GLOSARIO SOBRE EL PENSAMIENTO DE SAN AGUSTÍN SOBRE LA CONVERSIÓN (PARTE FINAL)

ORDO AMORIS: la labor de la  conversión consiste en descentrarnos de nosotros mismos y colocar toda nuestra atención solo en Dios, intentado vaciarnos de nosotros mismos, de los deseos desordenados.  Es preciso volver a crear en el interior de la persona una reorganización; se trata pues, de que Dios vuelva a ser el centro de la vida de una persona y que todas las demás realidades giren en torno al mismo Dios. Si bien es cierto que la expresión ordo amoris en san Agustín se refiere a las virtudes (ciu. 15, 22), dentro de la obra agustiniana en otras ocasiones esta expresión tiene la connotación de la conversión, del re-estructurar el corazón y los afectos del hombre teniendo como centro el amor de Dios (ciu. 11, 16.).

PELIGROS DEL PEREGRINO: En su camino, al creyente se le  presentan las tentaciones y las dificultades que intentan hacer desistir al viandante de su propósito de llegar hasta la meta. En diversos momentos del sendero le asaltan al viajero las insinuaciones del mal, que el caminante puede vencer por medio de la fuerza y gracia de Dios: Este camino pide gente fuerte; no quiere perezosos. Abundan los asaltos de las tentaciones; el diablo acecha en todas las gargantas del camino, por doquier intenta entrar y hacerse dueño (s. 346 B, 4).

PEREGRINAR:  Este fin no es otro, para san Agustín, que llegar a Dios, “morar siempre en su casa”, llegar a la patria del cielo,  para “contemplar y amar”, desde la clara consciencia de ser en este mundo, viandantes, que cada día deben recorrer un tramo del sendero, caminando por Cristo camino, para llegar a Cristo verdad y vida (Jn 14, 6).Cristo, el hombre nuevo, para llegar a convertirse, por la fuerza refiguradora del amor en “otro Cristo”.

PESHA: Es la acepción agustiniana del pecado en hebreo, que puede ser entendida etimológicamente como “rebelión”; el hombre se rebela contra Dios y utiliza mal su libertad al actuar, alejándose de Dios. Por ello, la conversión implica, de entrada, la consideración de toda la propia vida como un encuentro con esos “textos” de Dios y aprenderlos a leer a la luz del mismo Dios, pues la clave interpretativa, no es otra que el mismo Dios y su infinito amor. Si pretendemos leer los textos de Dios desde otra clave, seguramente nos equivocaremos. Dios, su mensaje de amor, es el texto principal.

PRUEBAS: Son las  que Dios nos pone para crecer en la virtud y avanzar en la vida espiritual. Todo hombre cuando es sincero consigo mismo, desde la humildad agustiniana, puede percibir sus propios autoengaños. En muchas ocasiones la persona puede esconder de tal manera su autoengaño que necesite de la ayuda de una tercera persona para descubrir sus autoengaños, para salir de ellos y comenzar a darle fruto a Dios, desde la verdad.

REFORMATIO Y RENOVATIO: Es la acción del Espíritu en el interior del hombre que vuelve  a imprimir y acuñar en el interior del hombre la imagen de Dios. La conversión no sería otra cosa que volver a la casa de Dios para recibir una re-acuñación por parte del Espíritu para reafirmar en el interior la imagen del hombre nuevo, la imagen de Dios en el corazón del hombre (Cf. Io. eu. tr. 40, 9). La acción destructora del pecado tiene tal magnitud que no sólo le resta vitalidad al ser humano sino que le puede causar espiritualmente la muerte. San Agustín al comentar las tres resurrecciones que nos narran los diversos evangelistas, ve en ellas tres tipos diferentes de pecados, entendiendo el pecado como una muerte espiritual, en el cual hace falta la presencia de Cristo redentor para resucitar al alma muerta y devolverle la vida y la alegría.

REGRESAR AL CORAZON:   Para san Agustín el hombre necesita reorganizarse en su interior, pues el orden roto por el pecado, lleva al ser humano a la dispersión y por ello san Agustín continuamente invita y exhorta a regresar  al propio corazón (Cf. Io. eu. tr. 18. 10:), para desde esa vuelta al interior, poderle dar un nuevo sentido a la vida y descubrir la verdadera felicidad, pues la ruptura del orden no es sino un camino de infelicidad en donde el ser humano se vuelve a las criaturas y al olvidarse de Dios, es incapaz de descubrir dónde está la verdadera felicidad. Para ello hay que  renunciar a los reclamos del mundo y a las invitaciones a la dispersión. Se entra en el propio interior, no tanto para huir de las realidades externas, sino para encontrarse con Dios, o más bien para dejarse encontrar por Dios, quien es el que debe ordenar con su amor toda la vida de la persona (Cf. uera rel. 39), San Agustín tuvo la experiencia de saber que buscaba a Dios no por propia iniciativa, sino porque él había sido encontrado antes por Dios, había sido tocado por su misterio, que le hacía arder de amor y por eso él, enamorado, le buscaba, sabiendo que el desorden en el que había vivido no le había conducido a la felicidad, y que sólo en la reorganización de su vida en torno a Dios, se encontraba la plenitud.

SOBERBIA: Todos los hombres mortales se hallan entumecidos por la soberbia. Para que el hombre no se avergonzase de imitar al hombre humilde, se humilló Dios, a fin de que de esta manera no se desdeñase la soberbia del género humano de seguir las huellas de Dios (en. Ps. 33, 1, 4).  Quien es soberbio, cree que todo depende de su esfuerzo y fracasa en este intento. Sólo quien se conoce como es en realidad, pobre y limitado ante Dios, sólo quien es humilde, puede recibir la gracia, pues “Dios rechaza a los soberbios, pero da su gracia a los humildes” (1 Pe 5, 5). San Agustín era plenamente consciente de esto y nos invita a orar para que se nos conceda la gracia. Es pues una gracia de Dios el poder salir de la dispersión en la que vive sumido todo hombre como un efecto del pecado original, para poder pasar de la “región de la desemejanza” (Cf. conf. 7, 16), a la región de la luz, de la semejanza con Dios. Por ello quien se pone en situación de realizar una re-estructuración interior debe ponerse en un ámbito de oración, pidiendo y suplicando a Dios (Cfr. conf. 7, 16).

TENTACIONES MALAS: Para san Agustín son  aquellas por las que somos engañados, tentados, seducidos por el maligno.

TOLLE LEGE: Es la consigna que recibe en el  huerto de la casa de Milán y que va a marcar de tal manera su vida que  se va a transformar en una consigna vital para Agustín. El  ‘toma y lee’ se convierte en un programa espiritual. Se trata no sólo de tomar continuamente entre sus manos la Sagrada Escritura para seguir descubriendo entre sus páginas el mensaje amoroso de Dios y escuchar sus diversas invitaciones, sino también de aprender a leer, a la luz de Dios y de su Palabra, los diversos acontecimientos de su vida como si fueran un texto; un texto escrito por Dios y cuya clave interpretativa es el mismo amor de Dios: Un Dios amoroso que invita a leer todos los acontecimientos de la vida como si fueran un texto en el que el mismo Dios muestra y manifiesta todo su afecto, a pesar de las apariencias externas.

VOLVER: En el Antiguo Testamento, cuando los profetas en nombre de Dios invitan al pueblo a la conversión, a cambiar sus caminos, a arrepentirse de su mala conducta y de sus acciones, utilizan las diferentes formas del verbo hebreo shub, que significa “volver” (Is 31, 6; Jr 3, 14; Jr 3, 22; Jl 2, 12). Esta idea del retorno, de retomar el camino que conduce hacia la casa del Padre, hacia Dios, estará presente en el significado profundo de lo que es la conversión para san Agustín, principalmente con dos connotaciones. En primer lugar, es un movimiento de regreso, de retorno, de emendatio, de corrección de caminos equívocos, de reconocimiento humilde del propio error o equívoco, para, en segundo lugar, volver a los caminos de Dios que conducen hacia su morada y hacia la Patria del cielo. (Cf.  Io. eu. tr. 28, 5).

YO SOY TU SALVACIÓN: La labor de la conversión sería dar el giro y el paso desde estos conceptos equívocos de Dios hacia el concepto y encuentro real con el Dios verdadero: El Dios amor que fascina a san Agustín y que se vuelve el principio central de su vida. Cristo es el único mediador y salvador y por tanto, la conversión sería, en primer lugar, llegar a descubrir que fuera de Cristo no existe ningún otro mediador. Este es un tema muy querido para san Agustín y en varios lugares hablará sobre él. Lo fundamental es que san Agustín en su experiencia vital llegó a reconocer la faceta amorosa y redentora de Cristo, y a saber que el Dios que está cerca, no es el lar familiar, ni del dios entelequia, sino el Dios amor, que amando infinitamente a los hombres se encarna, humillándose a sí mismo para redimir a todo el género humano, derramando su sangre, precio de la redención, en la cruz (Cf. Io. eu. tr. 4, 2.). Nada fuera de Dios puede saciar al ser humano. El hombre ha sido creado para el encuentro con Dios y fuera de Dios no podrá encontrar reposo y descanso en ninguna cosa. Todas las cosas, fuera de Dios, no son sino ídolos falsos que no pueden saciar al hombre. Sólo en Dios, la búsqueda humana puede encontrar una respuesta y un descanso.

APROPIACIÓN DE ESTE GLOSARIO
Considero de gran riqueza el tema en estudio. Para mi labor de formadora, con el estudio sobre san Agustín en la tarea formativa me ayuda mucho a completar  mi pensamiento y sistematización de los principales elementos de la conversión en san Agustín. Reconozco el aporte recibido en los libros trabajados del P. Enrique Eguiarte, específicamente: Regresa al Corazón, el Clamor del Corazón, Vida de san Agustín, San Agustín, pastor y santo y Los ojos del corazón, además de algunos artículos. Elegí la propuesta del glosario, porque me da elementos muy concretos para la sistematización del tema de la conversión, teniendo en cuenta sobre todo, el texto base: “San Agustín y la Conversión”. El aporte de las citas agustinianas ilumina todo el contenido y hace posible reconocer el itinerario agustiniano de la conversión y la reflexión posterior que san Agustín nos va ofreciendo para vivir en conversión continua. Aparte del conocimiento que se va adquiriendo sobre el tema, me confronta en mi vida de fe, afianzando mis propias convicciones y decisiones de cara a vivir en profundidad esta nuestra espiritualidad agustiniana.


Nieves María Castro Pertíñez. MAR

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