LECTIO DIVINA DEL CUARTO DOMINGO DE CUARESMA - CICLO A, EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 9, 1-41
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Señor, Tú que eres la luz que ilumina a los que te
buscan con un corazón sincero y las sacas de las tinieblas para llevarnos a la
luz, te pedimos que nos envíes tu Espíritu para que nos siga iluminando por
medio de tu Palabra y nos haga capaces de compartir la luz, con todos nuestros
hermanos. Todo esto te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
CONTEXTO:
Meditando la historia de la curación del ciego, es
bueno recordar el contexto de las comunidades cristianas en Asia Menor hacia
finales del siglo primero, para las cuáles fue escrito el Evangelio de Juan y
que se identificaban con el ciego y con su curación. Ellas mismas, a causa de
una visión legalista de la ley de Dios, eran ciegas de nacimiento. Pero, como
sucedió para el ciego, también ellas consiguieron ver la presencia de Dios en
la persona de Jesús de Nazaret y se convirtieron. ¡Fue un proceso doloroso! En
la descripción de las etapas y de los conflictos de la curación del ciego, el
autor del Cuarto Evangelio evoca el recorrido espiritual de las comunidades,
desde la obscuridad hasta la plena luz de la fe iluminada por Cristo
TEXTO
Lectura del
Santo Evangelio según San Juan 9, 1-41
En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus
discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego,
él o sus padres?” Jesús respondió: “Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació
así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga
las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y
ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”.
Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los
ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé” (que significa
'Enviado'). Él fue, se lavó y volvió con vista.
Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo
limosna, preguntaban: “¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?” Unos
decían: “Es el mismo”. Otros: “No es él, sino que se le parece”. Pero él decía:
“Yo soy”. Y le preguntaban: “Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?” Él les
respondió: “El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me
dijo: 'Ve a Siloé y lávate'. Entonces fui, me lavé y comencé a ver”. Le
preguntaron: “¿En dónde está él?” Les contestó: “No lo sé”. Llevaron entonces
ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo
lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había
adquirido la vista. Él les contestó: “Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo”.
Algunos de los fariseos comentaban: “Ese hombre no viene de Dios, porque no
guarda el sábado". Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer
semejantes prodigios?” Y había división entre ellos. Entonces volvieron a
preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?” Él les
contestó: “Que es un profeta”.
Pero los judíos no creyeron
que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron,
pues, a sus padres y les preguntaron: “¿Es éste su hijo, del que ustedes dicen
que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres contestaron: “Sabemos que
éste es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya
dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y
responderá por sí mismo”. Los padres del que había sido ciego dijeron esto por
miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga
a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: 'Ya
tiene edad; pregúntenle a él'. Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le
dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador”.
Contestó él: “Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora
veo". Le preguntaron otra vez: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los
ojos?” Les contestó: “Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para
qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos
suyos?” Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: “Discípulo de ése
lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés
le habló Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene”.
Replicó aquel hombre: “Es
curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los
ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace
su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera
los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría
ningún poder”. Le replicaron: “Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo
pretendes darnos lecciones?” Y lo echaron fuera.
Supo Jesús que lo habían
echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?”
Él contestó: “¿Y quién es, Señor: para que yo crea en él?” Jesús le dijo:
"Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es". Él dijo:
"Creo, Señor". Y postrándose, lo adoró. Entonces le dijo Jesús:
"Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los
ciegos vean, y los que ven queden ciegos". Al oír esto, algunos fariseos
que estaban con Él le preguntaron: “¿Entonces, también nosotros estamos
ciegos?” Jesús les contestó: “Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero
como dicen que ven, siguen en su pecado”.
¿QUÉ DICE EL TEXTO?
El texto del evangelio de este cuarto domingo de
cuaresma nos invita a meditar la historia de la curación de un ciego de
nacimiento. Es un texto reducido, pero muy vivo. Tenemos aquí un ejemplo
concreto de cómo el Cuarto Evangelio revela el sentido profundo escondido en
los hechos de la vida de Jesús. La historia de la curación del ciego nos ayuda
a abrir los ojos sobre la imagen de Jesús que cada uno lleva consigo. Muchas
veces, en nuestra cabeza, hay un Jesús que parece un rey glorioso, ¡distante de
la vida del pueblo! En los Evangelios, Jesús aparece como un Siervo de los
pobres, amigo de pecadores. La imagen del Mesías-Rey, que tenían en la mente
los fariseos les impedía reconocer en Jesús el Mesías-Siervo. Durante la
lectura, tratemos de prestar atención a dos cosas: (1) el modo expedito y libre
con el que el ciego reacciona ante las provocaciones de las autoridades, y (2)
el modo en el que el mismo, el ciego, abre los ojos con respecto a Jesús.
¿QUÉ ME DICE EL SEÑOR?
Hoy Señor me invitas que después del encuentro contigo, abra mis
ojos, y que mi vista hacia Ti, hacia los hermanos, hacia mí misma sea
diferente, sea de amor y misericordia, como tú me ves a mi. Que deje fuera todo
aquello que me nubla la vista y me ciega.
¿QUÉ LE DIGO YO AL SEÑOR?
Gracias Jesús que por que nos has regalado una vista hermosa, para
contemplar las maravillas de la creación y poder mirar a nuestros hermanos,
gracias por todas las cosas maravillosas que nos regalas, poder contemplar
todos los días la luz de la vida y tu amor hacia a nosotros. Por eso te damos
gracias Señor. Gracias Señor, gracias Señor.
Te pedimos perdón por las veces que nos hemos cerrado los ojos a
las realidades de nuestras comunidades, que nos hemos hecho ciego ante las
necesidades de nuestros hermanos, por las veces que hemos juzgado a las
personas sin conocerlas y nos hemos convertido en jueces de la vida de los
demás. Por eso te pedimos perdón. Perdón Señor, perdón Señor.
Yessica Victoria,
Novicia MAR
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