LECTIO DIVINA DEL IV DOMINGO DE PASCUA: Jn 10,27-30
Puedes acceder por medio de este link a la reflexión del Evangelio sonoro de este domingo:
https://drive.google.com/file/d/0B2Pb_ODVLt4lOGQxOHRiazdBWnM/view?usp=sharing
CONTEXTO:
Leído en su contexto, el texto tiene un innegable tono polémico. Se trata de la contraposición de dos
concepciones religiosas, de dos tipos de mediación para llegar a Dios. Para
llegar a Dios los judíos ponían la mediación en la Ley de Dios; para llegar a
Dios el cuarto evangelista pone la mediación en Jesús. La posición judía es
ejemplar en el sentido de que es prototipo representativo.
A partir de Juan 10, 22 podemos
ubicar la fiesta de la Dedicación
del Templo en recuerdo de la
autoafirmación nacional judía después de la humillación de Antíoco IV el sirio,
unos ciento cincuenta años atrás. Ambiente mitad religioso, mitad laico. En
cualquier caso, ambiente de fiesta, de esperanza, de apuesta por un futuro
libre (en tiempos de Jesús Israel estaba bajo el dominio de Roma). Jesús parece
ser una personalidad clave de cara a ese futuro de libertad. Es lógica la
expectación en torno a su persona.
EL TEXTO:
Lectura del santo Evangelio según
San Juan 10,27-30.
En
aquel tiempo, dijo Jesús:
-Mis
ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la
vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano.
Mi
Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano
de mi Padre.
Yo
y el Padre somos uno.
¿QUÉ
DICE EL TEXTO?
El evangelio de hoy es de los que se prestan a fáciles extrapolaciones. Lo
situamos dentro del marco literario en que Juan lo ha colocado. Este marco es
de naturaleza judicial. La autoridad religiosa judía ha abierto una
investigación para examinar el caso del ex-ciego de nacimiento (Jn. 9). El
veredicto ha condenado a este hombre a no ser discípulo de Moisés (Jn. 9, 34).
En realidad el condenado es Jesús. Por eso es Jesús en persona quien hace su
aparición al final del cap. 9. Pero ahora los papeles se cambian y es Jesús
quien dicta sentencia contra la autoridad judía (Jn. 9, 39-41).
En el capítulo 10 Jesús fundamenta y razona el veredicto. La parábola del
buen pastor no es pues una imagen idílica, sino la fundamentación judicial de
un veredicto contra la autoridad judía.
Jesús basa su veredicto en el cap. 34 de Ezequiel. El profeta comienza
denunciando a los jefes de Israel como a falsos pastores del rebaño de Dios.
Con su proceder injusto han destrozado el rebaño. Por eso Dios lo destituye de
su cargo y El en persona toma la guía, reúne las ovejas dispersas y restablece
con ellas una relación de mutua confianza. Estos son los elementos que recoge
Juan, introduciendo la equiparación Yahvéh-Jesús. En esta equiparación radica
precisamente el escándalo de los judíos. (Jn. 10, 24-26. 33). Jesús toma la
guía, reúne a las ovejas, crea un clima abierto de mutua confianza y de vida
imperecedera (vs.27-28). Es decir, Jesús asume el puesto que tenía Yahvéh en el
capítulo 34 de Ezequiel.
Una expresión típica de Juan: "vida eterna" nos lleva a
discernir que ésta es la vida que Jesús, el Pastor, da a cuantos creen en él y
le siguen. Por tanto, la vida que se recibe ya por la fe. Juan escribe su
evangelio para que, creyendo en Jesús, tengamos vida eterna. Quiere decir todo
esto que Juan entiende la "vida eterna" como algo que se inicia ya en
este mundo. El polo opuesto de la vida eterna que comienza con la fe es la
"muerte eterna", que comienza con la incredulidad. No que todo se
decida en un momento dado, aunque hay que decir que todo se decide en la fe o
en la incredulidad. Ahora mismo y todos los días, al confrontar nuestra
existencia con el Evangelio.
Jesús está convencido de que nada ni nadie puede apartar de sus brazos a
los que son "suyos" y a los que él ama. Por eso, cuantos creen en
Jesús tienen su vida eterna guardada en las mejores manos y no morirán para
siempre. Porque Jesús y el Padre son uno.
La mejor respuesta a esta seguridad de Jesús es la confianza que Pablo
expresa en estas palabras: "Pues estoy completamente convencido de que ni
la vida ni la muerte, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas, ni lo alto
ni lo bajo, en fin, ninguna criatura podrá separarnos del amor que Dios nos
tiene en Jesucristo nuestro Señor" (Rom 8, 38). No quiere decir esto que
el cristiano puede estar seguro de tener fe, sino que la fe misma es seguridad
en Dios. Porque no tenemos a Dios a buen recaudo, sino que es él el que nos
tiene con fuerza y el que inspira en nosotros una confianza sin límites[1].
¿QUÉ
ME DICE A MI EL TEXTO?
Me fijo,
simplemente, en lo que dice Jesús:
“Mis
ovejas escuchan mi voz”: “mis”: pronombre posesivo: somos tuyos, tuyos, tuyos…”Ovejas”: rebaño, iglesia, comunidad, grupo
perteneciente a un Pastor muy concreto. Soy, somos propiedad de Jesús. Escuchan: (“recibir
noticias de” según la traducción en griego) tengo un
pastor que reclama de mí: atención total, disposición total para dejarme
conducir. “Mi voz”: posesivo que indica
autoridad; no es una voz cualquiera, es la voz del Pastor, de Cristo Redentor, del que acompaña, guía, conduce, alimenta,
congrega, es la voz misma de Dios. Es una escucha que discierne
otras posibles voces y conoce perfectamente la del Pastor. Tal como está
presentado el verbo en presente expresa la inmediatez, la prontitud de la escucha
que lleva a la acción.
“y
yo las conozco”: “Yo”: pronombre personal que indica identidad propia, no amerita más, está implícito
el pastor que pastorea, señorea, ama, cuida, protege, hace todo para conducir
al rebaño.
“Las conozco”: o también: “Yo mismo las conozco a
ellas”. Es un conocimiento profundo y amoroso que parte del Señor. El Señor me conoce hasta
el fondo de mis tuétanos, sabe quién soy, como bien expresa el salmo 138 en
boca del salmista: “Tú me sondeas y me conoces”. Él mismo nos ha dado el don de
la fe para creerle, para adherirnos a su persona.
“y ellas me siguen”. Hay una
mutualidad refrendada por la escucha que “sigue”; es una consecuencia lógica. “Akolouteo”
es el verbo del seguimiento, del discipulado, es la marca del cristiano, del
discípulo misionero, del religioso/a que ha comprometido toda su vida en
escucharle para ir tras El. Es mi/nuestro compromiso hasta el final de nuestra existencia.
Es un seguimiento que no acaba nunca, va en ascenso.
“y
yo les doy la vida eterna”. Es la
meta final del seguimiento. Es una
promesa que el Señor cumple, porque Él es verdadero…para eso ha venido, para
que tengamos Vida ¿cuál vida? La propia suya, la que da su Espíritu. Nuestro
destino final es pascual. Jesús, antes
de ser pastor fue cordero: “Ahí está el cordero” (Jn 1,36). Fue manso cordero
que enseña el camino de la obediencia. Nadie que le obedece queda frustrado. No
se frustró en él la obediencia hasta la cruz, al contrario, se convirtió en
árbol de Vida, que brota hasta la eternidad para todo el que cree en Él. Esa es
nuestra meta, nuestra aspiración, nuestro deseo más profundo y en su Palabra
confiamos.
“No
perecerán para siempre” No hay muerte donde
hay vida. Morimos a una vida de pecado, pero nacemos a la vida de la gracia.
Pereceremos mientras vamos de camino, porque para vivir hay que morir, pero a
medida que avanzamos y morimos a nuestro yo, conquistamos la eternidad como don.
“y nadie
las arrebatará de mi mano”: ni la
espada, ni el hambre, ni el mal que nos rodea, ni las voces livianas que nos
amedrentan nos quitarán el amor de Dios. Estamos asidos a su mano para decir
como el salmista: “Tu mano y tu callado me sostienen”. Es un pastor que
acaricia, que pone su mano sobre nuestra vida y no nos suelta, sobre todo, en
los momentos de peligro.
“Mi
Padre, que me las ha dado”: somos su
propiedad, somos su iglesia. “Mi Padre” alude al que es origen de la Vida, al
que tiene poder de crearnos y darnos al Hijo para ofrecernos junto con él como
donación que se entrega.
“Supera
a todos”: nuestro Padre Dios supera a todos los pastores y solo en Él
pueden estar los pastores buenos, y excluidos los malos, pero nadie puede apropiarse nada.
“y nadie
puede arrebatarlas de la mano de mi Padre”: ninguna fuerza externa al Padre puede separarnos del amor de Dios. Dios
nos ama con pasión en el Hijo y nos sostiene con poder, pues “su brazo manda” dice también en otro lado el
salmista.
“Yo
y el Padre somos uno”. En definitiva Jesús y
el Padre son una unidad. Jesús resucitado, de cordero que da la vida, pasa a
Pastor que nos mantiene con Vida hasta el final de la existencia, hasta la
eternidad.
¿QUÉ ME HACE
DECIR EL TEXTO A DIOS?
Tú eres mi pastor, Señor, contigo nada me falta. Te
pertenezco porque así lo has querido. Me has dado oído de discípula para afinar
mi escucha y distinguir tu voz. Esa es la voz que yo quiero seguir, a pesar de
tantos ruidos y a pesar de inclinarme tantas veces hacia otras voces; pero tu
voz, tan persistente y amorosa, me seduce continuamente.
Gracias Señor por la vida que cada día me regalas:
vida de fe, de comunión contigo, de comunidad, de Eucaristía, de perdón y
reconciliación.
Gracias Jesús porque la eternidad pasa por la
pascua que se inicia en esta vida. Tú sabes a eternidad, tú eres eternidad. “Tu
palabra es eterna, más estable que el cielo”.
Me invitas a ser cordera, mansa, humilde y
obediente. No me dejas a expensas de cualquier otra voz que no seas tú, me
libras del peligro. Tu amor me sana y me libera.
Creo en ti Jesús, creo en el camino que me marcas.
Lo quiero, lo acepto, lo asumo, me comprometo. Sola no puedo, ciertamente, pero
me fío porque cuento con tu gracia.
Regálame el don del silencio interior para que tú, que nunca callas, no pases de largo por mi vida, sino que al silbo de tu voz, siempre sonora y canora, pueda correr tras de ti, en pos de tu amor.
Regálame el don del silencio interior para que tú, que nunca callas, no pases de largo por mi vida, sino que al silbo de tu voz, siempre sonora y canora, pueda correr tras de ti, en pos de tu amor.
Comparto este hermoso poema de Lope de Vega:
Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?
"Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen (Jn 10,27). Aquí encuentro a todos los pastores en uno solo. No faltan los
buenos pastores, pero se hallan en uno solo. Los que están divididos son
muchos. Aquí se anuncia uno solo porque se recomienda la unidad. (…) En efecto,
si hay ovejas buenas, hay también pastores buenos, pues de las buenas ovejas salen
buenos pastores. Pero todos los buenos pastores están en uno, son una sola
cosa. Apacientan ellos: es Cristo quien apacienta. (…) Por tanto, es él mismo
quien apacienta, cuando ellos apacientan. Dice: « Soy yo quien apaciento», pues
en ellos se halla la voz de él, en ellos su caridad. (…) Se glorían los
pastores, pero quien se gloríe, que se gloríe en el Señor. Esto es lo que significa el que
Cristo apacienta: esto es apacentar con Cristo, apacentar en Cristo y no
apacentarse a sí mismo fuera de Cristo (…) Oigan las ovejas esta
voz liberada de todo cisma, expurgada de toda herejía, y sigan a su pastor que
dice: Las ovejas que son mías, oyen mi voz y me siguen". (San Agustín. S. 46,30).
Nieves María Castro Pertíñez. MAR
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