LECTIO DIVINA, Lucas 12,32-48, DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO


                                                  Enseñanza de Jesús sobre la vigilancia



Lo que se pide a Abrahán es que se fíe de la Palabra de Dios. La fe entiende que la palabra, aparentemente efímera y pasajera, cuando es pronunciada por el Dios fiel, se convierte en lo más seguro e inquebrantable que pueda haber, en lo que hace posible que nuestro camino tenga continuidad en el tiempo. La fe acoge esta Palabra como roca firme, para construir sobre ella con sólido fundamento.
Papa Francisco
Oración inicial
Ven, oh Santo Espíritu, llena los corazones de tus fieles.
Tú que ya has venido para hacernos fieles,
ven ahora para hacernos dichosos.
Tú que has venido para que, con tu ayuda,
pudiésemos gloriarnos en la esperanza
de la gloria de los hijos de Dios,
ven de nuevo para que podamos gloriarnos también de su posesión.
A ti te concierne el confirmar, consolidar
perfeccionar y llevar a cumplimiento.
El Padre nos ha creado, el Hijo nos has redimido:
cumple pues, lo que a ti te compete.
Ven a introducirnos en toda la verdad, al gozo del Sumo Bien,
a la visión del Padre, a la abundancia de todas las delicias,
al gozo de los gozos. Amén.

AMBIENTACIÓN:
Hoy el Señor nos hablará, precisamente, de nuestra fe y de la vigilancia que hemos de tener para que nuestro encuentro con Dios no cause sorpresa, sino gozo. Que su presencia avive nuestra fe y nuestra esperanza.

«Dichoso el sirviente que se encuentre preparado»

Motivación: El discípulo no puede afanarse por lo superfluo cuando ya es suya la gran riqueza: el Reino. Sin embargo, no podrá bajar ni un momento la guardia, sino que deberá mantenerse vigilante y despierto. Escuchemos:

¿QUÉ DICE EL TEXTO?
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- No temas, pequeño rebaño, porque el Padre de ustedes ha tenido a bien darles el reino.
Vendan sus bienes y den limosna; consíganse bolsas que no se desgasten, y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acercan los ladrones ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Ustedes estén como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentra despiertos; les aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprendan que, si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría asaltar su casa.
Lo mismo ustedes, estén preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del hombre.
Pedro le preguntó:
- Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?
El Señor le respondió:
- “¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración de alimentos  a sus horas?”
Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Les aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: “Mi Señor tarda en llegar”, empieza a pegarles a los criados y a las criadas, y se pone a comer y beber y a emborracharse, llegará el Señor de aquel criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El criado que conoce la voluntad de su Señor, pero no está preparado o no hace lo que él quiere, recibirá un castigo muy severo. En cambio, el que, sin conocer esa voluntad, hace cosas reprobables, recibirá un castigo menor.
A quien se le dio mucho, se le exigirá mucho; y a quien se le confió mucho, se le pedirá mucho más.

Preguntas para la lectura
·        ¿Por qué razón no deben temer los discípulos de Jesús, el “pequeño rebaño”?
·        ¿Qué deben hacer para poseer el Reino?
·        Las parábolas que propone Jesús en el relato, ¿a qué actitud invitan? ¿cuál es la razón de la vigilancia?
·        ¿Qué quiere decir la expresión “a quien se le dio mucho, se le podrá exigir mucho…”?

Estudio bíblico del texto Sb 18:6-9; Lc 12:32-48
Podemos pensar que la relación entre la primera lectura y el evangelio está en el tema de velar con confianza, esperando en las promesas de Dios. El Libro de la Sabiduría contiene una gran reflexión sobre la Pascua, es decir, la salvación del pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto, lo que constituye la mitad del libro. Israel se diferenciaba de los egipcios; conocía al verdadero Dios, y estaba en la luz, mientras que la oscuridad cubría lo demás de la tierra de Egipto: “solo sobre ellos se extendía noche, imagen de las tinieblas que les esperaban recibir. Aunque ellos a sí mismos se eran más pesados que las tinieblas,” Sb 17:21. Y los israelitas esperaban la salvación y en secreto ofrecían sacrificios, y así cumplían la ley. Cristo en el evangelio nos pide que velemos, después de amonestarnos a no tener miedo, porque el Padre se ha complacido en darnos ¡el Reino! Debemos acumular tesoros en el cielo, tesoros de buenas obras y especialmente de limosnas, tesoros que estarán seguros del robo y de la polilla. Debemos de mantener seguro nuestro corazón, donde el tesoro de buscar el Reino y su justicia está, preparados para el regreso del Señor, cuya hora no se sabe. Seamos como José en el Libro del Génesis, que siendo fiel en el exilio de Egipto y resistiendo a todas las tentaciones, fue elevado a ser el número dos del reino, distribuyendo comida a todos como señor y dueño. No nos dejemos llevar por la tentación o por el fastidio, el aburrimiento, comenzando a emborracharnos y a golpear a los demás con nuestras palabras o con nuestros puños; la palabra orgía parece venir de la misma raíz que ira (en griego orguē). La borrachera da lugar a la ira (Si 31:30) y a toda clase de desenfreno (Rm 3:13; Ga 5:21), y nos hace perder el sentido de espera de la venida del Señor, que puede ser en cualquier momento. “¡Hay que poner atención!” El Señor es nuestro amigo. Los amigos piensan el uno en el otro, y no se desatienden el uno del otro. Hablando de los pecados involuntarios, Santo Tomás enseña que éstos lastiman el corazón de nuestro Señor, y que no vale decir “me descuidé, lo siento,” pues el dolor del amigo no disminuye porque digamos “no estaba poniendo atención,” ya que es precisamente eso lo que hiere. Dejamos de ponerle atención a Dios cuando estamos absorbidos por nosotros mismos, como el rico del domingo pasado. Luego el amigo de Dios, el siervo fiel, podrá entrar al gran banquete de gozo de salvación cuando regrese su Señor esperado.

- ¿Qué sentimientos ha suscitado en mi la lectura del texto? ¿Miedo, confianza, sorpresa, gozo, esperanza, confusión...?
- La vida cristiana: ¿Cuánto tiene para mí de gozo, cuánto de peso? ¿Cuánto es deber, cuánto es amor?
- El pensamiento de mi muerte imprevista: ¿Qué suscita en mí?
- ¿En qué medida es esperada la comunión con Dios, en qué medida se posee de mí?
- La mentalidad pagana del “carpe diem”, contraria a los valores evangélicos: ¿Cómo se manifiesta hoy?
- Ser vigilantes, fieles, trabajadores por el Reino, preparados: ¿Qué comporta a mi vida?

¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?

Motivación: El seguidor de Jesús es alguien consciente de que tiene que vivir no en función de lo material, sino en función de las cosas del Reino.
Reflexionemos sobre el significado de este pasaje para nuestras vidas:

·        El Evangelio nos exhorta a juntar riquezas celestiales, a tener bolsas que no se gastan, siendo así, ¿qué estoy haciendo para hacerme rico ante Dios?
·        “…donde está tu tesoro…, ahí está tu corazón…”, ¿dónde está mi corazón?, ¿cuáles son mis tesoros…, eso que da sentido a todo lo que soy y a todo lo que hago y busco?
·        ¿Qué quiere transmitir e inculcar la parábola del portero (Lc 12,35-38), donde nos exhorta a estar vigilantes y despiertos?
·        Es indudable que el Señor me ha dado mucho: ¿qué me ha dado y me sigue dando a lo largo de mi vida?, ¿qué me puede estar exigiendo que yo entregue, que yo ofrezca...?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
1. ¿Dónde está nuestro tesoro en verdad? ¿Dónde hemos depositado nuestra confianza?
2. ¿Cómo llevo mi vida con respecto a los bienes? ¿Las cosas que yo tengo están al servicio del Reino de Dios? ¿Soy generoso con lo que tengo?
3. El Señor dice “donde está tu tesoro allí está tu corazón” ¿Dónde está mi tesoro y mi corazón? ¿Sería importante replantearme este tema?
4. ¿Qué significa estar a la espera de la llegada del Señor? ¿Estoy preparado? ¿Tengo la ropa puesta y la lámpara encendida?
5. ¿Eres tú un administrador fiel y prudente? ¿Qué significará esto en tu vida?
 6. ¿Hasta qué punto, tu vida es coherente o llevas una vida disipada? ¿Entiendes lo que pasará si no prestas atención a las palabras del Señor?
7. Embriagarse, no sólo de alcohol, sino llevar una vida sin sentido, olvidándose de lo importante, es lo que nos sugiere este texto. Recordemos que el Señor volverá… ¿estamos preparados? ¿Qué habría que mejorar?

ORATIO

Motivación: La exhortación a la vigilancia y a la responsabilidad del texto de hoy no puede hacernos caer en el miedo o en el agobio; al contrario, debe llevarnos a la serena certeza de que estamos en manos del Padre que nos regala el Reino.

¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor. Gracias Señor por tu Palabra que nos alienta a vivir en forma coherente. Gracias por recordarnos también que Tú volverás a juzgarnos. Gracias de antemano por perdonar nuestras faltas. Te pedimos Señor la gracia de saber encontrar tu Voluntad Sagrada sobre nosotros. De tener la fuerza y el coraje de ir contra la corriente de la sociedad que nos lleva lejos de Ti y de lo que esperas para nuestra vida y nuestra felicidad. 
Después de un tiempo de oración personal, podemos compartir en voz alta nuestra oración, siempre dirigiéndonos a Dios mediante la alabanza, la acción de gracias o la súplica confiada.
Podemos recitar el Salmo 1:
Dichoso quien no acude a la reunión de los malvados ni se detiene en el camino de los pecadores ni se sienta en la sesión de los arrogantes;
sino que su tarea es la ley del Señor y susurra esa ley día y noche.
Será como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo, su fronda no se marchita; en todo lo que hace, prospera.
No sucede así con los malvados, serán como paja que lleva el viento.
Por eso los malvados no se levantarán en el tribunal, ni los pecadores en la asamblea de los justos.
Porque el Señor se ocupa del camino de los justos, pero el camino de los malvados se disolverá. Amén

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración. 

COMTEMPLATIO

Motivación: Los discípulos de Jesús han recibido el Reino como herencia del Padre.
¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón. «Porque donde está el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.» (Versículos 34) «A quien mucho se le dio mucho se le pedirá; a quien mucho se le confió mucho más se le exigirá.» (Versículos 48) Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

¿A QUÉ ME O NOS COMPROMETEMOS CON DIOS?

·        Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, no soy un verdadero cristiano. Nos proponemos revisar nuestras cosas, y ver dónde está nuestro tesoro. Ofrecer de lo que tenemos algo para compartir con quien lo necesite. Puede ser algo material, o también nuestro tiempo para compartir con alguien en un hospital, o visitar a personas que están solas y dar de nuestro tiempo para con ellas.
·        Hacer el propósito firme para que Dios y su Reino sea siempre el “gran tesoro” de mi vida y de mi corazón.
·        ¿Qué hacer para que mi tesoro y el sentido de mi vida sea el Señor y así viva su Palabra y me identifique con Él?

Oración final
·        Es justo bendecirte, Padre nuestro del cielo,
·        porque Jesús nos mostró el camino de la felicidad verdadera, el auténtico tesoro que solamente en ti podemos alcanzar.
·        No permitas, Señor, que prefiramos tener cosas a ser personas; pues, más que bienes, necesitamos razones para vivir, amar y compartir con los hermanos lo que tenemos, poco o mucho.
·        Enséñanos por tu Espíritu la sabiduría de la vida, y ayúdanos, Señor, a elegir alegremente ser pobres con Cristo, sin amontonar bienes perecederos que defraudan nuestro corazón. Así, cuando tú vengas, nos encontrarás con las manos ocupadas en la tarea de amarte a ti y a nuestros hermanos. Amén.
 
Abrahán, nuestro padre en la fe
La fe nos abre el camino y acompaña nuestros pasos a lo largo de la historia. Por eso, si queremos entender lo que es la fe, tenemos que narrar su recorrido, el camino de los hombres creyentes, cuyo testimonio encontramos en primer lugar en el Antiguo Testamento. En él, Abrahán, nuestro padre en la fe, ocupa un lugar destacado. En su vida sucede algo desconcertante: Dios le dirige la Palabra, se revela como un Dios que habla y lo llama por su nombre. La fe está vinculada a la escucha. Abrahán no ve a Dios, pero oye su voz. De este modo la fe adquiere un carácter personal. Aquí Dios no se manifiesta como el Dios de un lugar, ni tampoco aparece vinculado a un tiempo sagrado determinado, sino como el Dios de una persona, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, capaz de entrar en contacto con el hombre y establecer una alianza con él. La fe es la respuesta a una Palabra que interpela personalmente, a un Tú que nos llama por nuestro nombre.
Lo que esta Palabra comunica a Abrahán es una llamada y una promesa. En primer lugar es una llamada a salir de su tierra, una invitación a abrirse a una vida nueva, comienzo de un éxodo que lo lleva hacia un futuro inesperado. La visión que la fe da a Abrahán estará siempre vinculada a este paso adelante que tiene que dar: la fe « ve » en la medida en que camina, en que se adentra en el espacio abierto por la Palabra de Dios. Esta Palabra encierra además una promesa: tu descendencia será numerosa, serás padre de un gran pueblo (cf. Gn 13,16; 15,5; 22,17). Es verdad que, en cuanto respuesta a una Palabra que la precede, la fe de Abrahán será siempre un acto de memoria. Sin embargo, esta memoria no se queda en el pasado, sino que, siendo memoria de una promesa, es capaz de abrir al futuro, de iluminar los pasos a lo largo del camino. De este modo, la fe, en cuanto memoria del futuro, memoria futuri, está estrechamente ligada con la esperanza.
Lo que se pide a Abrahán es que se fíe de esta Palabra. La fe entiende que la palabra, aparentemente efímera y pasajera, cuando es pronunciada por el Dios fiel, se convierte en lo más seguro e inquebrantable que pueda haber, en lo que hace posible que nuestro camino tenga continuidad en el tiempo. La fe acoge esta Palabra como roca firme, para construir sobre ella con sólido fundamento. Por eso, la Biblia, para hablar de la fe, usa la palabra hebrea ’emûnah, derivada del verbo ’amán, cuya raíz significa « sostener ». El término ’emûnah puede significar tanto la fidelidad de Dios como la fe del hombre. El hombre fiel recibe su fuerza confiándose en las manos de Dios. Jugando con las dos acepciones de la palabra —presentes también en los correspondientes términos griego (pistós) y latino (fidelis)—, san Cirilo de Jerusalén ensalza la dignidad del cristiano, que recibe el mismo calificativo que Dios: ambos son llamados « fieles ». San Agustín lo explica así: « El hombre es fiel creyendo a Dios, que promete; Dios es fiel dando lo que promete al hombre ».
Un último aspecto de la historia de Abrahán es importante para comprender su fe. La Palabra de Dios, aunque lleva consigo novedad y sorpresa, no es en absoluto ajena a la propia experiencia del patriarca. Abrahán reconoce en esa voz que se le dirige una llamada profunda, inscrita desde siempre en su corazón. Dios asocia su promesa a aquel « lugar » en el que la existencia del hombre se manifiesta desde siempre prometedora: la paternidad, la generación de una nueva vida: « Sara te va a dar un hijo; lo llamarás Isaac » (Gn 17,19). El Dios que pide a Abrahán que se fíe totalmente de él, se revela como la fuente de la que proviene toda vida. De esta forma, la fe se pone en relación con la paternidad de Dios, de la que procede la creación: el Dios que llama a Abrahán es el Dios creador, que « llama a la existencia lo que no existe » (Rm 4,17), que « nos eligió antes de la fundación del mundo… y nos ha destinado a ser sus hijos » (Ef 1,4-5). Para Abrahán, la fe en Dios ilumina las raíces más profundas de su ser, le permite reconocer la fuente de bondad que hay en el origen de todas las cosas, y confirmar que su vida no procede de la nada o la casualidad, sino de una llamada y un amor personal. El Dios misterioso que lo ha llamado no es un Dios extraño, sino aquel que es origen de todo y que todo lo sostiene. La gran prueba de la fe de Abrahán, el sacrificio de su hijo Isaac, nos permite ver hasta qué punto este amor originario es capaz de garantizar la vida incluso después de la muerte. La Palabra que ha sido capaz de suscitar un hijo con su cuerpo « medio muerto » y « en el seno estéril » de Sara (cf. Rm 4,19), será también capaz de garantizar la promesa de un futuro más allá de toda amenaza o peligro (cf. Hb 11,19; Rm 4,21).

Papa Francisco - Lumen Fidei (8-11)

 ROSARIO FERNÁNDEZ - MAR
 Fuentes:
Dr. Emilio G. Chávez Hno. Ricardo Grzona, fr
www.fundacionpane.com – www.cristonautas.com
Abadía de Santa Escolástica www.santaescolastica.com.ar/preparando-el-domingo

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