LECTIO DIVINA 4TO DOMINGO DE ADVIENTO –A- MATEO 1,18-24
CONTEXTO. Estamos a las puertas de la Navidad. El profeta Isaías nos anuncia que miremos, que la virgen está encinta y da a luz un hijo que es el Enmanuel: Dios con nosotros. Esto ya se ha cumplido en el Evangelio que la liturgia nos presenta hoy; San Pablo nos recuerda que el evangelio, la buena noticia de la salvación, ya estaba prometida en las Escrituras santas y todo estaba referido al Hijo de Dios, nacido según la carne, de la estirpe de David, constituido según el Espíritu Santo. A Este evangelio le precede la genealogía, donde se nos narra que Jesús es descendiente de David, quedando vinculado el nacimiento de Jesús en la historia de un pueblo, Israel. En Él confluyen la historia de la humanidad y la historia de las promesas de Dios, representadas por Abraham y por David, de donde desciende Jesús, hijo de José.
¿QUÉ
DICE EL TEXTO? La cadena de generaciones desemboca, por fin en el último
eslabón: un nacido de “virgen”; Mateo se apoya en la promesa de Is 1,14 (1ª
lectura).
El v.18: narra cómo sucedió el nacimiento del Mesías,
donde María, comprometida con José, quedó embarazada del Espíritu Santo. v.19
José, hombre justo, no reacciona en contra de María, sino que piensa
abandonarla en secreto. V.20: Aunque ha tomado la decisión, un ángel del Señor
se le manifiesta en sueños y le narra cómo ha sido el embarazo de María. V.21: encomendándole
este niño a José. V: 22con ello se cumplirá la profecía del nacimiento del
Enmanuel, Dios-con-nosotros. V.24: José
cree en esta Palabra y recibe a
María tal como se lo había ordenado el ángel de Dios como
esposa y permite que nazca el niño sin mantener relaciones con ella.
El texto deja claro dos cosas fundamentales para nuestra
fe: que María fue virgen, y su concepción fue obra del Espíritu Santo y que era
esposa de José, quien sería por decisión de Dios, el padre adoptivo de Jesús.
Me
fijo en María: vive su vocación en clave de decisión. Está
decidida a correr todos los riesgos; incluida la lapidación en caso de que José
la denuncie. Pero, es tan grande lo que lleva en su seno, que la confianza no
la abandona en ningún momento. En una sociedad tan machista tuvo que ser bien
difícil mantener la fortaleza. Seguramente, sintió muchas cosas, sobre todo, el
qué pensaría José, ya que legalmente estaba desposada con él. Aquello que
estaba aconteciendo dentro de ella era inabordable, incomprensible, inaceptable
a los ojos humanos; y comprendería las dificultades de aceptación de José. Me
imagino a una mujer frágil, pero libre, porque su sí y la gracia de Dios, la
fortalecían por dentro para enfrentar lo que viniera. ¡Qué grande eres María,
al hacerte sagrario de Jesús encarnado y mediadora entre Dios y nosotros!
Me
fijo en José: en su nobleza de corazón, en su humanidad.
Un hombre delicado y atento; Lo veo actuar frente al embarazo de María. Él la
conocía bien; sabía quien era María; sabía que en ella no cabía la infidelidad;
no cabía una traición de esa índole.
Sin embargo, el misterio lo desborda y por respeto a sí mismo y a su propia
dignidad debía dejar a María, asumiendo él toda la responsabilidad ante la ley
y ante Dios. Veo una actitud muy sabia en José: opta por el silencio que deja
lugar a la Palabra. El silencio que disipa toda oscuridad haciendo nacer la luz
y dejando un espacio a la Luz que ilumina toda incertidumbre y tiniebla. Porque
era justo, no podía denunciar a María; algo allí no encajaba; había
desconcierto pero no desconfianza. Amaba tanto a María que no quería causarle
daño. Una vez que el ángel calma su temor, José, convertido en padre legal del
hijo de María, iniciará su misión e impondrá al futuro recién nacido un nombre:
Jesús, (Dios salva) cuyo significado resume toda la nueva revelación que se
hará realidad en su vida, muerte y resurrección: “porque él salvará a su pueblo
de sus pecados” v. 21[1].
José inicia así su vocación, encubriendo y protegiendo el misterio del
Enmanuel: Dios-con-nosotros (v.23), hasta que llegue su hora.
¿QUÉ
ME HACE DECIR A DIOS EL TEXTO?. Gracias Enmanuel: Dios con-nosotros. Tú Señor, viviendo
con nosotros, residiendo con nosotros, viniendo a mi casa, a mi morada,
permaneciendo siempre; siempre permaneciendo. Tú vienes a interrumpir y a alterar la historia rumbo a la eternidad.
Quiero Señor que nuevamente irrumpas en mi, y rompas mis planes, mis proyectos,
a fin de que tú seas el cimiento de mi vida.
Gracias Señor, por el silencio de José. El silencio todo
lo sana, lo purifica, hace que las cosas tengan otro matiz. Cuando todo parece
desbordante y la soledad me acompaña incesantemente, tu me invitas a hacer
silencio, para no interrumpir tu acción sanadora y liberadora, salvífica y
amorosa.
Creo en ti, Enmanuel, tú me habitas; cada día crece en mí
más esta certeza; que me libera de mis dudas, mis miedos, mi porvenir. Creo en
el poder de tu Palabra que hoy me revela que tu te hiciste carne por la fe y la
obediencia de María y de José.
Ahora nos toca a nosotros; a nuestra historia, a nuestro
corazón para permitir que vengas y vivas entre nosotros. Ya está llegando la
hora; te abro la puerta Señor…anda, entra. Tengo el fuego prendido, hay calor
en mi corazón; todo lo he preparado para ti. Siento que vivo, porque vives en
mi; siento que existo porque eres mi origen y mi meta. Siento que acojo mi
soledad porque tú la fecundas con dimensiones profundas, hondas, de cara
siempre al Misterio.
Ayúdanos, Señor, a obedecer tus criterios para darle
cabida al cumplimiento compasivo de tu Palabra en nuestra vida.
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