LECTIO DIVINA DEL TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A- Mateo 4,12-23

Grupo del personal docente,administrativo y obrero participando de dos días de ejercicios espirituales agustinianos del Colegio Ntra. Sra. de la Consolación de Bogotá en el Monasterio del Desierto de la Candelaria, los días 24 y 25 de enero 2014

CONTEXTO  
Jesús ha sido confrontado en el Desierto por el diablo. Esta confrontación entre el proyecto del Padre, personificado por Jesús y el anti-proyecto del rival (diabolos en griego) tendrán un desenlace y una victoria cósmica. Jesús decidido por voluntad del Padre por un mesianismo de Siervo sufriente que carga con los pecados de su pueblo y vive de cara a Dios inaugura los tiempos nuevos y en su persona, la llegada del Reinado de Dios. (Mt 4,1-11).

¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Jesús se retira al Galilea al saber que Juan está preso (v.12), estableciéndose en Cafarnaum junto al lago (v.13), cumpliéndose así la profecía de Isaías (v.14), sobre Neftalí y Zabulón (v.15) y Galilea, tierra de paganos, que vería la luz(v.169, proclamando allí Jesús (v.17) la llamada a la conversión porque el tiempo se ha cumplido (v. 18). Caminando junto al lago realiza la primera llamada  a Simón y a su hermano Andrés, pescadores (v.18), invitándoles Jesús a seguirle y ser con él pescadores de hombres (v.19). Dejando ellos las redes de inmediato, le siguen. (v.20). De igual forma, más adelante, vio a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, que estaban en la barca con su padre, los llamó (v.21), y ellos inmediatamente, le siguieron.
Cafarnaum , junto al lago, en Galilea, será su ciudad. Galilea, en un tiempo pagana, es lugar de encuentro de pueblos y culturas; y será el escenario y la plataforma de revelación, como en el gran oráculo de Isaías 8,23-9,1. Así comienza a cumplirse el encargo de la misión universal de predicar el Evangelio al mundo entero (28,18s). El paralelismo/oposición entre Juan y Jesús expresa la íntima conexión de este último con los movimientos bautistas, pero también su originalidad que lo separa en puntos clave. La coincidencia inicial se transforma pronto en separación irreducible entre ambos. La predicación bautista de un Dios vengador de las injusticias se convierte en Jesús en propuesta de un Dios pacífico y no violento. El arrepentimiento que pide es para recibir la Buena Noticia, como pura gratuidad de Dios (4,23). El ofrecimiento de la gracia ocupa el lugar del juicio de Dios. Jesús sale al encuentro de la expectativa del pueblo con un anuncio que, desde el comienzo, tiene como contenido central el reinado de Dios y será desde entonces centro de su Predicación.
Jesús llama, y en esto se diferencia de los rabinos de su época que eran elegidos por sus discípulos. Jesús elige a los suyos. La llamada es categórica; la respuesta es rápida e incondicional: ellos responden a su llamado y comienzan a seguirle[1]


¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?
Me fijo en Galilea
Con la presencia de Jesús en Galilea, Mateo ve el cumplimiento de la gran profecía mesiánica de Isaías. Jesús es la luz que brilla en las tinieblas. A un país desilusionado y sin horizonte Jesús le devuelve la ilusión y la esperanza. ¿Cómo? Haciendo presente el Reino de Dios, la vieja alternativa de la que Israel había sido portador en los remotos días de los Jueces, cuando Israel era distinto de los demás pueblos y vivía la pura alegría de vivir, porque Yahvé era el centro de gravedad de todo su quehacer histórico.
Me fijo en el Reino que Jesús anuncia
"Reino de los cielos" es lo mismo que "reino de Dios". Los judíos evitaban por respeto el nombre de Dios y en su lugar hablaban de "los cielos". La palabra "reino" evoca más bien una realidad estática, por eso sería preferible hablar de "Reinado de Dios". El advenimiento de este reinado libera a los hombres de la esclavitud del pecado (1. 21). El reinado de Dios ha comenzado ya en Jesús, su Hijo, que ha venido al mundo para cumplir toda la voluntad del Padre. Cuando Dios sea "todo en todos" (/1Co/15/27ss), al fin de los tiempos, el Reinado de Dios llegará a su plenitud y se cumplirán todas las promesas mesiánicas, habrá paz y justicia y se manifestará que Dios ha querido reconciliar todas las cosas en la sangre de su Hijo. Mientras tanto, la Iglesia es la señal de que ya ha comenzado y está todavía en curso, el Reinado de Dios.
Me fijo en Jesús
Jesús pide un cambio radical de categorías. Este cambio empieza tomando cuerpo con el seguimiento a su persona. Sígueme: así suena la invitación de cualquier líder de cualquier organización. Esta es también la invitación que Jesús nos hace.
Jesús  sigue diciéndonos a todos y cada uno: Venid y seguidme. La experiencia es fascinante.
La situación es una invitación a marchar con Jesús en el más estricto sentido de la palabra marchar. Invitación a un proyecto y no a una renuncia. Invitación a hacer algo, no a dejar algo, a la ilusión y no a la tristeza, y que esta llamada se enmarca en los horizontes del mundo y no en las estrecheces de un enclave.
Me fijo en los discípulos
La llamada de Dios llega a los hombres en su entorno corriente, en su puesto de trabajo. Ningún escenario "sagrado" para la llamada de los primeros discípulos; Los rasgos esenciales -y que definen cabalmente la figura del discípulo (el resto del evangelio no hará otra cosa que precisarla)- son cuatro.
Primero: carácter central de Jesús. La iniciativa es suya (vio, les dijo, los llamó); no es el hombre el que se constituye a sí mismo discípulo, sino Jesús quien transforma al hombre en discípulo. Seguimiento como adhesión a la persona de Jesús. Tan es así, que el discípulo evangélico no inicia un aprendizaje para convertirse a su vez en maestro; permanece siempre discípulo, y el Maestro es uno solo.
Segundo: el seguimiento de Jesús exige un profundo desprendimiento. La llamada de Pedro y Andrés y la llamada de Santiago y Juan están construidas siguiendo la misma estructura y con un vocabulario sustancialmente idéntico. Existe, sin embargo, una diferencia no despreciable; en el primer relato se dice que dejaron "las redes"; en el segundo, que dejaron "la barca y al padre". Tenemos, pues, un crescendo: desde el oficio a la familia. El oficio representa la seguridad y la identidad social; el padre representa las raíces de uno.
Tercero: el seguimiento es un camino. Partiendo de la llamada de Jesús, se expresa en dos movimientos (dejar y seguir), que indican un desplazamiento del centro de la vida. La llamada de Jesús no instala en un estado, sino en un camino.
Cuarto: el seguimiento es misión. Dos son las coordenadas del discipulado: la comunión con Cristo ("seguidme") y una carrera hacia el mundo ("os haré pescadores de hombres"). Jesús no coloca a sus discípulos en un espacio separado y sectario; los envía por los caminos de los hombres.
Más adelante se comprenderá que el camino del discípulo es la cruz.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?
Es tu Reino. Gracias, Señor, de esto se trata, de hacerme partícipe de tu amor; de hacerme familia tuya, sangre de tu sangre, vida de tu vida. Gracias, por incluirme en tu proyecto y por hacerme sentir que todos caben el él, y nadie puede quedar por fuera.
Es tu iniciativa. Gracias, Señor, pues te has fijado en mí. Porque tu lo has querido, porque te ha parecido bien, porque tu no eliges a los selectos, sino a los pecadores. Aquí  estoy.
Es el desprendimiento. Gracias, Señor, por ponerme esta condición para seguirte…solo desprendiéndome de todo lo que me ata, es que puedo alcanzarte, hacerme libre; permanecer en ti; no atándome a la tierra para no pudrirme. Tu eres mi tesoro, mi riqueza, lo único que me puede llenar.
Es un camino. Gracias, Señor, por hacerme ver, que ser discípula dura toda la vida; estoy en tu escuela; aprendiendo cada día; a la escucha de todo lo que me dices. A veces para atrás, otras veces para adelante; pero siempre te veo porque voy detrás de ti; y cuando yo me detengo, tu te detienes, me esperas o me buscas, pero no descansas hasta que nuevamente voy tras de ti.
Es la misión. Seguirte ya no es cuestión de lugares, trabajos; seguirte solo es cuestión de amor. El amor es la misión. Dar la vida por ti; hacer lo que tú quieres que hagas; y esto, ya no depende de mí. Tu me ciñes la cintura hasta la cruz. Allí termina todo y todo empieza. Seguirte a ti es morir a mi, para resucitar en ti.

“Sabemos que Pedro era pescador; cuando siguió al Señor, ¿qué pudo abandonar? Dígase lo mismo de su hermano Andrés, de los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, también ellos eran pescadores (Mt 4,18.21).
Y, con todo, ¿qué le dijeron? He aquí que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido (Mt 19,27). El Señor no les replicó: «¿Has olvidado tu pobreza? ¿Qué dejaste a cambio de recibir el mundo entero?». Mucho dejó, hermanos míos, mucho dejó, quien no sólo dejó lo que poseía, sino también todo lo que deseaba poseer. ¿Qué pobre, en efecto, no se exalta con sus esperanzas mundanas? ¿Quién no desea a diario aumentar lo que posee? Tal ambición ha sido cortada: crecía desmesuradamente y se la ha contenido dentro de unos límites, ¿y no ha dejado nada? En verdad, Pedro dejó el mundo entero y el mundo entero recibió. Como quien nada tiene y lo posee todo (2 Cor 5,10). Son muchos los que lo hacen; lo hacen quienes tienen poco, y vienen y se convierten en pájaros útiles. Parecen pequeños porque no poseen la altura de las dignidades seculares, pero hacen sus nidos en los cedros del Líbano.

Nieves María Castro Pertíñez. MAR
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[1] Alonso Schokel, J.L. Biblia del Peregrino. Ed. Mensajero. 2007; p. 1515


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