, en definitiva es hacerse cargo de la grave responsabilidad que recae sobre el superior; darle una ayuda, para facilitarle la tarea, que es la unidad y el bien de la comunidad. Es un acto de amor hacia el superior.

·        Enamorados de la belleza espiritual


El monacato de San Agustín se distingue de los otros tipos de monacato antiguo por dos aspectos: la inspiración fuertemente eclesial y el espíritu místico contemplativo.

“Que el Señor os conceda observar todos estos preceptos con amor, como amantes de la Belleza espiritual, y prendados, con una vida santa, del buen olor de Cristo, no como siervos bajo la ley, sino como personas libres que viven bajo la gracia[xi]

Cum Dilectione (Con Amor)

Para San Agustín ninguna ley moral es observada realmente, si no es observada con o para la caridad.

Lo que cuenta en la vida religiosa no es propiamente el cumplimiento de la Regla o de las Constituciones, como el hecho de que aquella observancia contribuya al logro del objetivo supremo de unir interiormente al hombre con Dios y con los hermanos.

Libertad y servidumbre

Una consecuencia de la observancia amorosa de la regla para San Agustín es: la alegría de servir a Dios no es el temor, sino es la libertad propia de los hijos de Dios.

La Regla expresa la súplica de que la observancia monástica no esté inspirada por el temor servil, sino únicamente por el amor. Evidentemente se desea que en la vía de la santidad los monjes no se paren sobre el peldaño de la conversión, sino que progresen hasta convertirse en hombres verdaderamente espirituales y perfectos. Esto solo es fruto de la gracia de Cristo, que debe pedirse en la oración.[xii]

La belleza Espiritual

Para San Agustín y “nosotros no amamos sino lo que es bello”, así que si queremos observar los preceptos de la Regla con amor, tenemos que contemplar la belleza espiritual. ¿Pero en qué consiste la belleza espiritual?, la distinción entre belleza material y belleza inteligible es muy propia de platón y los filósofos de su corriente; esta belleza está referida en específico a las virtudes morales.  San Agustín le da un giro distinto, deriva todas las virtudes humanas individuales al manantial de cada virtud que es la Verdad que es Cristo, y por lo tanto Dios mismo y por otro lado reconduce cada virtud moral a la caridad. De esta forma su discurso pasa a ser cada vez más cristiano y la belleza de inteligible pasa a ser espiritual.

Dios es la suprema belleza porque es Caridad, y también la belleza del alma no se encuentra si no es en la caridad.

Agradecimiento e invocación

La Regla concluye con la recomendación a leerla una vez a la semana y a considerarla como un espejo en qué contemplarse. El verdadero espejo sin embargo para San Agustín en el que nos debemos fijar son las Sagradas Escrituras.

Para San Agustín la lectura y el examen de conciencia no tienen valor sino porque brindan la ocasión para ponerse delante de Dios y encauzar un diálogo con él, nuestro bien supremo y quien transforma nuestra vida, nos hace capaces de amar más.

Para este encuentro es necesaria la actitud del publicano…

“Y si descubrís que cumplís lo que está escrito, dad gracias al Señor, dador de todos los bienes. Mas, si cualquiera de vosotros ve que falta en algo, arrepiéntase de lo pasado, tome precauciones para el futuro orando, para que se le perdone la ofensa y no sea abandonado a la tentación.”[xiii]

Dios: Omnium bonorum largitor (dador de todos los bienes)

Dios ha sido quien nos ha amado primero, es el dador de todos los bienes, si tenemos la gracia de cumplir lo señalado en la Regla, no es por mérito personal sino más bien por gracia que el Espíritu Santo nos posibilita a vivirlo.

Dar Gracias a Dios

Ante el feliz cumplimiento de todo esto debemos cuidarnos de no caer en creer que algo es nuestro, es necesario reconocer los dones de Dios, si en algo hemos de gloriarnos sea en el Señor.

Invocación de perdón y de ayuda

Ante Dios debemos mostrarnos:

o   Cuando algo no cumplimos humildemente, pidiéndole perdón por no responderle como debíamos.

o   Evitar tanto la desconfianza como la presunción, dirigiendo al Señor la invocación de que no nos deje caer en tentación.

Hablando de tentación Agustín resalta dos tipos de tentaciones:

o   Las tentaciones útiles: Las que una vez vencidas nos ayudan a crecer.

o   Las tentaciones en las que caemos que son aporte a nuestra esclavitud presente y condenación futura.


Apropiación

v  El ser novicia MAR  me compromete a profundizar en la Regla y descubrir  en ella el modo de vivir más intensamente esta vida.
v  Tener claro que la vida común es proyecto de Dios y no mío; un proyecto en el cuál es necesario acercarse con humildad que será la base y cada día procurando Amar con el amor de Dios.
v  Buscar amar a mis hermanas por lo que son: hijas de Dios y un signo de su presencia en mi vida y no porque me puedan ayudar o ser útiles.
v  Reconocer que un termómetro de mi oración será cómo estoy en la comunidad.
v  Buscar no apropiarme nunca de nada, más bien siempre reconocer en los avances la obra de Dios en mí y en mí comunidad.

Karen Polanco, Novicia MAR



[i] Reg. 2,1-3.
[ii] Reg.  1, 9.
[iii] Reg. II, 12.
[iv] Reg. III, 14.
[v] reg. , III, 15.
[vi] Ep. 78, 9. BAC, VIII, Madrid 1986, 494.
[vii] Reg. VI, 41.
[viii] Reg. VI, 42.
[ix] 1Ts 5, 14.
[x] Reg. VII, 47.
[xi] Reg. VIII,48.
[xii] P. 140,  Introducciones y comentarios a la Regla de San Agustín, Nello Cipriani, OSA
[xiii] Reg. VIII, 49.

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