LECTIO DIVINA -TERCER DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO A - MATEO 11,2-11
“Estén siempre alegres en el
Señor; se los repito: estén alegres. El Señor está cerca” (Filipenses 4,4-5)
Nos disponemos
para este encuentro con nuestro Padre Dios. Abramos nuestro corazón pidiendo la
luz del Espíritu Santo para que nos ilumine y
nos dejemos tocar por su Palabra.
Espíritu Santo, inspíranos, para que pensemos santamente.
Espíritu Santo, incítanos, para que obremos santamente.
Espíritu Santo, atráenos, para que amemos las cosas santas.
Espíritu Santo, fortalécenos, para que defendamos las cosas
santas.
Espíritu Santo, ayúdanos, para que no perdamos nunca las cosas
santas.
San Agustín.
INTRODUCCIÓN.
La
liturgia del tercer domingo de Adviento subraya de modo particular la alegría
por la llegada de la época mesiánica. Se trata de una cordial y sentida
invitación para que nadie desespere de su situación, por difícil que sea, dado
que la salvación se ha hecho presente en Cristo Jesús. Esta alegría se comunica
especialmente al que padece tribulación y está a punto de abandonarse a la
desesperanza. El salmo 145 canta la fidelidad del Señor a sus promesas y su
cuidado por todos aquellos que sufren. Santiago, constatando que la llegada del
Señor está ya muy cerca, invita a todos a tener paciencia: así como el labrador
espera la lluvia, el alma espera al Señor que no tardará. El Evangelio,
finalmente, pone de relieve la paciencia de Juan, el Bautista, quien en las
oscuridades de la prisión es invitado por Jesús a permanecer fiel a su misión
hasta el fin.[i]
CONTEXTO
El tiempo
de Adviento es un tiempo de preparación para un acontecimiento central de la
voluntad divina. Juan el Bautista es presentado en el Evangelio como animador
de las expectativas acerca de una pronta intervención de Dios en la historia
mediante su Mesías. Estas expectativas son tan trascendentes para la humanidad
que requieren del comunicador una entrega total y decisiva en palabras y gestos.[ii]
Mateo
reserva al final una palabra dirigida al discípulo de Jesús: el Bautista era
grande, pero no era más que un precursor, mientras que el discípulo ha conocido
en plenitud el don de Dios, y por eso es más grande que el Bautista. Al
presentarnos el desconcierto del Bautista, en realidad se dirige a nosotros e
intenta aclarar nuestras dudas, invitándonos a reconocer en Jesús al enviado de
Dios que nos indica el camino a seguir, un camino de compasión, cercanía y
misericordia, que para muchos puede parecer debilidad pero que, en realidad, es
lo que verdaderamente nos asemeja a Dios.
TEXTO: Lectura del santo evangelio según san Mateo
11,2-11
En aquel tiempo, Juan,
que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por
medio de sus discípulos: « ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a
otro?» Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y
oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y
los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el
Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!» Al irse ellos, Jesús se
puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el
desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre
vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a
qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de
quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare
el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande
que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más
grande que él.»
¿QUÉ DICE EL
TEXTO?
1.
La respuesta de Jesús a los enviados de Juan.
a. Jesús
no responde directamente a las preguntas de los enviados de Juan el Bautista. Su
respuesta remite a sus obras, que están a la vista de todos. Estos signos son
los que habían indicado los profetas como propios del Mesías.
Jesús
realiza las obras típicas de un Mesías liberador. Aunque, sabemos, que ni el
pueblo ni las autoridades entienden esos modos de ser del Mesías. Por eso,
Jesús exclama: Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí (v. 6). Por
otro lado, vemos que Jesús utiliza el argumento de las obras a favor de los
desprotegidos, enfermos, marginados. No, a favor de las clases altas y
poderosas.
b. Las
obras de Jesús no son actuaciones justicieras, sino acciones cargadas de
ternura y de liberación. Lo que revela a Jesús como Mesías son las obras de:
sanar, rehabilitar, liberar, perdonar, llevado de su gran misericordia. Jesús
es siempre “el Buen Samaritano”.
2. Dichoso
aquel que no se sienta defraudado por mí (v. 6). Jesús se acerca a la humanidad
para ofrecer el verdadero camino hacia la felicidad; y predica la Buena Noticia
de que Dios nos ama. Jesús es el rostro visible y el gesto cercano de la ternura del Padre
misericordioso. Pero, este Dios de amor y de ternura también puede defraudar a
aquellas personas que se han hecho un Dios a su imagen y semejanza.
3. El más
pequeño en el reino de los cielos es mayor que él (Juan Bautista; cf. v. 11). Los
que entran en el Reino a través del seguimiento de Jesús san más que Juan. Los
que conocen y siguen a Jesús reciben una gracia mayor que el título y misión de
“precursor” del Mesías.[iii]
¿QUÉ ME DICE A
MI EL TEXTO?
El texto de
este día me cuestiona y a la vez me hace reflexionar sobre: ¿Qué imagen tengo
de Dios? ¿Cómo y por qué me relaciono con Él en la oración? En mi oración, ¿acostumbro a agradecer al Padre
todo lo que me da, su misma vida y la entrega de su Hijo, para hacerme feliz?
Que nunca nos
quedemos defraudados de ser tus amigos y discípulos. Concédenos la dicha de ser
verdaderos discípulos tuyos. Aunque nos toque aparecer como perdedores, reaviva
en nosotros los dones recibidos, para que aún podamos evangelizar con todo el
amor. Aunque no reconozcamos tus caminos tú nos invitas cada día a que continuemos como el Bautista fieles hasta el final.
Te pedimos
que como Juan Bautista, que da paso al Mesías, a quien le pregunta si es el
Mesías, y que directamente quiere resolver sus dudas preguntando al mismo
Jesús, nosotros tengamos esa misma inquietud de ser buscadores de justicia, paz y amor en medio de
este pueblo que clama. Y si estamos atentos, escucharemos; y entonces, seremos personas acogedoras, sanadoras,
atentas a los más necesitados; poniendo alegría y consuelo donde no lo hay.
¿QUÉ LE DIGO O
DECIMOS A DIOS?
Hoy el evangelio nos invita a contemplar el rostro
de Jesús, porque El viene en persona. Este es el motivo de la alegría, de la fortaleza,
es Dios mismo quien viene a rescatar a su pueblo. Es él quien nace en una
pequeña gruta de Belén para salvar a los hombres. Y nos abre pasos para estar más con él porque
este tiempo, es un tiempo de espera, de alegría para que cada día abramos
nuestro corazón en la llegada de Jesús en nuestra vidas.
Permítenos Señor
responder a ese amor, conociendo que la cercanía de tu llegada a nuestras vidas,
es una realidad y que tú no abandonas la obra de tus manos y siempre estás con
nosotros en todo momento.
Gracias Señor
por llegar a este mundo tan necesitado
de ti, que necesita de tu presencia amorosa y misericordiosa en los más pobres.
Por eso queremos preparar nuestro camino de fe para ese encuentro humilde y
generoso, abriendo siempre nuestro corazón a tu llegada con gran alegría.
Juana
Maricela Hernández/Novicia MAR.


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