FIESTA DE LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO


       
San Pablo, el Apóstol de los gentiles nació probablemente en el año 8, en el seno de una familia judía de la tribu de Benjamín que vivía en Tarso de Cilicia (actual Turquía) junto a otros judíos de la diáspora (Cf. Hch 22,3). Su nombre hebreo, Saulo, traduce “el pedido por Dios”. Aprendió de su padre el arte manual y al parecer se desempeñó como hábil tejedor y fabricante de tiendas. Se trasladó a Jerusalén para ser educado a los pies del rabino Gamaliel, según las normas más rígidas del fariseísmo; de esta manera adquirió un gran celo por la Torá, la ley de Dios. Con autorización del Sumo Sacerdote, fue a Damasco con la orden de arrestar a todos los judíos que se confesaran seguidores de Cristo; sin embargo, estando de camino, una luz del cielo lo deslumbró y escuchó la voz de Jesús que le decía “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?” (Hch 9,4). Fruto de este encuentro, quedo ciego; para comprender lo sucedido, hizo oración y ayuno por tres días, al cabo de los cuales Ananías, discípulo del Señor en Damasco, fue enviado por el mismo Jesús para curarlo y darle el bautismo. En ese momento, Pablo acepto la fe en Cristo y comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios. Asimismo, el Papa Emérito, Benedicto XVI dijo que esta fiesta nos conduce a pensar en nuestra conversión a partir de la conversión de San Pablo. Recordemos, queridos hermanos, que la conversión es un don de Dios y se realiza gracias a un encuentro verdadero con Él, y que nos debe impulsar a comprometernos de forma definitiva con el anuncio del Evangelio.
Yessica Victoria
Novicia MAR

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