SÍNTESIS DE LA CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA “DEI VERBUM”
“…Este concilio se
propone exponer la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su
transmisión para que todo el mundo, oyendo,
crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y esperando, ame.”[1]
Este documento procura compartir la fe recibida como
regalo de la gracia Divina a la Iglesia, procura establecer u organizar lo
referente a la revelación.
Dios en su
amor infinito se ha abajado manifestándose a la humanidad desde el principio, en Jesús en quién se da el culmen “quién
es a tiempo mediador y plenitud de toda la revelación”
Para recibir esta revelación es necesaria la gracia y
los dones del Espíritu Santo, que nos capacitan para la confianza y obediencia de la fe.
“Dispuso Dios benignamente que todo
lo que había revelado para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones…”[2]
Jesús encargó a los apóstoles la continuación de su
misión y estos por medio de la inspiración del Espíritu Santo nos la han transmitido, dejando a los obispos como sus
sucesores "entregándoles su propio
cargo del magisterio"; esa
transmisión se ha dado por medio de las Sagradas Escrituras y la Sagrada
Tradición…
“…esta Sagrada Tradición
y la Sagrada Escritura de ambos
Testamentos son como un espejo en que la
Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe,
hasta que le sea concedido el verbo cara a cara, tal como es (cf. Jn.3,2)”[3]
“…lo que enseñaron los
Apóstoles encierra todo lo necesario
para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma
la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree.”[4]
“la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y
compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden
en cierto modo y tienden a un mismo fin”[5]
Todo el pueblo santo está encargado de la
conservación y el ejercicio de este regalo de la fe, pero es el Magisterio el
que tiene el compromiso de interpretar auténticamente este depósito.
Las
Sagradas Escrituras
“Dios eligió a hombres, que utilizó
usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando Él en ellos y
por ellos, escribieron, como verdaderos
autores, todo y sólo lo que Él quería.”[6]
Para interpretar las Sagradas escrituras es
conveniente conocer los diferentes géneros literarios utilizados en ella, el sentido profundo de lo que quiso
expresar el hagiógrafo, atender al
contenido y a la unidad de toda ésta, teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la
analogía de la fe.
“…todo lo que se
refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el
mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de
Dios.”[7]
En el Antiguo
Testamento se muestra cómo Dios elige
un pueblo, confía su promesa, se revela con palabras y hechos, y este
pueblo lo conoce y difunde entre las
gentes.
“La
economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los
autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del
Antiguo Testamento; por lo cual estos
libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: "Pues todo
cuanto está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin de que por la
paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza"[8]
Estos textos desde el contexto en el que
fueron escritos, contienen la verdadera
pedagogía divina.
“Dios, pues, inspirador y autor de
ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está
patente en el Nuevo.”[9]
La palabra de Dios se
presenta y manifiesta de forma especial en el Nuevo Testamento. Esta ocupa en toda la escritura un lugar
relevante en los Evangelios ya que
estos son testimonio de hechos y palabras de Jesús de Nazaret, Salvador y
Redentor nuestro. Estos Evangelios tienen un eminentemente origen apostólico. Y son síntesis de su
predicación y experiencias con el
Maestro.
“El Canon del Nuevo Testamento,
además de los cuatro Evangelios, contiene también las cartas de San Pablo y
otros libros apostólicos escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, con
los cuales, según la sabia disposición de Dios, se confirma todo lo que se refiere a Cristo Señor, se declara más y más su genuina doctrina,
se manifiesta el poder salvador de
la obra divina de Cristo, y se cuentan
los principios de la Iglesia y su admirable difusión, y se anuncia su gloriosa consumación.”[10]
Las Sagradas Escrituras en la vida de la
Iglesia
Las Sagradas
Escrituras tienen un papel preponderante en el ser y hacer de la Iglesia, es
considerada regla suprema de la fe
junto a la Tradición; toda la predicación y religión ha de estar empapada de
Sagrada Escritura.
“…es tanta la eficacia que radica en
la palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo
y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma,
fuente pura y perenne de la vida espiritual.”
“…como la palabra de Dios debe estar
siempre disponible, la Iglesia procura, con solicitud materna, que se redacten traducciones aptas y fieles en
varias lenguas, sobre todo de los textos primitivos de los sagrados libros.
Y si estas traducciones, oportunamente y con el beneplácito de la Autoridad de
la Iglesia, se llevan a cabo incluso con la colaboración de los hermanos
separados, podrán usarse por todos los cristianos.”
“…el ministerio de la palabra, esto
es, la predicación pastoral, la catequesis y toda instrucción cristiana, en que
es preciso que ocupe un lugar importante la homilía litúrgica, se nutre saludablemente y se vigoriza
santamente con la misma palabra de la Escritura.”
“…el Santo Concilio exhorta con
vehemencia a todos los cristianos en particular a los religiosos, a que
aprendan "el sublime conocimiento de Jesucristo", con la lectura
frecuente de las divinas Escrituras. "Porque
el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo.”
“…Pero no olviden que debe acompañar
la oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo
entre Dios y el hombre; porque "a El hablamos cuando oramos, y a El oímos
cuando leemos las palabras divinas.”
La oportunidad de
acercarme a este documento del Concilio Vaticano II, es una responsabilidad
grande, el poder compartir la fe con mis hermanos desde la consciencia de que
no puedo partir de mis ideas, ni solo mis interpretaciones sino que tengo que
imbuirme de Biblia y Tradición para poder llevar el mensaje de Dios en cada
lugar siempre de la mano del Espíritu Santo, pues sin Él todo será en vano.
Gracias Señor, por
tanta riqueza que nos proporcionas, por tu iluminación en cada etapa de la
historia, por nunca abandonarnos, por tu Hijo quién ha sido la máxima expresión
de tu amor y misericordia, me pongo en tus manos junto a todos mis hermanos y
hermanas que de una u otra forma queremos llevar tu mensaje a todo el mundo,
mantennos fijos en ti, habla por nosotros, seas siempre el centro de nuestras
vidas, que sea esa experiencia de encuentro contigo la que nos mueva a servir.
Amén.
Karen Polanco, Novicia MAR
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