Servir es amar. Experiencia en Guamote


Agradezco al Dios del amor y la misericordia por darme la gracia de haber experimentado en estos últimos meses  la comunión con tantas personas de Guamote.

A pesar de haber estado poco tiempo, el amor que Dios me fue manifestando en cada una de  las mamitas y taitas, fue mayor que eso. Mi corazón se regocijaba cada vez que iba a llevarle la comunión  en  las comunidades.

Al llegar a cada casa, era contemplar al mismo Dios que se hacía presente, al ellos abrirme las puertas de sus casas y su corazón para recibir Apunchik Jesús  presente en la sagrada Eucaristía. Pero con que gozo reciben a Jesús y cómo  sus rostros  se llenaban  de alegría y ternura al saber que taitamito Dios está con ellos. También pude compartir la Palabra de Dios con ellos; no solo la escuchan,  sino que la hacen vida.


Señor Jesús cuánta fortaleza, alegría, ternura, paciencia, esperanza, fraternidad, pude contemplar en esas tierras Guamoteñas. ¡Cuántos ancianitos!, que a pesar de su soledad alaban  tu nombre.

Otros sufrían soledad por partes de sus familias; y al escuchar el clamor de sus corazones tú ponías en mi boca las palabras de que: Tú estaba siempre con ellos y que un Padre nunca deja de mirar y cuidar a sus hijos; Dios  sufre con ellos.

Caminar por esas bellas montañas era como escuchar la voz de yayito Dios que me seguía mostrando lo maravilloso que es su amor, reflejado en la oración.

Cada flor y  animalito me decía que su presencia habita también en la naturaleza. Le doy una vez más gracia a mi alfarero por permitirme  que mis ojos pudieran admirar y disfrutar de tanta belleza que penetraba mi corazón y me decía el amor tan grande que me  tienes.


Dios en este tiempo me utilizó para transmitir su caridad y alegría, pero también me la regaló por medio de quienes pude servir. Ver a tantas personas que con lo poco que tienen reflejan una alegría en sus rostros a un Dios vivo y  que contagian de esa misma alegría a quienes les rodean.

A partir de ese encuentro con Jesús en el hermano nos convertimos en testimonio del amor de Dios,  que se hace presente en los corazones de cada uno de las personas con las que compartimos.

Salir a las periferias es encontrarte con el rostro sufriente de Jesús.
Me siento más que bendecida. Me llevo en mi corazón tantos rostros y nombres con los cuales compartí tantas experiencias, en este bonito tiempo. “Sólo me queda decir que una parte de mi corazón se queda en el Ecuador”.




Santa Isabel Mojica Mejía
Novicia MAR



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